lunes, 21 de septiembre de 2009

Anoche, los vapores del gin tonic me llevaron a marcar su número. Era tarde, estaba dormido, pero contestó. Y estuvimos hablando como antaño, casi una hora. Habló él y me contó lo de siempre, los mismos problemas, los mismos asuntos, las mismas dudas, las mismas cuestiones. parece que todo en su vida va igual. Me preguntó por la mía y la simplifiqué: todo bien, estoy sola y tranquila. Le sentí lejos, lo está y también sentí que no tengo el deber de ayudarle, ni de preocuparme por él.Pero también me di cuenta de que anoche no había rencor, anoche no. Qué compleja es la mente.
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