viernes, 31 de marzo de 2006

A veces cansa tener que entrar en la habitación dejando en la puerta cualquier tipo de sentimiento, despojándote de las ganas de recibir una caricia, un abrazo, dejándote las ganas de dejarte llevar, de sentir con el corazón. Después recoges tus cosas, sales a la calle y dejas entre esas cuatro paredes el fragor de la batalla y vuelves a tu vida intentando no recordar tampoco lo que allí pasó. Por eso la vida se te va volviendo vacía, porque guardas los recuerdos en armarios distintos, incomunicados.
Lo que pasa es que llevo tanto tiempo haciéndolo que ya no sé si sabría hacer otra cosa. No recuerdo la última vez que me sentí correspondida en cuerpo y alma. Creo recordar que una se siente en un estado de semiinconsciencia que la lleva a decir y hacer tonterías y verlo todo color de rosa. Me parece que en aquellas fechas yo me sentía fuerte y poderosa, capaz de cualquier cosa. No estoy muy segura, pero quizás en aquellos días fue cuando me sentí más guapa que nunca.
Quizás por eso, cuando la otra noche la propuesta del encuentro fue acompañada de sus caricias, de sus abrazos, de sus mimos, de su mirada tierna mientras me acariciaba el pelo y me decía que no temiera, que llorara, que me desahogara, el desconcierto fue mayúsculo, porque los cachibaches de un armario bailaban junto a los del otro. Y ahora debo recolocarlos, separarlos volver a la realidad, a la, a veces, vacía y cansada realidad.

viernes, 24 de marzo de 2006

miércoles, 22 de marzo de 2006

Universidad Complutense de Madrid :: Serrat, doctor honoris causa Simplemente, gracias.

jueves, 16 de marzo de 2006

Pues sí, al final cuadró. La academia relajó el ceremonial y el cantante se adaptó al protocolo. El encuentro, en el punto exacto, nos dejó un acto hermoso, emotivo, cargado de contenidos y de gestos. Lagrimas al borde de los ojos, voces cortadas, corazones en un pálpito. Así estuvimos todos. Hasta el Rector, grande y de negro impoluto, se vio embargado por la emoción, con lo que la ternura acabó por llenar el paraninfo que, milagros de la arquitectura, se adaptó de manera perfecta al momento.

domingo, 12 de marzo de 2006

Bajo a mi patio y la primavera ya anda por ahí. Cuántos brotes nuevos, verdes, tiernos. Me ha llenado de alegría. La naturaleza se renueva entera. A pesar de que parecía que no, que el invierno había acabado con todo, resulta que no, que la vida sigue. Ya lo sé, ya lo sé, que es un tópico fácil, pero me ha dado alegría sentir el sol en la cara, cálido. El fin de semana que viene, mi ciudad me espera, llena de azahar, según me anuncian. Y yo espero volver a cargar las baterías de alegría, de humor y poder olvidar el invierno, que ha tenido de todo y no todo bueno.
Demasiado lista. Esa fue su sentencia para justificar el alejamiento. Pero es mentira. De ese modo cree que me halaga, haciendo caer en su debe el no saber tratar a una mujer inteligente. Cree que, cayendo en el tópico, me va a hacer sentir mejor. ¡Qué va!
Serrat en la Complu. En ese paraninfo, precioso, que no me canso de mirar cada vez que estoy en él. Estoy invitada, por razón del cargo-carga y me cuesta imaginar a Serrat en semejante recinto. A él me lo imagino frente al mar, tomando una copa de vino, charlando de mil cosas. El miércoles le veré de traje académico, muceta azul celeste, birrete del mismo color, guantes blancos y solemnidad. Y no me cuadra. Este hombre, que me hizo llorar hace unos meses, cuando le vi por primera vez en directo, que tiene esa manera de decir las cosas, se merece otro ambiente, por más que ese paraninfo sea precioso. Mar y vino.
También en ese paraninfo vi a Sabina la última vez. Vestido de cuero, flaco, pelo revuelto, ojos hinchados y esa cara de enfermo que le acompaña. Un pitillo de plástico en la boca y la compañía de esa jovencita, larguilucha y desgreñada, con un cuerpo de infarto, claro. Tampoco él pegaba allí. Su lugar siempre fue ese bareto, lleno de humo, mientras bailábamos y charlábamos de su vida y de política, de madrugada. Me mostró orgulloso su foto con el comandante. Y yo, con esa tendencia inmoderada que tengo de burlarme de las iconos de los demás, le pregunté por el mulato hermoso que le guardaba la espalda. Sabina tampoco pega en el paraninfo. Bares y humo.
¡Qué difícil es curarse sola las heridas! Y lo digo en sentido estricto y también en el figurado. Frente al espejo, girando el cuello cual contorsionista, intento colocar la gasa yodada en el lugar exacto, mientras examino los puntos de sutura.
Con las heridas del alma, el tiempo es el yodo. Pero, ¿cómo mata una la ansiedad del contacto rechazado?. Con valeriana, con trabajo, con otras ocupaciones, con otros contactos.
Es difícil, a veces, estar sola. Es duro, a veces, sentirse sola. Pero lo relamente triste es no encontrar respuesta válida cuando pides ayuda para curar las heridas. Las del alma y las del cuerpo.

jueves, 2 de marzo de 2006

Se abre el consultorio: en una semana tengo una boda. Me llamó anoche para invitarme, para comunicarme que conmigo hace una excepción, otra, y me permite ir a un acto absolutamente íntimo al que sólo acude la familia más cercana (esta rama de mi famila, tan rara, tan poco sociable me incluye por sistema en sus eventos y yo me siento halagada, cómo no, y un poquito agobiada por la responsabilidad que da el que te consideren especial). La conoció por internet ("¿estás loco?, ¿internet?, no sabes si te mienten, no sabes quiénes son, si son locos/as solitarios que van por la vida contando trolas a gente ingenua como tú, nada de lo que encuentres será verdad, nunca podrás saber si es verdad, ten cuidado, por favor"; a veces, debería callarme, la verdad), es pizpireta, temperamental, alegre, mimosa y le hace reir. Y extranjera, por lo que no tiene papeles. Por eso se casan, conscientes de que se quieren y aceleran el proceso porque ella corre el riesgo de que la echen y él no lo soportaría. Estás contento, le pregunté. Mucho, prima, mucho. Pues hala. Dentro de una semana voy de boda civil. Y digo yo, ¿qué se les regala? Venga, necesito ayuda. Ah, se me olvidaba un detalle: no van a vivir juntos. Trabajan en distinta ciudad, así que algo para la casa, la casa de quién, no vale. ¿Dinero? Él no lo necesita y a ella no se lo voy a dar, que todavía no es mi prima política. Ufff, empiezo a ponerme nerviosa. Vamos, amigos, se abre la lista de bodas.
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