viernes, 28 de noviembre de 2003

Quiero ofrecerte mi solidaridad en público, igual que antes te reproché tu actitud.
Estoy contigo en cuerpo y alma, como tú sabes que yo suelo estar en las batallas que hago mías. No importa quién tenga la razón -en esta ocasión es tan fácil elegir campo-; me lanzo a la lucha de manera ciega, loca, suicida, si es menester.
Me siento tan sucia como tú debiste sentirte y tan asqueada, pero, a diferencia de como tú te sientes -y tal vez porque, aunque lo intento, soy incapaz de ponerme del todo en tu lugar- me siento batalladora, peleona, guerrillera, boicoteadora, luchadora y anarquista. Estoy dispuesta a romper las reglas que predico, las que enseño, las que tanto respeto, porque esas reglas no están listas para esta guerra que hoy inicio.
No sé si ganaremos, pero, como en otras ocasiones ya te he dicho, iniciar siquiera la guerra ya es empezar a ganarla.
Te quiero, bombón mío.

jueves, 20 de noviembre de 2003

Hoy es 20-N y no salgo de mi estupor cuando veo a jovencitos manifestándose, a favor y en contra, de un señor que murió hace 28 años y que fue nuestro último dictador confeso.
Para mi la fecha de hoy tiene otra significación: hace 28 años me desperté y me sorprendí de que mamá no me hubiese llamado para ir al cole. Me contó que, efectivamente, Franco había muerto. Así que me senté a ver en la tele como una fila interminable de gente se paseaba frente al ataud de ese señor, que parecía un abuelo apacible, muerto como una estaca.
Nos dieron tres días de vacaciones y mi familia decidió irse al campo. El día 22, cuando las Cortes nombraban al Rey Jefe del Estado, mi padre tenía un accidente de tráfico y moría.
Por eso me acuedo siempre de este día, por eso sé exactamente el número de años que hace que pasó. Por eso no entiendo a esos jovencitos que hoy se manifiestan. ¿Qué saben ellos de lo que pasó hace 28 años?.

martes, 18 de noviembre de 2003

Hoy he vuelto a saber de ti. Subrepticiamente. A escondidas de todos. Incluso con claves, criptogramas, y jeroglíficos. Y me has pedido que no me ria de ti. No, no es risa lo que esto me provoca. Es una pena infinita. Por ti, por hacerlo, por mi, por tolerarlo.
Y, de nuevo, otra vez, teniendo la oportunidad de ser dura e hiriente, he vuelto a ser bálsamo suave.

jueves, 13 de noviembre de 2003

"Ha llamado al 91..... No está disponible. Deje su mensaje después de oír la señal". Biiiip.
"Hola, soy yo. Sé que llevo tiempo sin llamar. Y sé que no tengo excusa. La verdad es que, mientras más tiempo pasa, más difícil me resulta llamar, por que mi falta va siendo cada vez mayor. Y eso que sé que no me vais a reprochar nada, pero me basta con mis propias amonestaciones. Es que me resulta difícil enfrentarme a lo que os está pasando. Es que él es como mi padre y saber que ha fallado así, me duele. Y me duele, todavía más que nada, que se me cuele por el subconsciente pensar que lo que ha pasado es un fallo. Y me duele ser tan injusta, porque pido perfección cuando no la doy. Tenéis todo mi apoyo y mi amor profundo. Y quiero que sepáis que estoy aquí para oferceros mi ayuda. Os quiero tanto. Hasta la vista". Bip, bip, bip...
Hoy, sin falta, tengo que llamar.
Me llamaste ayer, después de muchos meses sin hacerlo. Debo confesar que estuve a punto de no contestar cuando vi tu nombre en la pantalla del móvil. Las últimas veces tu voz había sonado fría, impersonal, y siempre llevaba implícito un reproche, una queja.
Pero esta vez tu llamada se parecía mucho a las de antaño, cuando bromeábamos, cuando nos contábamos cosas y nos enmarañábamos en frases con doble sentido. Te preocupaste por preguntar cómo me lo había pasado el sábado, si había sido feliz. Y yo te dije que sí, porque es la verdad. Y te agradecí tu invitación. Pareció todo tan normal, como si no hubiese pasado nada, como si tú no hubieses vivido ese sábado otro de los espectáculos a los que tu pareja te tiene acostumbrado, esos que parece que tanto te gustan, porque no les pones freno.
Varias veces me pusiste en bandeja la respuesta irónica, incluso sardónica, pero pensé que te haría daño y me callé. Y pensando en por qué lo hice, me dí cuenta que no tiene que ver con mi amor por tí, porque ya no te quiero. Y pensé que, tal vez, en el fondo, te tengo un cariño que no estoy segura de que te merezcas, pero que me resulta imposible retener. Así soy yo, así es Gwendolin, qué le vamos a hacer.
Suerte en tu batalla contra ti mismo.

miércoles, 5 de noviembre de 2003

No sé si eres tú ese visitante anónimo, que no conozco, y que aparece en mi contador. Y como sé que, aunque te voy a ver pronto, no podré hablar contigo de esto, te contaré lo que pienso.
Nunca entendí esos amores que te hacen cambiar tanto que consiguen que uno no se reconozca a sí mismo. Y menos esos que te hacen cambiar cuando la persona amada está presente.
Para los amigos, para los que están siempre, es difícil saber a quién se van a encontrar en cada momento. Y, sobre todo, no es justo andar con caretas, porque uno llega a dudar de cuál es la cara verdadera.
También es injusto, mucho, para la persona amada. Yo jamás querría estar con alguien que no es quien es. Con alguien que finge cuando está conmigo. Y mucho menos cuando el teatro tiene su origen en el miedo.
Me gusta que me quieran, no que teman las consecuencias de no ser lo que yo quiero que sean.
Por supuesto, la otra parte tiene mucha culpa. El principio de toda relación es querer a alguien como es. Cualquier intento de cambiar a la persona que amas está condenado al fracaso.
Pero, en este caso, la persona amada no me importa en absoluto. Me importas tú, porque te he querido mucho, incluso después de descubrir tus muchos defectos, incluso después de darme cuenta de que me mentías, incluso después de saber que, ni de lejos, te quiero en mi vida, porque no te lo mereces.
Si eres tú el que lleva varios días leyendo estas páginas, quiero que sepas que ya no te quiero, porque me mentiste y me has hecho daño, mucho daño. Cuando te veo tan pequeño, tan minúsculo, tan derrotado, tan solo, me das pena.
Aunque debo confesar mi debilidad: me sigue encantando bailar contigo.
Hasta el próximo baile.... por supuesto, cuando ella no esté.

martes, 4 de noviembre de 2003

Soy de letras y no entiendo mucho de procesos químicos, pero tengo ojos en la cara y sé que cuando una fruta empieza a pudrirse lo mejor es sacarla de la cesta, que una pequeña célula maligna se degenera y empieza a infectar el sistema. Por eso es necesario extirpar. Y cuando esto ocurre la rapidez es esencial. A no ser que uno quiera acabar con la vida, con la fruta, con el ser infectado.
El tiempo, en estos casos, no cura; el tiempo, que pase el tiempo, ayuda a que la flor muera.
Y a mi me da pena que una flor tan bella, tan hermosa, que esa manzana roja, brillante y tersa se pierda para siempre.
free web counter