miércoles, 26 de abril de 2006

¡Qué susto acabo de darme! ¡¡¡¡Me he sorprendido a mi misma repasando con interés personal un artículo sobre la osteoporosis!!!!!!! Sí, sí, esa enfermedad que afecta a mujeres de "mediana edad". Menos mal que he visto que no me encuentro en el rango de edad peligrosa todavía. Pero no es buen síntoma que empiece a dar la batalla de mi exultante juventud por perdida. Todavía no. Resert.

sábado, 22 de abril de 2006

Ayer oía al radiante premio Cervantes de este año hablar de su apasionamiento infantil por las lecturas de Julio Verne. No tengo yo recuerdos de esos. Para mi leer era lo normal y lo hacía sin trascendencia. Pero aún conservo y releo el primer libro que, conscientemente, compré, que deseé tener y devorar.
Fue en 1982 que, hojeando el manual de lengua, me encontré con un párrafo que me subyugó, que me enamoró perdidamente. Hablaba del despertar desolado de un pueblo misterioso después de un aguacero que había durado cuatro años, once meses y dos días. "Un viernes a las dos de la tarde se alumbró el mundo con un sol bobo, bermejo y áspero como de polvo de ladrillo, y casi tan fresco como el agua, y no vovió a llover en diez años". Describía, a continuación, la imagen de un coche cubierto de trinitarias, donde quedaba un guante, único rasgo húmano que se encontró el narrador en aquél desastre que era aquella ciudad tras la lluvia.
No era, ni mucho menos, la mejor parte del libro. La historia de una saga fantástica en la que las mujeres son mágicas, fuertes y sabias y los hombres son tozudos, inconstantes, débiles y terriblemente solitarios. Los Buendía.
Desde entonces, ese libro está siempre en la cabecera de mi cama en todas y cada una de las casas que he habitado. Los cantos amarillos, pero bien conservado. Me abrió un mundo que, como después he confirmado, es real, a la vez que imposible.

jueves, 20 de abril de 2006

Cada vez que entra en mi vida la descoloca, la revuelve, la voltea del revés. Cada vez que se ha ido me ha dejado desolada, asustada, con un vacío en el estómago, en el corazón, en la vida. Ahora ha vuelto distinto, amable, cariñoso, dándome apoyo ante lo difícil que se me acerca por el horizonte. Pero yo no puedo bajar la guardia, debo guardar mi corazón que de tanto vapuleo anda algo deshilachado. Lo peor es lo poco que le conozco, tan poco. Lo mejor es que consigue hacerme sentir viva frente a tanto anodino, tibio y asustado. ¿Cómo era el dicho? ¿"Hay razones del corazón que la razón no entiende"? Por eso yo busco psiquiatra.... urgente.

lunes, 17 de abril de 2006

Ayer me despertó el toque de difuntos en la torre de la iglesia del pueblo. Costumbre antigua que allí aún pervive. El ambiente se llena de ese ritmo pecualiar que se le imprimen a las campanas y que anuncian que alguien del pueblo ha muerto. Era un hombre. Lo supe porque al finalizar el toque, las campanas repiquetean más deprisa y luego dan tres toques seguidos, si es hombre, y sólo dos, si es mujer. Ayer sonaron tres. Los vecinos, por la calle, se preguntaban por el fallecido. ¿Quién es? El marido de fulanita, cuñado de menganita.... Siempre es así en ese pueblo. Siendo yo más joven fui testigo de otro uso de las campanas como forma de comunicación de acontecimientos. Tocaron a incendio. Era fácil saber que algo ocurría, algo urgente. Empezaron a llegar tractores y coches llenos de hombres con palas, azadas... Y echaron a correr hacia la huerta que se quemaba. Fue emocionante ver llegar a tanta gente dispuesta a ayudar a otra. Hace mucho de aquello. Me cuentan que había otros toques, pero yo sólo conozco el de difuntos. Me gusta escucharlo. Esa especie de melancolía, de recreación del ambiente de algo tan conocido, tan cercano, tan vital....como la muerte.
Cada vez que la veo por el espejo retrovisor, pequeña, enlutada, con su mano alzada diciéndome adiós, no puedo dejar de pensar que, tal vez, esa sea la última vez que la vea viva. Entonces, las lágrimas me recorren las mejillas y debo parar un minuto para limpiarlas, ya lejos de su vista, y poder seguir conduciendo. Ayer volvió a ocurrir, como cada vez en los últimos años. La echaré tanto de menos cuando eso ocurra...

jueves, 13 de abril de 2006

Borrón y cuenta nueva me pidieron. Y sí, lo haré. Esa es la conclusión de estos días de descanso. Porque me hastían las charlas inconclusas, los juicios apresurados, las relaciones futiles. Los cuernos retorcidos, los arreglos en oscuro, las falsas palabras y sonrisas, los fatuos y engolados arrogantes. Ahora pretendo amarrarme a mis afectos de siempre, a los firmes, a esos que siempre me animan y me sirven de sosten. Menos pero más cuidado, más pendiente, con más primor. Soltando lastre, ese tan pesado, ya sea por insulso o por malo, por negativo... O por las dos cosas. Bajar al detalle minúsculo, mimar los cariños, querer los mimos. Darlos y recibirlos. Los de verdad. Borrón y cuenta nueva, como me pidieron algunos, justo los que se quedan fuera, definitivamente.

miércoles, 5 de abril de 2006


Cansada por dentro y por fuera. De tanto, de tantos. Un ratito, sólo un ratito más de reposo y prometo que vuelvo a la carga. Pero necesito un ratito más, sólo un poco más.
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