viernes, 30 de diciembre de 2005

La química, de nuevo, la química... La buena y la mala, la que descoloca las meninges y la que se convierte en bálsamo relajante. Y las contradicciones. Como que pudiendo elegir el linimento reparador, eliges la cicuta, el gas nervioso. Sólo esperas que, convaleciente, derrotada, enferma hasta la médula, la pócima mágica, sanadora y curativa siga allí y te ayude a superar el trance.
Feliz entrada en el 2006 a todos.

domingo, 25 de diciembre de 2005

A los diez minutos no quedaba ni rastro de su paso por mi piel. Ni antes ni después pude desviar mi pensamiento de otro lugar, lejano, donde quería estar. Sólo mi mente se apartó de ese pensamiento en un instante, en ese instante fugaz en el que me concentro en sentir largo y profundo, vaciando mi cabeza de cualquier otra cosa. No me siento mal ni bien por ello. Y no sé si debería sentir otra cosa. Anoche formaba parte de nuestro contrato de amistad y así se lo dije. "No pienses mucho en esto, vale. No vayas comerte el coco. Nos gusta y ya está". Hoy no sé si debería mandarle un beso de buenos días o dejarlo pasar como si no hubiese pasado. Porque si a los diez minutos no quedaba ni rastro de su paso por mi piel, a las diez horas es sólo un grato recuerdo en la memoria.

viernes, 23 de diciembre de 2005

Me miro al espejo, mientras inicio el ritual del acicalo diario, buscando signos evidentes del nuevo año que se me ha venido encima. Empiezo por mi pelo, con alguna cana más, pero no es nuevo el fenómeno. Que se lo pregunten a mi querida Elfo, que cada dos meses lucha contra ellas, en una batalla perdida de antemano. Sigo por mis ojos, rodeados de pequeñitas arrugas, que casi no se ven, pero que están. Tampoco son nuevas, porque son el signo de que mis ojos casi siempre rien y no se puede tener todo: una sonrisa en los ojos y que no te deje secuelas. Mi rostro, tal vez más redondo, tal vez menos terso, tal vez... Mi cuerpo más asentado, mis caderas más rotundas y firmes que hace años, lo que marca más mi cintura, mi ser más sereno en su conjunto, sí.
No veo diferencias apreciables en lo externo, así que analizo lo interno. Más seria, más consciente, más paciente, más dura.... Tal vez, más descreída, más tolerante con los defectos ajenos...y con los propios. Quizás menos atrevida...no, no menos, más valiente, pero de manera más consciente, más responsable, conociendo de antemano los riesgos y asumiéndolos. Sí, tal vez, así sea ahora.
En realidad, el cambio viene de antes, de hace dos años, de salir de mi cubículo y conocer un mundo más amplio, de enfrentarme a problemas más globales, más allá de mi ombligo y el de los mios. Ampliar fronteras tiene esas cosas. Quizás.

jueves, 22 de diciembre de 2005

Ayer mi teléfono se colapsó, mi buzón de correos no paró de recibir misivas cariñosas, mi teléfono fijo no paraba de repiquetear. Mucha gente, tanta gente se acordó de mi. Llegaron besos, canciones de cumpleaños, mensajes y caricias de todas partes, hasta del otro lado del charco, tan cariñosas, tan tiernas, que las lágrimas estuvieron en mis pupilas bailando todo el día, haciéndolos brillar aún más.
Faltaron algunos, es cierto. Y como persona imperfecta que soy, los apunté en una lista, pero no encontré papel y lo hice sobre el hielo de mi copa, así que al rato, cuando quise mirar ya no estaba, se fue por el coladero del fregadero, su sitio natural. Porque sería injusto decir que no se acordaron de mi. Hoy sigo recibiendo gestos de cariño, así que mis pupilas siguen acuosas y yo sigo sintiéndome feliz y agraciada por tener tantos amigos que, de verdad, me quieren tanto.

domingo, 18 de diciembre de 2005

Standby. Encontrarse a la espera de algo, de algo bueno o malo, qué más da. Esperar, limitar las constantes vitales unos días más para saber qué puede pasar. Limitar los sentidos, no dejar que se desborden, paciencia para vivir, entonces, algo, quizá bonito, quizá ilusionante, pero sobre todo que te haga sentir viva, plena. Aunque sean díez minutos plenos, gozosos. Y luego, si es necesario, sufrir otra vez. Pero, al menos, haberse sentido viva durante esos minutos escasos.
¿Cuántas buenas personas hacen falta para que su bondad se haga notar tanto que podamos decir que vivimos en un mundo noble? ¿Es, quizás, que el gen de la maldad es tan fuerte que hace recesivo al de la bondad?.
Digo esto porque hoy, en el taxi que me llevaba al hospital a ver a mi tia, practicamente muerta cerebralmente, la taxista criticaba la deshumanización de nuestra sociedad, el consumismo, la falta de ética y el egoismo reinantes, causante de nuestros males más profundos. Al llegar a esa sala donde los familiares esperan para ver durante diez minutos a sus parientes en la UCI, mientras su hija y su hermana entraban a ver a mi tía, la conversación ha sido la misma.
Pensaba yo, miemtras hablabamos, que yo no soy mala persona y la taxista tampoco. Mis tías y primas son buenas personas, cariñosas, cabales, con sus defectos, claro, pero cabales. Mis amigos son buena gente, no hacen daño así sin más, estoy rodeada de buenas personas, o, cuanto menos, de personas que intentan sobrevivir sin hacer daño a los demás. Pero se ve que no es suficiente.

viernes, 16 de diciembre de 2005

A veces la química es curiosa. Sí, sí, me refiero a esa que surge entre personas y que les amalgama. Yo la he sentido así con un amigo. Y no sería raro si no fuera por el medio que nos une. Esta mañana, tan temprano, he confesado en su hombro lo que me llevo negando a mi misma desde hace meses. Él no se ha dado cuenta, pero las lágrimas corrían lentas, libres por fin, por mi cara, libres, sí, por fin.
Gracias, por estar ahí en ese momento. Así ha sido bastante más fácil.
Ayer, una amiga me mandó este correo:
"Le quiero mucho, le quiero tanto. Es un amor sosegado, rendido, con las reglas asumidas, interiorizadas, llevan siéndolo desde hace casi dos años. A mi, es verdad, a veces, se me salen las ganas por la boca....y entonces, me retiro a mis cuarteles de invierno. Porque no puede ser, no puede ser. Yo lo sé, él lo sabe. Fíjate, le quiero tanto que no intentaré nunca nada más de lo que tenemos, porque no quiero que lo sufra, no quiero que traicione ni que se traicione".
Le contesté mandándole ánimos, incitándola a conocer a gente, a salir de su circulo vicioso y felicitándola por tener tanto amor en su corazón. No le dije cuánto me recordaba a mi misma hace años, cuando amé así. Ese primer amor, no adolescente, sino maduro, sentido, querido, deseado, consumado hasta los tuétanos. Tampoco podía ser. Por eso él sufría, por eso disipó mis dudas para marcharme de mi ciudad mágica. "Vete, por favor, vete. No soportaría tenerte cerca y no tocarte, besarte, amarte. No soportaría dañarla a ella. A ella la quiero, a ti te amo". Y yo, le quería tanto que me fui, aunque dejase allí tantas cosas, sobre todo a él, al que quería tanto que dolía. No le dije a mi amiga lo que sentí cuando en uno de mis viajes le vi con otra, que no era ella. El dolor de la traición.... qué ridiculez.... de la traición a mi sacrificio, a mi desamor callado. No, no se lo dije a mi amiga. No era el momento...aún.

jueves, 15 de diciembre de 2005

De nuevo, otra vez, la misma tarea, demasiadas veces repetida ya. Borrar los correos, los mensajes, los nicks, los rastros de su paso por mi vida. Para no pensarle, para no buscarle, para que no exista... E iniciar el camino, otra vez, como Sísifo, desde el principio.

martes, 13 de diciembre de 2005

Esta mañana, de nuevo, he pedido al taxista que apagase la radio. No, no era la emisora que me saca de mis casillas. Era otra. El reloj marcaba las 9 y un minuto y el locutor decidió contar paso a paso el protocolo contenido en 43 páginas, dijo, que debe seguirse en cualquier ejecución por inyección letal que se precie en la tierra de la Libertad y las Oportunidades.
Sé que las estadísticas se esfuerzan por ofrecer el número de niños que mueren por minuto, el número de mujeres que en esa franja de tiempo sufren un maltrato, pero me pareció absolutamente vergonzoso seguir paso a paso el asesinato premeditado, frío, protocolizado de una persona por parte del Estado, esa invención del hombre que pretende salvarle de otros hombres. ¡Qué ironía! El salvador es el asesino.
No justifico la violencia, ni la muerte de nadie a manos de otros, pero me parece bochornoso que la permita la ley.
Curioso que el país más rico y poderoso del mundo se comporte como el más pobre y subdesarrollado del Tercer Mundo.
Me ha dado vergüenza ajena... y propia... porque sólo le he pedido al taxista que cambie la emisora....
De nuevo las 5.30 de la mañana. De nuevo el calor asfixiante, la sequedad de la boca, el desasosiego del sueño. De nuevo el intento de dormir un rato más, infructuoso. De nuevo me levanto y me dirijo al ordenador. Cargo el correo de mis diversas direcciones, mientras reviso la primera clase de esta mañana y decido hasta dónde llego hoy. El cuerpo me pide darles una clase profunda, larga, sistemática y técnica. Pero ellos no deben pagar las consecuencias de mis últimas horas del día de ayer. A pesar de la cena agradable, como siempre, sabrosa, llena de sensaciones nuevas que nos ofrece sorprendemente ese restaurante cantonés que tanto me gusta, el recuerdo de la conversación tajante e injustamente cortada, sus mensajes posteriores llenos de juicios precipitados de valor y la última llamada telefónica me habían tenido sumergida en un sueño denso, inquieto, desasosegado.
Y ello a pesar de que el último contacto me había permitido poner las cosas en su sitio, acusarle de prejuzgar, de emitir opiniones sobre mi persona sin conocerme lo suficiente, acusarme de defectos de los que me orgullezco de no tener. Él escuchaba mis reproches, serios, tajantes, duros, en silencio, en la distancia y, de nuevo, por segunda vez en veinticuatro horas, me pedía disculpas. No sé qué tipo de relación, de la clase que sea, puede iniciarse de este modo, a base de disculpas sucesivas. Tal vez sea que la edad me va moderando y que la regla de contar hasta diez antes de explotar da resultados. Tal vez piense que merece más la pena sentar las bases de algo, lo que sea, ahora que quedarme con los reproches en la boca y llevarlos guardados en el pecho, oprimiendo. En realidad, me sentí muy bien ayer cuando le pedía que no se atreviese a juzgarme sin pruebas y eso haga que le de otra oportunidad. Lo malo es que con cada disculpa suya, mi frescura y mis ganas de arriesgar van disminuyendo y en este momento, tal vez me apetecía ser más loca, menos racional, más espontánea, más niña. Pero es evidente que este hombre se va a encontrar con toda una mujer. Y lo mismo, eso no es malo del todo.

lunes, 12 de diciembre de 2005

"Seducir.
(Del lat. seducére).
1. tr. Engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo.
2. tr. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.
3. tr. Embargar o cautivar el ánimo"

"Te voy a seducir". Así terminó la conversación telefónica de anoche. ¿A cuál de las acepciones del término se referirá?. En esta aventura que inicié hace apenas dos meses, me he encontrado con gente diversa. En esta búsqueda premeditada de aún no sé muy bien qué, ésta fue la última frase, que quedó colgando entre mi oreja y el móvil durante un rato.
Me ha despertado esa sensación pesada en el vientre. Ese no dolor sordo. Los ligeros calambres corriendo muslos abajo, tenues, pero molestos. He mirado el reloj. Las 5.30 de la mañana. De nuevo el pinchazo mudo, la pesadez de la espalda, a la altura de los riñones. Un rápido repaso al calendario lunar ha sido suficiente.
Guiamos nuestra vida por el sol, pero a mi me despierta el influjo de la luna.

viernes, 9 de diciembre de 2005

Hoy va de miedos. No de los mios, que darían para un libro. De los de otros. Miedo a empezar una historia y miedo a acabar otra. Miedo a comprometerse y miedo a romper un compromiso que se siente pesado, inútil. Curiosamente, les unen más lazos de los que ellos imaginan, cuiosamente. Por ejemplo, les uno yo, haber entrado en sus vidas, haberme quedado parada un tiempo y seguir en ellas, de otra manera, de la única manera que ellos me permiten estar, pero que, hoy por hoy, me compensa.
Yo siempre he pensado que el amor me daba fuerzas, me hacía invencible, inexpugnable, vencedora. Igual no lo era, pero yo me he sentido así y el sentimiento de euforia, la adrenalina que provoca, era tan excitante que daba miedo, pero era otro miedo, ese que te hace maravillosamente irresponsable y atrevida.
Ellos no aman y por eso tienen miedo. Pero de ese que te agacha la cabeza, te la hunde entre los hombros y te hace invisible.
Y junto a este miedo, un correo lleno de valor, de autoestima, de fuerza. También sale del amor, del no correspondido, que ese también quita fuerzas mientras no eres consciente, pero da mucha cuando decides tomar, de nuevo, el mando de tu vida.

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Qué extraño es el tiempo, la medida del tiempo, la conciencia del tiempo!. A veces pasan días y días sin que ocurra nada, monótonos, tan iguales unos a otros que apenas notas la diferencia (como esa película de extraño argumento en la que el tiempo entra en un bucle y se repite cada día del mismo modo). Otras veces, sin embargo, las viviencias son tan intensas, te pasan tantas cosas concentradas en milésimas de segundo que, cuando te paras a reflexionar, te das cuenta de que has vivido mil historias, mil sensaciones, distintas, opuestas, contradictorias, en apenas tres semanas, el tiempo que dura un amor, una ilusión, una decepción, un desangaño, una amistad sólida -con lo que eso cuesta-, un rechazo -de mi misma, de alguién a quien conoces, de nuevo de mi misma-, un aprendizaje, una lección, un nuevo amor -a una misma, a tu tiempo y a tu historia, a tu vida y a los tuyos-.
Es todo tan rápido que cuando verbalizas los pensamientos te sientes boba y avergonzada de lo que has hecho, descolocada, despeinada, como cuando consigues salir de la fuerza centrífuga de un ciclón y ves toda la historia desde fuera y no sabes muy bien cómo llegaste, ni cómo has salido de ahí. Sólo es posible sacar la ensñanza, en este caso positiva, de que te conoces un poco más, de que eres más sabia -lo que no excluye el error futuro- y de que te reconocerás mejor cuando te mires al espejo, más sosegada, más entera, más sencilla, más vulnerable, más fuerte. Todo en uno.

domingo, 4 de diciembre de 2005

Cita a ciegas. Nunca antes, nunca después. Lo peor es mi inseguridad durante días. ¿Cómo ha podido hacerme sentir tan patito feo, tan poca cosa?. Todavía se ha permitido el lujo de elegir, de poner en duda la valía, siendo como es. Definitivamente, la gente tiene un alto concepto de sí misma. O yo tento demasiados complejos. Su mirada de sorpresa y admiración ha sido un paupérrimo premio, pero un premio al fin y al cabo. No he dejado que pague nada, no permitiré ningún reproche en ese sentido. ¡Qué difícil intentar unir su voz, sus palabras, sus mensajes con esa persona! Y lo he intentado, todo el rato, mientras cenábamos y me contaba tonterías, mientras tomábamos una copa y bailábamos. Afortunadamente, al bajar del baño, un joven moreno, guapo y alto me ha piropeado. "Olé, las mujeres guapas", me ha dicho. Y eso me ha dado fuerzas para decirle que me iba a casa, que ya no aguantaba más.
Cuando me he montado en el taxi -no he permitido que me traiga a casa y él ha aceptado la derrota- me he sentido horrorizada. Ha conseguido anularme, cuando tiene tan poco que ofrecer. No voy a permitirlo más. Valgo demasiado, tengo tanto que ofrecer, tanto para dar. Se acabaron los complejos. Nena, tú vales demasiado. El que no quiera verlo que se quede tuerto, cuando no ciego.

martes, 29 de noviembre de 2005

El día empezó gris, pero se fue tornasolando. Risas y decepciones. Como la vida, pero todo en uno. En un día. Una historia que acaba y otra que se vislumbra. Sin saber cuál es la buena, cuál es la que sirve para llenar huecos. Tal vez ninguna.

jueves, 24 de noviembre de 2005

Hace meses, mientras me sumergía en aquella piscina caliente de agua salina y dejaba que me rodeasen las burbujas, decidí que no me iba a afectar nada que tuviese que ver con ese trabajo. Decidí que lo haría con la mayor eficacia posible, porque soy así y porque mis compromisos y lealtades me impiden hacer otra cosa. Cada día un granito de decepciones va llenando el recipiente, pero no lo siento, no me preocupa. Hace meses decidí asumir que esta es una etapa más que hay que cumplir y que cuando acabe una se va a su casa sin más. Lo único que hay que perseguir es llevar la cabeza en alto, la conciencia tranquila, los principios intactos, limpios. Por eso me tomo a risa algunos enfados y cabreos, algunas decepciones. Igual no me entienden, pero es bien fácil: hace meses que decidí ser eficiente y asumir que hay cosas que no se cambian, porque ni se puede ni se quiere. Y da tranquilidad, de verdad.

martes, 22 de noviembre de 2005

Treinta años, sí. Hoy hace treinta años. Toda una vida. Toda mi vida. Escasos recuerdos, algunos importados de otras memorias, otros inventados sobre imágenes fijas. Una sonrisa eterna, unos ojos negros vivos. Y sobre ellos el mito. Como cada año, hoy treinta.Ya, casi sin darse una cuenta, siendo consciente de cada minuto que ha pasado. Treinta años hoy.

sábado, 19 de noviembre de 2005

Como una célula fotovoltáica, dejando que el sol, la luz y el espíritu de esta ciudad mágica se me cuele por todos los poros. Paseo sola por sus calles, por sus plazas, por sus ruinas y la huelo, la inhalo, me la llevo para siempre en la retina, en la piel, en la nariz. Y pienso, pienso mucho, en lo lejos que está mi mundo. Esta mañana, desayunando, se lo contaba. Cuando el viaje es corto, como este, tardo apenas dos horas en olvidarlo. Cuando el lunes vuelva a sonar el despertador y haya que volver a la lucha diaria, mi visita a Medinat Al-Zahara de esta mañana será un sueño, como el de la favorita adorada para la que, dice el cuento, que la ciudad se edificó. Me quedan las imágenes tomadas con el móvil para recordarla, pero una máquina no captura el paisaje, la luz, la neblina, el sol débil con que me recibió el recinto. Volveré con él, en eso hemos quedado. Ojalá la magia siga allí.

viernes, 18 de noviembre de 2005

Y Luis se hizo carne. Y resultó ser un chico agradable, atractivo, simpático, tímido, educado, todo un caballero y sencillo. Este rasgo es el que impedirá que haya algo más que amistad entre nosotros. Su vida es sencilla y no debería complicarla. Soy yo la que no debo ser egoista y dejarle vivir. Porque me gusta su compañía, me siento relajada, tranquila, a gusto con él, debo dejar que su vida no se complique más de lo necesario. Sí, ya lo sé, el que no arriesga no pierde, pero tampoco gana. Pero igual el juego no merece la ganancia. O igual sí. En fin, mañana, en nuestro desayuno furtivo, intentaré que hablemos de esto. O igual no, igual dejo que la conversación fluya por lugares agradables, luego cogeré mi tren volveré a Madrid y quién sabe lo que deparará el futuro.

martes, 15 de noviembre de 2005

Luis empieza a difuminarse en el ciberespacio, a convertirse en un ser irreal, transparente, un ente. A pesar de sus mensajes al móvil, de sus llamadas intermitentes, de sus conversaciones entrecortadas. Se ha convertido en rutina abrir el programa de mensajería instantánea y encontrarle allí, conectado o no, y esperar la conversación de rutina. "Qué tal tu día", "qué tal las clases", "sigues enfadado con tu jefe", "cómo ha ido el juicio o la inspección", "qué tal los chicos". Ni siquiera le da realidad el icono que reperesenta una rosa con el que inicia y termnina cada conversación. Este modo de comunicarse completa a la carnal, pero no puede sustituirlo y la fuerza del principio se ha desvanecido totalmente. Igual es mejor así. Igual no debería ni siquiera intentar la aproximación personal. Igual habría que dejarlo morir, dejar de conectarse, mostrarse siempre ocupada y dejar que muera por agotamiento.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Estoy cansada de ir a estos sitios sola, de llegar en taxi sola, de descabalgar las mesas llenas de parejas porque voy sola, de no tener a nadie que me busque una copa, me saque a bailar, me acompañen a casa después. Estoy harta de hacer tantas cosas sola.
A veces, es verdad que no necesito a nadie, que me molesta la compañía de alguien, pero en noches como la del sábado me sentí sola y no me gustó. Afortunadamente, una tiene este carácter y parece que siempre está alegre. Lo parece.

viernes, 11 de noviembre de 2005

¿Cómo puede una enfadarse con un hombre que se da cuenta de que has cambiado de peinado? Se acerca sinuoso, sonriente, te coge de la cintura y al oído te dice que te sienta bien, que te ves guapa. Así no se puede mantener la más mínima dignidad. Por eso, cuando te dice, encogiendo los hombros que él no tiene nada que ver con el origen de tu enfado, que él no sabe nada, tú vas y le crees. O haces que le crees. En realidad, igual no se te acerca así, no te sonríe de manera especial, no te mira ni te susurra, pero cada una ve la realidad como quiere. Y este hombre tiene la capacidad de hacer que caigan mis barreras, mis autosuficiencias y mis falsos orgullos. Cuando me ofrece una cita con café, los puentes levadizos han caído, la muralla es absolutamente accesible. Canalla.

jueves, 10 de noviembre de 2005

Ella es especial, sin duda. Un aura de paz, de inocencia, de ingenuidad la rodea. Vive en la mentira de la belleza y lo sabe, así que busca otros criterios para formar sus afectos. Le pregunto sobre el físico y siempre responde lo mismo. "No lo sé. Yo sólo te veo el alma" Y lo mejor es que estoy absolutamente convencida de que es cierto, de que está dotada de medios extras para reconocer lo de dentro, para no dejarse llevar por lo de fuera, para bien o para mal. Es una luchadora nata, una mujer sacrificada y dura, que puede conseguir lo que se proponga. La vida la ha puesto al límite demasiadas veces para que ella no sepa valorar cada gesto, cada risa, cada guiño, cada mirada, cada abrazo y cada sinceridad. Hoy ha entrado en este diario sin candado y se ha entusiasmado sabiendo que puede estar en contacto conmigo con una simple tecla, como si yo no supiese que siempre está conectada a mi, porque me tiene en la mejor parte de sus pensamientos. Me encantará verla por aquí más a menudo. No suple el encuentro personal, claro, pero los tés cibernéticos tampoco están mal. Bienvenida Elfo.

martes, 8 de noviembre de 2005

Por ahí no. Por ahí no vas bien. Si algo tengo seguro en esta vida son mis afectos, el origen y la causa de mis afectos. No soy ciega, veo los defectos, pero los perdono porque las virtudes los compensan con mucho, con muchísimo. Tu crítica a los amigos es ruín, falsa, falta de rigor y no voy a permitirla, no en mi presencia. Y me pides silencio y discreción. Tú, un recién llegado, sin ningún derecho previo más que algunas de tus conexiones, que no todas. Aún así, criticas lo sagrado y ahí no, ahí molesta y tú no tienes derecho a hacerlo. Lástima, tu incontinencia verbal y tu sectarismo te han hecho perder tantos puntos frente a mi. A tí te dará igual, lo sé, pero a mi no. Desde ahora pasas a engrosar la lista de conocidos a los que se sonríe por compromiso, por conveniencia, por educación. Y eso que me caías bien, pero por ahí no, por ahí no paso.

sábado, 5 de noviembre de 2005

Por fin sucedió. Casi tres años después de que los avatares del ciberespacio y su torpeza me obligaran a crear una cuenta privada, anónima, irreconocible, con un nick que reflejaba claramente cómo me sentía en ese momento, he borrado su nombre. Tres años esperando una respuesta que nunca llega. Es lo que tienen los cobardes y ruines que no tienen en cuenta el sufrimiento que esparcen a su alrededor, con su mirada inocente, esa de "¿he sido yo?". Cierto que ya hace meses que esa cuenta no sirve para que él me hable. Se ha convertido en un sitio divertido y picante. Y ahora también en un lugar de charla agradable. Por eso, esta tarde he procedido a borrar ese nombre, siempre en rojo, que se había convertido en parte del decorado.
Acostumbramos a despreciarlos, nos apartamos cuando están cerca, no soportamos su olor, su presencia sucia. Yo lo hago, lo reconozco, sin pensar de dónde vienen, qué historia ocultan, qué pasó para que acabaran tirados en la calle, cómo eran en su vida convencional, normal. Ayer, camino del trabajo me encontré con un grupo. Uno de ellos bebía a morro de una botella de alcohol que se acabó. Entonces se levantó, se dirigió a una papelera y la tiró allí. Más civismo y educación que muchos de los que nos vanagloriamos de ser ciudadanos de primera, insertados en el sistema. Me dió una lección el mendigo, la de no juzgar a nadie a priori. Voy aprendiendo.

miércoles, 2 de noviembre de 2005

No hay nada como un argentino adulador para alegrarte un duro día. "Funsionaria, casa propia, veinticuatro años... Vos sabés que el médico me resetó algo así?". Qué se puede hacer ante esto, sino sonreír. "Por qué trabajás tanto?. Para qué querés tanta plata?". Firmo los papeles y al marcharse, dos besos y de nuevo el coqueteo. "Cuándo es que vos salés a tomar una copa?". "Vendré a supervisar la instalasión de la caldera. Tengo tú teléfono, gallega".
Menos mal que quedé tan tarde con él. Al menos un día cansado, triste, decepcionante y largo ha terminado con una sonrisa.

domingo, 30 de octubre de 2005

Que nadie te "basuree". Así, como tú dices tan gráficamente. Que nadie te hunda, te maltrate o te haga sentir inferior, porque no lo eres. ¡Si supieras lo que pensaba cuándo me contabas tu indignación!. Pensaba en aquella niña que llegó a mi despacho hace tantos años a recibir una ayuda que siempre pensé que no necesitaba. Y en como el tiempo te ha hecho una mujer hecha y derecha, algo insegura a veces, pero fuerte. Me acordaba de todas las cosas, tuyas y mías, que hemos pasado juntas, de las risas y los lloros, tuyos y míos, que hemos compartido y enjugado. Y te veía grande. Las tareas difíciles y gigantes nos hacen gigantes y fuertes y a ti te veo así. No dejes que nadie te hunda, no dejes de sentirte fuerte y luchadora. Yo, orgullosa, te miro y me congratulo, porque te reconozco como báculo donde me apoyaré cuando lo necesite. Y hay días que lo necesito tanto.

sábado, 29 de octubre de 2005

Yo siempre hago como si no pasase nada, obviando el ruido de los motores, cómo vibra el asiento y sin mirar por la ventana. Al lado, Mercedes deja el períodico y cierra los ojos, siempre lo hace, y no los abre hasta que desaparece la señal luminosa encima de nuestras cabezas. Este vez yo miraba a la azafata, una niña alta, flaca, lánguida, rubia y pálida, de huesos largos, que sentada frente a nosotros, con la espalda algo encorvada, se miraba las manos y al vacío alternativamente, sin un sólo gesto, ni un guiño, sonrisa o mohín. Como esa cara que ponemos al subirnos a un ascensor o mientras esperamos la cola del banco. La costumbre y la rutina que son muy aburridos.

martes, 25 de octubre de 2005

Preparar una maleta es una lata, sobre todo cuando lo haces para un viaje que no te apetece mucho. Esta vez he visto claramente cómo afecta el paso del tiempo a la maleta: lo primero que he reunido son los blister (¿no existe una palabra en español para esas cosas de plástico donde van empacaditas las pastillas?) de los distintos medicamentos que debo llevar. Paracetamol para el resfriado que mantengo a raya desde hace días, antiinflamatorio para ese dolorcillo sordo que tengo en el dedo gordo de la mano, fibra para...., el multivitamínico para este otoño que me deja agotada al llegar la noche y, para colmo, el tratamiento de la dismenorrea, que en una maleta que se precie, en un viaje que no acaba de apetecerte, no deben faltar los productos de higiene femenina (cómo se adaptan los ciclos lunares para fastidiarte esos viajes que ya son un fastidio). Al final he reunido un pequeño botiquín que me obliga a coger una malete más grande de la pensada al inicio.
Ayer tuve otra imagen del paso del tiempo. En el autobús que me llevaba a mi clase de pilates, dos chicas, dos niñas, como luego pude apreciar, comentaban su fin de semana de chupitos, relaciones públicas guapos, nenes que las abordaban camino del baño, borracheras a las seís de la mañana (hora límite para llegar a casa) y rollos con amigos. Todo ello sin tener la edad necesaria para poder beber sin ser un delicuente. Fue por eso que me di cuenta que eran unas niñas, porque nada menos que 20 años nos sepraban. Cuántas tonterías se hacen y dicen con esa edad.
Sigo con la maleta.

lunes, 24 de octubre de 2005

Hoy va de nostalgias. Hace años, tal día como hoy, tenía lugar una de las últimas oportunidades de salir al campo a celebrar un perol. Creo recordar que yo estudiaba segundo de carrera cuando asistí al último de verdad. Pero yo recuerdo mejor -cosas de la edad- los de mi niñez. Reunión de amigos junto a los coches. La intendencia se había repartido. Unos el pan recién hecho -teleras-, otros las sardinas frescas para asar, otros el chorizo y la panceta, otros las bebidas, cervezas y vino, preferentemente. Llégábamos alegres, dispuestos a pasarlo bien. Lo normal era que hiciese un sol de otoño, cálido y brillante. Aparcábamos junto a un riachuelo y empezaba la parafernalia de montaje de sillas, mesas de campig, botellas de agua. Los niños busacaban, buscábamos, la leña para encender el fuego. Una vez hechas las ascuas, empezaba la pitanza. A los niños nos hacían un columpio en un árbol, con un cojín o manta para evitar que nos hiciéramos polvo los culetes. También había balones, combas para saltar, aros, diábolos. El día pasaba entre risas, paseos y partidillos de fútbol. Tarde, bastante tarde, se empezaba a cocinar el arroz. Cocinaba siempre un hombre. El arroz de ese día era competencia absoluta de cocineros. Y mas tarde, cuando faltaba ya poco para anochecer, nos comíamos el perol, jugoso, con ese sabor a vino de la tierra, fuerte. Terminado el arroz, las mujeres fregaban. El perol se untaba primero con una mezcla de jabón y tierra, para evitar que se pegase, se enjuagaba con agua del arroyo perfectamente, se untaba de aceite y se guardaba para la próxima, con un papel de estraza. Se recogía la soga del columpio, los balones, los juguetes, las sillas y mesas de camping y se volvía a casa. Tradicionalmente, había caravanas para volver a casa, porque todo el mundo había hecho lo mismo. Llegábamos a casa cansados, un baño y a la cama.
Supongo que mis amigos hicieron el perol ayer y luego siguieron de copas. Hoy estarán durmiendo hasta las tantas, por eso no contestan a mis mensajes, pero no importa. Yo me acuerdo de ellos y echo de menos los peroles. Igual debería hacer uno en mi patio, que para eso tien pinta de andaluz.

sábado, 22 de octubre de 2005

A veces los sábados son tristes y una se aburre soberanamente. Intenta trabajar y se sienta delante del ordenador, pero las ideas se resisten y andan revueltas, sin dejarse clasificar. Demasiadas ideas. La lluvia cae y, aunque intento encontrarle el puntito romántico, la gotera que persigo con baldes y azafates me hace maldecirla. Salgo a buscar diversión consumiendo y la tarde se vuelve agridulce por el vaivén de las tallas (misterios del patronaje). En el último momento, me meto en un chat y empiezo a recibir ofertas de conversa de solitarios como yo. Así que me asusto y me desconecto. Pongo la música y escucho los discos nuevos, pero esta vez la elección no ha sido adecuada. Tristes, derrotados, de vuelta de todo. Sabina, vamos. Busco en mi videoteca y los dedos se me van a la peli que me hace llorar siempre. "Yo tenía una granja en Africa a los pies de las colinas de Ngong". Cambio el disco. Javier Ruibal, que me anima un poco. Otro correo de solitarios buscando charla por la red. Decido apagar el ordenador que no ordena. Un libro. Sí, eso me animará, supongo..espero. Aunque cuando el ánimo está tan gris, no sé yo. Dejar pasar el sábado lluvioso.

jueves, 20 de octubre de 2005

Hoy se me ha roto el corazón. Me ha llevado a su habitación para enseñarme su traje para la boda y encima de su cómoda la he visto. La foto, en solitario, de ese marido que hace años la dejó por otra.

martes, 18 de octubre de 2005

No mucha gente es capaz de provocar en mi la sensaciones que anoche surgieron mientras oía a Saramago. Son esas palabras simples -qué bien habla español este señor, a pesar de su acento portugués-, lógicas, que se convierten en eso que tú siempre has pensado, pero que no sabías cómo expresar. De pronto, adquieren forma, se conjugan con un verbo, un sujeto, un predicado y pasan a formar parte de lo que tú piensas y defiendes. Sólo me ha pasado con otro personaje, denostado a veces, tachado de lunático, utópico y loco, pero que puso en su boca todos y cada uno de los principios que defiendo, por lo que lucho, en los que creo y a los que, sin embargo, no voto, porque ya no están en el programa, programa, programa.
Lo mejor de la charla de ayer es que deja poso. No me impresionó anoche, pero esta mañana, sin querer, me he visto repitiendo una a una sus ideas delante de mis alumnos, que me miraban medio asombrados, medio fascinados. Alguno de ellos, pocos, la verdad, incluso asentía cuando yo iba desgranando su pensamiento y adaptándolo, sin esfuerzo, a la materia de mi clase de hoy.
Embrujada por Saramago. Una más, imagino.

lunes, 17 de octubre de 2005

I. ¿Por qué nos extraña que alguién que lo fue hable mal del que lo es ahora? Aquí acostumbramos a criticar a todo el mundo, al vecino, al amigo, al de al lado, sobre todo si le va bien.
Hace unos años, un profesor alababa la costumbre contraria en EE.UU. lealtad total con el nuevo mandatario, sea el que sea. "No critiques. Es mi presidente".
Obviamente, el que está no es el presidente del que se fue. ¿Por qué no decirlo? Otra cosa sería mentir. Y eso es pecado. Ni tanto ni tan calvo.
II. A mi me resulta extraño que el resultado de las elecciones de un país los anuncie la ministra de otro país. Democracia, independencia. Pues no me parece.
III. Y si hay que modificar la Constitución, ¿qué?. Otra cosa es que el horno esté para bollos. Que se nos anuncien las siete plagas de Egipto si tocamos una coma, que se nos asuste con el hundimiento del Estado. ¡Qué pérdida de tiempo! Igual muta el virus ese de la gripe de los pollos y nos estamos crispando por tonterías. Yo, por si acaso, no respiro cuando como pollo.
IV. No sólo se delinque por acción, también por omisión. Ya estamos tranquilos, ¿no?. La frontera ha quedado limpia como una patena de subsaharianos. Ya no hay que preocuparse por los asaltos a la verja de estos "rocieros" del más allá del desierto. Pero todos sabemos que dejar esta tarea a los alauitas supone que se les trate como se les está tratando. Y callamos y consentimos. Vergúenza ajena... y propia. ¿A cambio de qué? Me temo lo peor viniendo la cosa del primo del sur.

domingo, 16 de octubre de 2005

Fin de semana de catarsis, de renovación total, de renacimiento. Lavadoras y más lavadoras. Jerseis, abrigos, pantalones de pana y chaquetas. Guardando camisas, camisetas, faldas ligeras y vaporosas. Repaso a medias, calcetines y pantis. Qué cansada estoy ya del invierno.

P.D. Anoche hablé con mi sobrina postiza -tan real- que está en Bostón. Me preguntó por Felipe, el novio hinchable que me ha regalado para que me haga compañía. Y me contó las novedades de su colegio. Saben menos, pero sí dónde buscar. Y distingue el español de España y el de Méjico, igual que distingue el inglés de Inglaterra del americano, que ella habla estos meses. Tía Rose, me dice y yo me derrito.

PP.D. Anoche vi "Love actually", la peli que vendían con el períodico. Aún haciendo una comedia simple y ramplona, los europeos, los ingleses, son más elegantes y divertidos que los americanos. Tiene razón Anita, no hablan el mismo idioma.

sábado, 15 de octubre de 2005

Palabras de apoyo, de admiración, de halago. De fe en mis posibilidades. Más de la que tengo yo en mi misma. Me gustó escuchar algo que ya intuía, sin comprender por qué, desde cuándo, en qué momento lo vió. Pienso yo que se dejó llevar por un prejuicio, una corazonada, un pálpito y, tal vez, acertó. En cualquier caso, lo último que yo quisiera en este mundo es desmerecer su apoyo, su fe en mi, decepcionarle ni una milésima. Estas lealtades, estos compromisos son de los que no cuestan, de los que se llevan con gusto.

viernes, 14 de octubre de 2005

Se acabaron las dudas, los malestares, los malentendidos. Se aclararon expectativas e incertidumbres. Bastaron dos conversaciones en un par de horas para que todo quedase claro, para que la paz volviese a mi ánimo, para quedarme tranquila y sosegada. Ahora sé cuál es el futuro próximo, cuáles son los apoyos, cuáles los nuevos retos. Todo claro, despejado, y yo feliz, relajada, nueva.

jueves, 13 de octubre de 2005

Sindrome premenstrual masculino. Existe, es igual de agresivo o de depresivo y no tiene fecha de caducidad. Tal vez porque no depende de una hormona. Depende de una neurona, quizá de la falta de ciertas neuronas, las que dan la madurez. Embiste sin darse cuenta de que puede molestar, herir y romper algo bonito. Habrá que entenderlo, comprenderlo, asumirlo. Pero la comprensión, esta sí, tiene fecha de caducidad. Espero que lo sepa y lo arregle antes de que se archive el afecto.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Debo aparecer patética. Anoche mi madre,la que siempre quiere que me quede en casa, que esté con ella el máximo tiempo posible, me animó a salir cuando un amigo me invitó a tomar unas copas. Sal y que te dé el aire, me dijo. Le hice caso y fue divertido dar una vuelta por mi ciudad mágica de noche, conocer a gente nueva y visitar locales que ni sabía que existían.

jueves, 6 de octubre de 2005

Me gustan sus correos, insinuantes, inteligentes. Me divierten y me halagan. Me obligan a buscar las palabras adecuadas para contestarle sin decir nada, pero diciendo mucho. Se crea, sin querer-queriendo, un lenguaje secreto, críptico y divertido entre nosotros. No durará mucho, me imagino. Pronto empezarán los temores, los miedos, las prevenciones, las direcciones alternativas, las horas intempestivas, los merodeos. Suele ser así. Así que me voy preparando, para no decir tanto, para no insinuar tanto, para no requerir tanto. ¿Por qué, a veces, es tan difícil esta amistad íntima y complice entre un hombre y una mujer? ¿Alguno de los dos no está jugando tan limpio y tan claro? ¿Alguno de los partenaires no es capaz de sujetarse dentro de los límites? ¿Hay que controlarse al llegar a esos límites? ¿Puede una amistad complice e íntima traspasar el papel y la pantalla sin que ello suponga trasgredir otras lealtades?

miércoles, 5 de octubre de 2005

Cuando le agradecí el regalo del libro, me auguró llanto. Así que como ayer quería llorar, lo abrí en cuanto pude. Me senté en el vagón del metro y empecé a leer, seguí leyendo mientras subía los tres tramos interminables de escaleras mecánicas y no paré de leer por la calle, debilmente iluminada, mientras aprovechaba la luz de neón que escapaba por los escaparates. Crucé la calle mientras leía, mirando de reojo las luces del semáforo y entonces empecé a llorar. Quería rendir un homenaje húmedo a mis muertos. No a los físicos, a los seres humanos que me han dejado. No, quería llorar por ilusiones, confianzas, sueños, lealtades e inocencias. Por sacrificios, tensiones, amores ciegos y paciencias. Por trabajos, esfuerzos, compromisos y despedidas. No había sido un día alegre, había sido tenso, completo, intenso y decepcionante. Por días como este necesitaba yo llorar. Catarsis, limpieza, depuración. Al día siguiente, tal vez, otra vez la sonrisa, enmarcada en unos ojos del corazón hinchados por el llanto. Tal vez.

martes, 4 de octubre de 2005

Me acerqué a despedirme de él, como hago siempre. Porque es el jefe y hay que ser educada, pero, además, porque me divierte la escenificación que invariablemente se produce en ese momento. Ayer, me cogió la mano, la apretó y se la llevó a los labios, me miró con ojos de cordero degollado, esa mirada que mezcla una especie de deseo y pena, que siempre me da risa. Le miré con cariño, le guiñé un ojo y le sonreí. Por fin, él soltó la mano y yo me volví, sabiendo que seguía mirando. A él debe gustarle también la pantomima, porque hacía pocas horas que nos habíamos quedado solos, paseando por las calles de Madrid y se dedicó a hablarme de su trabajo, de sus aspiraciones, de sus aficiones, pero ni una palabra de nuestro juego. Eso me alivia, por qué negarlo. Sigamos jugando, marcando límites. A mi me resulta divertido. Y es solo eso, un juego divertido.
Lo llaman Tribunal, aunque no necesariamente imparte justicia. Él, por ejemplo, no la ha recibido. Sé que ha tenido el apoyo suficiente, probablemente el mejor, sé que le habrán sujetado cuando, a pesar de que él ya lo sabía bien, no ha recibido ningún voto, pero yo quiero, desde aquí, darle el abrazo más firme, el ánimo más caluroso y la reafirmación en sus méritos profesionales más enérgica.

domingo, 2 de octubre de 2005

Se ha dormido en mis brazos y me ha robado para siempre el corazón. Al principio no quería, se removía, refunfuñando. Entonces yo le he cantado al oido, chasqueando los dientes, ronroneándole al oído. Entonces ha puesto su cabeza en mi pecho, cerca de mi cuello y ha cerrado los ojos. Su olor a dulce, colonia y leche me ha entrado por la nariz y ya no he tenido salvación. He hundido mi boca en su cuello redondo y gordo, besándolo. Él se ha dejado hacer mientras los ojos se le cerraban sin remedio. He seguido cantando y moviéndome rítmicamente. Ro, ro, ro. Cuando he sentido su respiración pausada y rítmica, le he echado en la cuna. Aún ahí ha abierto sus ojos, pero yo le he movido, ro, ro, ro. Se ha dormido definitivamente, le he besado en la frente, me he vuelto desde la puerta otra vez para cercionarme que dormía y he cerrado la puerta. Se ha dormido en mis brazos y ya, por siempre, Alejandro tiene mi corazón.

jueves, 29 de septiembre de 2005

Hoy pensaba yo qué podría contar alguién de lo mio, por ejemplo, yo misma, en una lección inaugural de curso universitario. No es baladí la cuestión, no. Tienes que hablar durante una hora sin que el auditorio se te duerma, bostece, se retuerza en los incómodos asientos y se acabe marchando y maldiciendo haber aceptado la invitación para tan solemne rollo. El citado auditorio, además, es variopinto, y abarca todas y cada una de las ramas del saber... a saber, ciencias matemáticas, físicas, quimicas, sociales, jurídicas, letras, humanidades, filosofías y filologías varias. En fin, un batiburillo al que nos une que nos pagan los mismos a fin de mes por hacer y deshacer casi las mismas cosas.
¿Preparar una lección magistral? Porque debe ser amena, incluso divertida. Igual puede serlo. Como yo les cuento a mis alumnos, el derecho, en general, y el que yo conozco, en particular, da para ser mordaz, incisivo, irónico y simpático. Hay gente "pa tó", como decía el Guerra, el torero, no el otro, que también podría dar un discursito de esos.
En fin, que he llegado a la conclusión de que, afortunadamente, no tendré que dar un discurso de esos en mi vida, así que no debo preocuparme, que también son ganas de buscar problemas donde no los hay.
Me voy a casa, a concienciarme de que mañana durante una hora, un señor de óptica nos va a hablar de qué se yo. Igual es divertido y todo, aunque lo dudo. Llevaré en el bolsillo del traje de lagarterana (esa es otra) un ejemplar del sudoku ese, que me parece un juego enrevesado y diabólico, pero que hará que el tiempo pase más rápido. Ciao.
Lo consiguió. Me crispó. Tanto que le he pedido al taxista que cambiase de emisora o que apagase la radio. ¿Cómo se pueden decir tantas mentiras? ¿Cómo se puede transmitir un mensaje tan antiguo, carca y falso? Esta emisora es la prueba de que, utilizando la libertad de expresión que se nos reconoce a todos, se puede salir al aire contando falsedades, una detrás de otra. El sistema beneficia al que lo desprecia. Ellos también critican eso cuando les conviene, pero se aferran a su pretendida libertad cuando se le echa en cara. Voy a tomarme un café con amigos. A ver si me tranquilizo.

miércoles, 28 de septiembre de 2005

Hace años tenía yo una pesadilla, de esas recurrentes que te dejan sin resuello y te despiertan más cansada de lo que te acostaste. El escenario era siempre distinto, aunque lo normal es que me ocurriese en el campo. Allí me pasaba las horas intentado levantarme, sin que las rodillas me respondiesen, blandas como mantequilla, imposible reaccionar, por más fuerza que hiciese. La impotencia y la rabia me despertaban con un sobresalto.
Curiosamente, las pesadillas desaparecieron, sin que yo fuese muy consciente de ello. Al cabo del tiempo, cuando me di cuenta lo anudé a los días en que le conocí. Él me hizo sentirme bien, importante, valorada, querida, deseada, me hizo ser feliz y, supongo que por eso, esa angustia desapareció.
Esta noche he soñado algo parecido; quería correr y no podía, las piernas no me respondían, la carrera era lenta, sin fuerza, aunque, a diferencia de aquellas pesadillas, yo estaba de pie y luchaba y lograba escapar. Lo malo ahora es que él no está, porque ya no está. Por estos días, desde hace cinco años, le echo de menos.

martes, 27 de septiembre de 2005

En las últimas horas he recibido sus muestras de afecto, más o menos, inocentes. Todos se alegran mucho de verme, todos me agarran de la cintura para darme dos besos, cada uno me dejó un mensaje en el oído. "Qué guapa estás", "me encantan tus correos de madrugada", "a ver si nos vemos más". No negaré que me halaga, pero creo que me paro antes de que sea inaceptable e irreversible. Me arreglo como cada día, porque me gusta estar lo mejor posible, dadas las circunstancias; mis correos no llegan de madrugada, otra cosa es que él los vea a esa hora; nos vemos lo que tenemos que vernos, porque nuestra relación es laboral. ¿Qué ven ellos en mi? Son hombres inteligentes y preparados, acostumbrados a tratar con mujeres también inteligentes y preparadas -a veces, más que ellos mismos-. ¿Ven eso cuando me miran?, ¿son capaces de distinguirlo?, ¿o pesa más la testosterona esa que los atontece?. Y, por supuesto, la pregunta del millón, ¿propicio yo todo eso?.

Cuando las ranas críen pelo

Cuando las ranas críen pelo....
Pues ya van por los ratones. Como dice mi hermano, si el rey y Botín son calvos, es que no hay solución.


Para lo que me queda en el convento....
Ayer, anonadada, asistí al espectáculo, baladí, pero significativo. De nuevo, yo me negué a entrar en el juego. Igual soy una boba, pero el dinero no es mío y no me parece bien que se gaste en mi.

viernes, 23 de septiembre de 2005

Durante la Dictadura, la culpa era de los judeo-masones (combinación extraña) o de los vagos y maleantes, esa especie de macabro cócktel donde entraban los maricas, los rojos, los gitanos y demás ralea. Los socialistas, en cabeza de Felipe, tuvieron la culpa de la sequía durante años. Ahora son los terroristas los que tienen la culpa de los huracanes que asolan EE.UU y nos muestran esas imágenes tercermundistas -no muy distintas de las que veíamos hace un año de Haití, el país más pobre del hemisferio norte- de la primera potencia del mundo. ¿Terrorismo natural?. Igual resulta que la naturaleza, como el otro, se ha cansado de las emisiones descontroladas, de las burlas al protocolo de Kioto del presidente idiota, del egoísmo desaforado de los norteamericanos por petróleo a cambio de democracia impostada y ha decidido enviarles lo que mejor sabe hacer, un bufido de cabreo sin precedentes. Lo malo es que pilla a otros que no tienen culpa. pero qué más da, la culpa siempre tiene que ser de alguién.



La Iglesia va a prohibir a los homosexuales ser curas. No sé si la medida tendrá efectos retroactivos. Eso provocaría una cierta descapitalización humana de la empresa, que no creo se pueda permitir, así que imagino que la medida será de aquí p'alante. Mis dudas: cómo lo sabrán. ¿Habrá un análisis de las cabezas de los aspirantes o de su ADN para encontrar el gen pecador?. Y otra, la más importante, si hacen voto de castidad, como les exige el ideario del centro, tampoco pueden entrar?. ¿Repuga más a los gerifaltes del invento la mirada lasciva de algunos de sus capitanes sobre los niños y los jóvenes fieles, que la que tengan otros sobre las niñas, adolescentes o señoras maduras cuando lleguen a sus altares con cara de estar en trance por amor a dios, con esa expresión cuasi-orgásmica?

jueves, 22 de septiembre de 2005

Me desperté sin saber muy bien dónde estaba. El duermevela es lo que tiene. Miré a mi alrededor y seguidamente a mi izquierda y ahí estaba él, dormido. Me giré con cuidado para ver mejor su perfil. Es atractivo, pero esta vez no era esa la atracción que sentía. Esta vez me había encantado la camaradería, la confianza, esa que nos llevó a que yo le arreglase el cuello de la chaqueta y él me quitase una pestaña de la cara. Esa amistad que fluye fácil, que nos hacía separarnos del grupo o quedar solos para desayunar o cenar. Lo extraño de esta situación es que él y yo nos vemos poquísimo, a trompicones, casi a escondidas. Lo malo es que pese a esa confianza, a su confesa lealtad, a su trato durante años, yo mantengo un hilo de desconfianza, como cuando cierras los ojos y te acurrucas esperando la descarga del golpe. A veces, después de días como estos, me tienta relajarme, dejarme llevar, confiar, pero sé que no puedo, lo intuyo. Pensaba en esto mientras dormía a mi lado. Entonces la megafonía del tren anunció la siguiente parada y él despertó, me guiñó, sonrió, me preguntó si había dormido algo y entonces empezó la película, que vimos gastando bromas sobre la obvia trama judicial que nos mostraba.
Nos despedimos en la parada de taxi. Nos emplazamos, como siempre, para la próxima comida y cada uno tomó su camino.

lunes, 19 de septiembre de 2005

Espero a la tasadora

Espero a la tasadora. Y preparo la maleta. Nervios, por la maleta, el avión (un cuatrimotorrrrrrrr, como cantaba Rosa León con su guitarra hace mil años) y por la tasadora. ¿Tengo bien preparada la conferencia? ¿Sabré contar lo que quiero contar?. Hubiera preferido a un tasador, no sé, igual era más fácil. Pero es una tasadora. No puedo olvidar todos los detalles de la maleta. ¿Será simpática la tasadora?

sábado, 17 de septiembre de 2005

A propósito de las últimas noticias, de futuras movilizaciones y de sentencias que llaman la atención por la alarma social que crean:
¿Qué es lo que buscamos cuando pedimos justicia? Si lo que buscamos es la restitución de lo perdido, no hemos avanzado ni una milesima desde la Ley del Talión. Y además, dependiendo del bien perdido, esa justicia que reclamamos es imposible, porque una vida, por ejemplo, no se restituye jamás. Si, a pesar de ello, seguimos bramando por justicia, igual es que lo que queremos es venganza. Y no es lo mismo.
A veces me pregunto si merece la pena, porque el dolor ni se mitiga ni se aminora y, sin embargo, no deja de destrozar alma y futuro, el nuestro y el de los que nos rodean. Y yo sigo preguntándome si merece la pena.

martes, 13 de septiembre de 2005

Me he comprado su libro, quizá para conjurar su presencia, tal vez para recordar aquella noche de verano en que le conocí, para rememorar su rostro y sus grandes ojos que me miraban atentos. Leo sus páginas, devoro sus líneas y soy capaz de imaginarle contando esos cuentos. Me hacen reír sus palabra, como me hizo sonreír su correo y, por un instante, está cerca.


Quizá la presencia de Jesús en Madrid no sea mala, quizás me ayude a salir a hacer vida social, a ver la ciudad que me rodea. Hoy hemos quedado para hacer unas compras y tomar una cerveza y a las 10.30 he llegado a casa, cansada por fuera y descansada por dentro. Igual me va a ayudar a vivir algo mejor.


Mañana en Barcelona se miden méritos. Los tiene de sobra, aunque los que me hacen quererle no están en el baremo. Corazón partío, porque sé que se lo merece, pero si sale bien, se irá lejos y yo le echaré de menos.

lunes, 12 de septiembre de 2005

Una caricia furtiva, un beso a escondidas, un acercamiento casual, lo suficiente para saber que la tensión y el atractivo siguen existiendo. Cada vez me cae mejor este chico.

domingo, 11 de septiembre de 2005

Hoy hace cuatro años que cambió el mundo. Esa frase ya es tópica. Para mi ocurrió. Tomé posesión de mi cargo y acabaron las angustias por la precariedad laboral. Evidentemente, como ocurre con las cosas importantes, no me di cuenta inmediatamente, pero sí sabía, en esa calurosa mañana de hace cuatro años cuando firmaba el papeleo, que ya todo iba a ser distinto. Hoy, cuatro años después, todavía siento los efectos.

P.D. Qué aburridos son los sábados por la noche!!!!.

martes, 6 de septiembre de 2005

De nuevo esa sensación, ese vacío en el estómago, como de vértigo, como de miedo. De nuevo el isomnio, como si, de repente, la calculadora saltase a mis sueños y me despertase con su click-click. Y las cuentas nunca salen de noche, si ya lo sé. ¿Quién me mandará meterme en esto? Es que no puede ser, no tengo medida. Y eso que ya dije que nunca más, que no estaba dispuesta a pasar por la sensación humillante que supone ir a pedir dinero a un banco. Si es que no vale una, se le pone cara de pobre, de pedigüeña, y, sin quererlo, ruega, cuando la situación ahora es otra, ahora soy fuerte, ahora regateo y todo. Una profesional. Pero las mariposas están en el estómago y no son por causa del amor, sino por causa del dinero. ¿Mariposas negras o de color verde euro?.

domingo, 4 de septiembre de 2005

La hospitalidad. Ese maldito sentimiento anclado en los genes, en el ADN, que te impulsa a admitir a gente en casa, darles tu comida, tu sillón, tu cama, si es necesario. Que te obliga a dejar el mejor bocado, el mejor sitio para desayunar, el mejor plato de la casa al visitante, ya sea uno que pasaba por ahí o tu mejor amigo.
Maldita costumbre, ancestral, árabe, que te ata a la palabra dada, pero que te obliga a aparetar los dientes y soportar la invasión, bárbara en todos los sentidos, y armarte de paciencia.
Como dice el dicho, las visitas, a los tres días, huelen, como el pescado. Paciencia, Gwnedolin, si has soportado una semana, puedes hacerlo dos días más.

viernes, 2 de septiembre de 2005

Una admira a los grandes sabios, aquellos que han dejado su huella intelectual en nuestra mente y nos han inculcado, de palabra o de obra, los principios que informan nuestra labor cotidiana. Son nuestro reflejo y nuestro modelo a seguir, a los que queremos parecernos, siquiera un poco.
Tener ese manuscrito en mis manos, con la letra inclinada hacia la derecha, el perfecto encuadre del texto en las marcas del folio, aunque algo inclinadas de derecha a izquierda, tocar la textura de la pluma, la tinta negra, me emocionó. Los folios escritos a máquina y corregidos a mano por el sabio me produjeron admiración, como quien mira una reliquia.
Esa admiración se torna tristeza cuando ves el declive del maestro, notas su voz y sus manos temblorosas, le ves titubear, vacilar, contestar a tus preguntas sin sentido, sin cohesión, abrumado y pequeño. Hoy he tenido esa amarga experiencia y no me ha gustado. Va a ser verdad que los genios deben morir jóvenes.

miércoles, 31 de agosto de 2005

¡¡¡Prueba conseguida!!! Temía yo que nuestros escarceos y su manera de ser mermaran nuestra amistad. Su silencio de tres días, después de nuestro último encuentro me habían austado y temí que los remordimientos le hicieran alejarse. Pero no ha sido así. Ayer nos tomamos una tinto juntos y, dentro de lo permitido entre dos amigos que están en un sitio público, se mostró muy cariñoso conmigo. Hoy he ido a su consulta a acabar de dejar surtida a mi abuela de sus medicamentos, más o menos homeopáticos. En la intimidad del consultorio me ha abrazado muy fuerte y me ha besado como él sabe. Fuera esperaban los demás pacientes, que han debido quedarse algo extrañados de que saliera de ver al médico con una sonrisa en los labios. No, no estoy enferma. Estoy contenta. Somos amigos, muy íntimos y grandes amigos.
Su voz susurrante me ha despertado cada mañana, sacándome de las brumas del sueño y reinsertándome en la realidad poco a poco. Es lo que nos pasa a los que tenemos el despertador conectado con la radio. Hoy se ha despedido de la audiencia. ¿Quién me va a despertar ahora? Cuando los sonidos rutinarios cambian, una no puede evitar cierto temor.
Tres generaciones de mujeres juntas y tres formas de vida tan distintas. Tres reacciones diametralmente radicales ante el pudor a nuestros cuerpos, por ejemplo. Mientras que mi abuela entra a regañadientes en la ducha, resistiéndose a quitarse el camisón, para que mi madre la ayude a lavarse, yo ando por la casa al natural, haciendo oídos sordor a los reproches que me hacen, a los avisos de que los vecinos me van a ver o de que me voy a resfriar, con estos calores. Mi madre se queda enmedio. Ayer, cuando entré en la habitación que compartimos, se estaba desnudando y, se tapó instintivamente. Qué distintas somos las tres con esto, me dijo. Cada una hija de su tiempo, supongo.

martes, 30 de agosto de 2005

Hoy me ha despertado un olor especial que salía del horno y subía escaleras arriba hasta mi habitación. En un momento me he trasladado a hace años, a otoño, a final de vacaciones, a vuelta al cole. Me he arrebujado bajo la sábana y he querido quedarme en ese tiempo en que las vacaciones eran eternas, duraban tres meses y una no tenía responsabilidades. Hoy tendré que hacer la maleta, recogerlo todo y volver a la rutina y ese olor, por un momento, me ha hecho olvidarlo.

domingo, 28 de agosto de 2005

Principios firmes, sólidos, claros... Y la capacidad para aceptar las consecuencias cuando no se respetan. Dura tarea. La esquizofrenia del ser y del deber ser. La disyuntiva entre lo bueno y lo malo, siempre en revisión. Aceptar las contradicciones internas y externas y el valor de enfrentarse a ellas, con dignidad, con algo de dignidad.

miércoles, 24 de agosto de 2005

I. La rutina, la monotonía. Apenas acabo de conseguirla y me da pena pensar que debo abandonarla para instalarme en otra. Ahora es fácil. Me levanto, desayuno, salgo a hacer los recados necesarios y me pongo a trabajar; vuelvo a casa, comida, una pequeña siesta y más trabajo. Luego un paseo de una hora por los alrededores del pueblo, cena frugal-frutal y me siento en la puerta de la calle, como siempre, a tomar el fresco y ver a la gente pasar, mientras charlo con mi madre y con mi abuela. Y otro día, y otro.

II. Ayer, Pepito Grillo se subió a mi hombro izquierdo y, junto a mi oído, me susurró lo que yo ya sé. Igual sirve. Aceptar retos lanzados por este pequeño grillo puede ser una buena mecánica para hacerme reaccionar. Otra cosa que agradecerle.

lunes, 22 de agosto de 2005

"Te he amado hasta la locura. Ni un paso más". Ayer, en apenas una hora, me leí un libro de Dulce Chacón. Lo compré por su título, sin saber de qué iba la historia. En realidad, habría sido fácil imaginarlo, pero me atrajo tanto el nombre, que no pensé en lo obvio. "Un amor que no te mate". La historia es simple y demasiado evidente. Mujeres que aman y que, sin embargo, son maltratadas por los amados. Esta historia es algo especial, porque varias mujeres aman al mismo maltratador. Una de ella escapa de la trampa y le escribe una carta que termina con esa frase. "Te he amado hasta la locura. Ni un paso más". La locura como límite de un amor que te mata. Hace falta mucho valor para volverse cuerda y poner fin a la muerte acechante, real en el libro, metafórica en el resto de la vida. ¿Metafórica?. ¿Cuánta vida vas dejando en cada amor?. ¿Existen células madre que te devuelvan la ilusión, la inocencia, la fuerza y la frescura primigenia?

miércoles, 17 de agosto de 2005

La casa incómoda, el calor, la familia atiborrando el espacio, el poco espacio, los turnos de duchas, de aseos, de comidas, los horarios de sueño cambiados, la falta de intimidad, la ausencia de soledad. Los días pasan lentos, calmos, idénticos unos a otros. A pesar de ello, noto su ausencia y los echo de menos. Se les nombra en la casa más de lo que se merecen, pero es que forman parte de nuestras vidas, aunque ellos hayan puesto una barrera infranqueable entre nosotros. O tal vez la hemos levantado nosotros mismos, con nuestro mutuo silencio, cargado de reproches.
A pesar de que odio estar en estas condiciones, a pesar de que busco, sin éxito, un hueco donde leer tranquila, donde estar sola como me gusta, a pesar de que me aburre el paso del tiempo, me sorprendo a mi misma necesitándolos, viéndolos en cada rincón de la casa y manteniendo conversaciones imaginarias con los dos frente a mi. Qué mala es la nostálgia y qué duro es tener que hacerse la fuerte cuando lo único que tienes son ganas de que te abracen y te consuelen.

martes, 9 de agosto de 2005

Salgo a andar cada mañana, temprano, antes de que el sol se desperece y caiga como plomo sobre la ciudad. Me levanto, me lavo la cara, me pongo ropa fresca y calzado cómodo, me parapeto en mis gafas de sol y salgo a las calles de mi barrio, que hace tanto que no paseo. Me impongo un paso rítmico y constante, rápido, y me dirijo a las grandes avenidas, cambiando de aceras, buscando la sombra de los edificios. Cómo ha cambiado mi barrio. Hace tanto que no lo paseaba que casi no lo reconozco en algunos lugares. Voy mirando alrededor buscando la vieja casa, la tienda, el bar, que ya no están o tienen un cartel de "se vende" en sus ventanas. Camino por los jardines, nuevos, recién estrenados, y me voy cruzando con gente que hace lo mismo que yo. Se nos reconoce fácilmente. Todos vamos en ropa cómoda y con esa prisa de quién no va a ningún sitio.
Me cruzo, a veces, con alguién a quien conozco o conocí en sus tiempos, un vecino, el familiar de un amigo. Pero me atrinchero en mis gafas de sol y, como el avestruz, pienso que si yo no lo miro, él no me ve. Tal vez no sea necesario. Igual no me reconocen, pienso, sin darme cuenta que si yo les he reconocido a ellos, por qué no van a reconocerme ellos a mi.
A veces, me alejo un poco de mi casa y me voy por esa zona residencial, fresca, llena de jardines y casa grandes. Algunas son nuevas, impolutas. Otras son las de siempre, llenas de desconchones en la cal y de manchas de lluvia en los aleros de los tejados.
Después de un rato, una hora aproximadamente, vuelvo a casa, al refugio. Cuando el sol toma la ciudad y la convierte en un horno, yo ya estoy refugiada en la penunbra de mi casa, frente a un libro o intentando trabajar. Así hasta la mañana siguiente cuando vuelvo a salir a la calle a recordar cómo era mi barrio y sus gentes hace once años, el tiempo que llevo fuera de su vida.

domingo, 7 de agosto de 2005



Clase de Historia del Arte. Cinco de la tarde. El aula llena de chicas de unos 16 años, hormonalmente activas. El profesor incia el pase de diapositivas. Un kouro griego. Una risita nerviosa se desplaza por la habitación. El profesor nos riñe. No va a permitir bromas con el arte, sobre todo porque a partir de ese momento va a verse mucho desnudo en la clase. A callar y a mirar con ojo científico.

Veinte años después. Playa de Baría, Vera, Almería. Las parejas, junto a sus hijos, abuelos, tios y primos toman el sol desnudos. Pasean arriba y abajo de la playa. Bajo la sombrilla recuerdo aquella tarde en la que el primer desnudo nos llamó tanto la atención. Ahora vuelvo a mirar con interés científico. "No hay dos cuerpos iguales", dice mi madre. Así es, el cuerpo humano en su plenitud. Mostrado al completo. Sin igual.

Curiosamente, en esa zona nebulosa, donde lo textil se mezcla sin problema con lo naturista, los que asisten al espectáculo de la naturaleza con más desinteres, con más normalidad, son los niños, que juegan en la arena, sin desviar ni un segundo la tención de sus cubos y palas. Lástima que llegará un momento en que, como dice el Génesis que les pasó a Adán y Eva, sean conscientes de sus cuerpos desnudos. Ojalá entonces asuman al ser humano igual que ahora, en plenitud, con tolerancia, con naturalidad.

martes, 26 de julio de 2005


Sin palabras. 25.000 minutos de silencio.

lunes, 25 de julio de 2005

Disparar a matar. Impunidad. La justicia en manos de un sólo hombre, un hombre solo, armado, aterrorizado, paranóico. Sin juicio previo, sin jurado, sin trámite de audiencia. Sólo un hombre armado y asustado decide. Y se equivoca, claro. Inmpunidad. Impotencia. Indignación. Y sigue obstinado en el error, saltándose las mínimas reglas. Increíble.

miércoles, 20 de julio de 2005

Concédeme la sabiduría para saber ver que mis actos pueden afectar a otros, que no tienen por qué entender mis motivaciones ni mis circunstancias. Hazme capaz de discernir el momento en que está muy cerca el límite hasta donde mis compromisos me dejan llegar. Procúrame el valor para detenerme y echar marcha atrás, antes de dañar a nadie. Todo ello por mi bien y el de los que me quieren. Amén.

domingo, 17 de julio de 2005

Siempre he presumido de mi familia. Grande, unida, una especie de tribu que se moviliza ante lo bueno, siempre, con alegría. Por eso me encantan las fiestas familaires, cualquiera de ellas. Tíos y primos que no veo desde hace años, nos abrazamos, nos reímos y baliamos, al son que sea, da igual. También nos apiñábamos en lo malo con la misma pasión. Hace unos años, uno de mis tios sufrió un infrato en mi ciudad, estando de vacaciones, y a las puertas de la UCI, todos hacíamos guardia para poder entrar a verle, detrás de un cristal, las dos veces al día que nos lo permitian. ¡Y qué decir de los fallecimientos!. Allí estamos todos, sufriendo la pérdida, la marcha del ser querido, porque así son todos, queridos. Todos distintos, todos de distintos ambientes, pero todos con la misma sangre que nos une, a pesar de que uno sea taxista, otra dependienta, otra ama de casa, varias universitarias, otros obreros, junto a otros altos ejecutivos de empresa.
Por eso no puedo evitar ahora la sensación de que esto se desmembra, se hunde, se separa de manera ineludible. Varios flancos abiertos, hermanos que no se hablan, primos que no nos vemos, hijos que se han peleado. Igual es lo normal, teniendo en cuenta que somos tantos y tan distintos, pero me da tanta pena, que no se me quita el nudo del corazón. Unas rupturas -temporales, espero- me tocan más cerca, otras están lejos, pero todas me duelen. Y percibir que la tribu, el clan familiar, se descompone me produce una gran inseguridad. Inseguridad en los afectos, en los nudos ineludibles que nos hacen entender el mundo de la misma manera y saber que nos tenemos unos a otros, que basta una mirada para saber qué decimos, qué pensamos, qué sentimos. Y no me gusta esa sensación.

viernes, 15 de julio de 2005

Nos duele lo que ha pasado tan cerca porque nos recuerda lo que nos pasó. Hacemos homenajes, minutos de silencio, recordatorios. Nos preguntamos por qué, anonadados, sin entender. Pero yo me pregunto por qué no hacemos lo mismo cuando las noticias nos llegan de lejos. Hace unos días, veinticinco niños murieron en Irak cuando recogían caramelos que les daban los soldados americanos (trágica metáfora real). Y no pasa nada, no nos alteramos, no hacemos homenajes, no nos paramos, no nos quejamos, no nos cuestionamos el por qué. ¿Donde está nuestra sensibilidad? ¿en nuestro ombligo?. Pues qué pena.

sábado, 9 de julio de 2005

Han sido cuatro días magníficos. Empezaron con un correo hermoso, que se coló en mi bandeja de entrada y ha conseguido hacerme sonreir cada vez que he traído su contenido a mi recuerdo. Qué bonito escribe su autor y qué fácil le resulta hacer que una mujer se sienta importante. "Lo difícil sería olvidarla, señora mia". El escenario de estos días era perfecto: la playa a un lado, la montaña al otro, vegetación exhuberante. La primera noche, en la terraza del hotel, charlando con amigos, con una copa de vino blanco, la brisa del mar, la noche cálida, ya presagiaba que los días siguientes serían buenos. Y lo han sido. Ha dado tiempo de todo, trabajar relajadamente, charlar sin acritud de problemas comunes, baños de sol y agua de mar, tratamientos de hidroterapia, sauna, hamman, jacuzzi. Paseos nocturnos por el paseo marítimo, buena comida, compañía agradable. Sólo la llegada de ese mensaje, durante unos minutos, me dejó desconcertada, como cada vez que reubico afectos y se me descolocan. Pero decidí no darle importancia, tomarlo de manera lúdica y divertida, sin darle ninguna trascendencia, porque no la tiene. Dejé de pensar en ello, aunque de vez en cuando lo he buscado en mi móvil comparando divertida, igual que he releido ese correo hermoso. Relajada, cargada de energía, me da casi miedo chapotear otra vez en la realidad cotidiana, esa que, en este momento veo tan fútil, tan poco relevante y tan oscura, todo a la vez.

martes, 5 de julio de 2005

Sensaciones agridulces. Normalmente, el evento supone el despegue de la carrera, la culminación de lo que quieres, la manifestación pública de que estás ahí, que lo has trabajado y que darás guerra porque eso es lo que te gusta y lo que haces bien. Pero el de ayer, junto a esa alegria por la tarea bien hecha y, por fin teminada, dejaba entrever la tragedia del abandono, del rechazo injusto, cruel. Lo de ayer parecía, más que nada, la chulería, bendita, de la aspirante frente al representante de lo peor de la institución, eso que nos critican tanto y que, ante situaciones como la que se escenificó ayer, nos dan tan pocos argumentos para la defensa.
Por regla general, un acto como el de ayer te deja una sensación de alivio, de tranquilidad, pensando que tu parte está hecha y ahora depende de los demás afianzarte. Pero ayer, al termino del acto, quedaba la desolación de pensar que para nada había servido el sacrificio. Tristeza cuando debía haber habido alegría, mucha alegría. Alegría con su puntito triste. Demasiado agridulce.

domingo, 3 de julio de 2005

Todo es relativo. Es una frase hecha que casi siempre es cierta. Cuando hace ya once años decidí cambiar de aires, por muchas razones, alguna de las cuales no tenían nada que ver con lo laboral, me prometí a mi misma que nunca me arrepentiría de ello. Aplicando mi sentido de la autodisciplina espartana, así ha ocurrido. Lo que no significa que, a veces, en algunos momentos, sea difícil mantener la promesa. Por eso, nunca he roto los vínculos con mi origen, con mis varios orígenes. Así es más fácil la catarsis. Porque no soy capaz de tomar de cada sitio un poco, de picar afectos y cariños. Suelo exprimir cada lugar al máximo, hasta la saturación, hasta la extenuación, hasta que aparece ese deseo irrefrenable de huír, de escapar. Ahora me vuelve a pasar. Ha sido un año duro, lleno de sensaciones, de distinto tipo y condición, con mucha intensidad, con grandes dotes de pasión y dedicación, como me ocurre con casi todas las cosas a las que me entrego. A estas fechas me encuentro exhausta, agotada, cansada, exprimida, liquidada. Hoy me he sorpendido echando de menos a amigos a los que hace tiempo no frecuento, queriendo encontrarme en otro lugar, huyendo de éste y de los problemas y compañeros de viaje que aquí tengo, queriendo salir de la dinámica que, como pescadilla que se muerde la cola, me lía en su laberinto. Volar y huír, aunque sea temporalmente, durante unos días, para volver renovada, sin posos, si es que eso es posible.

sábado, 2 de julio de 2005

Me llama para contarme que la Princesa de ojos grandes pasó un día feliz, celebrando la noticia, esa que nos da más igualdad. A sus diez años, la Princesa disfruta de estas cotas de libertad, sobre todo mental, que a otras nos costó asumir, siquiera sea por la educación recibida en casa. La envidio por ello. Pensar sin taras debe ser relajante. Las que hemos recibido otra formación debemos estar siempre alertas para evitar que se nos vaya el subsconsciente domesticado hacia lugares donde no impera el sentido común y la lógica.
Su madre me llama y me invita a salir hoy a la calle las tres, a celebrar la buena nueva, a darnos un baño de tolerancia, de normailización, de risas y de vida. Estoy encantada con la idea. Me gusta ver cómo la Princesa va interiorizando que una persona es buena persona, sin que importe con quién comparte tálamo y vida. Es tan evidente. Y mi Princesa lo sabe ya, a sus diez años. Y eso también debe celebrarse hoy.

viernes, 1 de julio de 2005

Una noche con Serrat
I. "Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan

una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda"
(Con Benedetti, claro).

No estaría mal que te mirasen así alguna vez.

II. "A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós".


¡Cómo no! Todos mis miedos en verso y música.

III. "Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Tú estabas donde
no tenías que estar;
y yo pasé,
pasé sin querer pasar.
Y me viste y te vi
entre la gente que
iba y venía con
prisa en la tarde que
anunciaba chaparrón.
Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Yo estaba donde
no tenía que estar
y pasaste tú,
como sin querer pasar.
Pero prendió el azar
semáforos carmín,
detuvo el autobús
y el aguacero hasta
que me miraste tú.

Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué,
ni me viniste a buscar".


Igual hay que cambiar de estrategia: asumirlo y seguir luchando hasta volver a ganar y a perder.

sábado, 25 de junio de 2005

No sé si se me nota mucho, pero empiezo a pensar que soy una blanda. O que estoy enfrascada en una de mis contradicciones, de las muchas que no tengo más remedio que asimilar.
Su visita fue un cúmulo de sorpresas. Me gustó nuestra complicidad, nuestra falta de pudor, esa que siempre habíamos tenido y que desapareció, como por ensalmo, cuando empezó su nueva relación. Aceptado el nuevo estatus, nuestra relación corrió por esos caminos seguros, tranquilos y correctos que él acotó y yo asumí. Por eso, nuestra intimidad, siempre dentro de los límites establecidos, durante las pocas horas que pasó en casa, me gustó tanto.
La sorpresa vino por la mañana, cuando, como otras veces, cariñoso, mimoso, atento, se coló en mi ducha, solícito a enjabonar mi espalda y todo aquello que yo quisiera. Por unas décimas de segundo, dudé de lo que iba a pasar, pensé en decirle que parara, pero no lo hice, no. Al fin y al cabo estaba segura de que no iba a significar nada. Sabía perfectamente cuál era el siguiente paso, obviar lo que estaba pasando, tomándolo como algo normal de nuestra amistad, una amistad especial, con derechos adquiridos, siempre en la intimidad absoluta.
En efecto, de nuestro juego bajo el agua apenas guardo recuerdo, más allá de la experiencia gozosa que supuso. Pero queda otro recuerdo, el que me atenaza, el que me engancha. Sus brazos oscuros, sus manos fuertes y morenas sobre mi piel, ese contraste blanco-oscuro que me parece tan bello y tanto me excita. Y su abrazo bajo el agua, tierno, su cuerpo mojado, mis pechos rozando su torso y el cariño que había en ese gesto. Pegados, durante unos segundos, hasta que yo decidí salir del ensueño y de la ducha, secarme y romper el encanto. Por eso no acepté su ofrecimiento para untar de crema mi espalda, para abrochar mi vestido, para atarme la cinta de las sandalias alrededor de mi tobillo.
Y, sin embargo, el esfuerzo fue inútil, porque no consigo olvidar ese instante en el que me sentí mimada sin tapujos, sin telas de por medio, sólo agua y piel.
Que no, reina, que no estoy mal, que no estoy triste, aunque tenga la sensibilidad a flor de piel y las lágrimas se me vengan a los ojos sin llamarlas. Que no. Que no sé qué pasa. Supongo que estoy muy cansada, algo nerviosa por clarificar mi futuro, algo molesta por cómo se está gestionando, algo irritada porque no está en mi mano hacerlo y no me veo legitimada para echarlo en cara. No me pasa nada, aunque me veas saltar con esas pequeñas cosas que antes, nunca, me han molestado, aunque pienses que la sonrisa, esa que parece que llevo de serie, tarda más en aparecer, cuando no se queda dentro. No te preocupes. Sólo se trata de aguantar el mes que queda, desconectar, descansar, no pensar en nada, ni en nadie. Apagar el móvil y dejarte llevar por el paso de las horas, ver salir el sol, leer esos libros que se amontonan en la mesita de noche, escuchar ese disco pendiente, charlar en una terraza con los amigos, poniéndonos al día de lo que nos ha pasado desde la última vez que nos vimos, volver al seno materno a recibir los mimos que te guarda desde la distancia. Mano de santo, seguro. Aguantar el mes, aguantar, y luego descansar para volver a ser la de siempre.

jueves, 23 de junio de 2005




Harta de mi fontanero, que nunca viene cuando dice, que me cobra lo que quiere y nunca termina de arreglar lo que, sospecho, él mismo desarregla -como Amaranta y su mortaja-, yo estoy dispuesta a recibir a este. Para que luego digan que la diversidad cultural no es un valor a proteger. ¿Os he dicho que mi fontanero debe pesar alrededor de 200 kilos?. Que se venga, que se venga.

lunes, 20 de junio de 2005

Razones a favor. La vacuidad de mi vida que lleno a cubetazos de trabajo; un trabajo que me gusta, que me realiza, pero que no debiera ser todo y ahora lo es. El reloj biológico, que lleva inexorablemente a que mi cuerpo, ley de vida, no responda. Y no me refiero a que caiga en la obsolescencia, sino a mis ganas. Pensar que lo haría bien, o, al menos, no lo haría mal, o, cuanto menos, lo haría lo mejor posible.
Razones en contra. Las mismas, con sus peros. ¿Tengo derecho a crear expectativas, a crear vida en estas condiciones, por estas razones? ¿Es justo que piense sólo en mi? ¿Merecerá la pena enredarse la vida, agotar las ganas, perder la independencia y la libertad -esa que no uso-?
Sin embargo, hoy me ha llegado su mensaje: "Es un niño y todo está bien". Ayer me llamaron: "Vas a ser tita". Hoy, camino de casa, esa chica lo llevaba en brazos acurrucado en su pecho, y a mi se me han salido la sonrisa y las ganas.

viernes, 17 de junio de 2005

Soy una ingenua, definitivamente. Una boba, inocente boba. Pensaba que cuando se hacían las cosas así, al menos, no se decían. Por eso, siempre busco en todo aquello que aparece formal y correcto, pero que produce un efecto pernicioso, la trampa y el cartón. Pero sigo sorprendiéndome cuando ni siquiera se guardan las formas y se formula el principio sin paños calientes, así a lo bruto, claro, clarísimo. Y de manera sosegada, tranquila, como si fuese lo más natural, lo normal. Se me queda la boca abierta y ni siquiera soy capaz de responder. ¿Lo bueno de todo esto? Mi capacidad de sorpresa, porque el día que estas cosas dejen de dejarme noqueada, como ahora me encuentro, dejaré de ser como soy. ¿Lo malo? La tremenda decepción. No es hoy un buen día en mi agenda, no señor.

martes, 14 de junio de 2005

Que no te quieran es siempre malo y doloroso. Se te queda como una espina clavada que no te deja respirar. Ser consciente de que, por mucho que hagas, por mucho que digas, no van a cambiar de opinión sobre ti te provoca impotencia y desesperación. Ante esto, las personas reaccionamos de formas distintas. Unas, se embargan de dignidad y prefieren dejar una milésima de segundo antes de que te dejen. Otras se hunden en el vacío y se dejan llevar por ese sentimiento autodestructivo que provoca el desprecio, por ese complejo de inferioridad que te deja quien te deja. Otros, en fin, necesitan tiempo para asumir el rechazo y por eso titubean entre el desprecio, el sarcasmo, el dolor, la broma irónica y la tristeza. Dependiendo del día, el rechazo les parece un alivio al fin, porque les libera del compromiso, o una traición imperdonable. A veces, incluso, pierden la dignidad y piden unas migajas del cariño, un sitio discreto, decorativo, a modo de florero, en la vida del que te deja. Y en esos momentos, los que les rodean sienten lástima ante tanto dolor como demuestran. Ojalá yo tuviera el bálsamo y las palabras que necesitan en esos momentos, pero no las tengo, porque, tal vez, no sea yo quien deba darle árnica.

lunes, 13 de junio de 2005

Asomada en el balcón de la casa, noche cerrada, luna nueva y el cielo lleno de estrellas. Se distingue la silueta de las montañas y los valles. Es bonito. Dentro de la casa varias personas rién y hablan y gritan y cantan. Repaso mentalmente las filias de mi corazón y me doy cuenta de que no echo a ninguna de menos. Que, sencillamente, esta noche quiero estar sola. No es la primera vez que me siento así, pero, además, hoy ese deseo es placentero, tranquilo, relajado y feliz. Respiro hondo, cierro la ventana y regreso al ruido y a la multitudinaria compañia.

miércoles, 8 de junio de 2005

Cartesiana, ordenada, de mente cuadrada y autodisciplinada hasta el límite. Así soy ante determinados retos, ante determinadas situaciones. Me conozco y sé que no puedo abandonarme, así que me controlo. Por eso, cuando algo se sale del esquema preconcebido me descuadro tanto. Autodisciplina para no sufrir, para cuidarme, para quererme a mi antes que a otros.

lunes, 6 de junio de 2005

Mientras escribo esto, él está abajo en mi sofá. Hemos comido juntos y luego hemos paseado por el centro de Madrid. Como antaño me ha llevado cogida de la mano o agarrada por la cintura. Me ha dado de comer de su cubierto y me ha limpiado la comisura de los labios. Hemos llegado a casa y, como otras veces, los dos nos hemos quedado en ropa interior, él tumbado en el sofá, yo en el sillón, jugueteando con nuestros pies, mientras veíamos la tele. Ahora se ha quedado dormido y yo he subido al ordenador con la excusa de trabajar. Está muy guapo y se lo he dicho. Él, coqueto, ha sonreído. Hoy se queda a dormir en casa y supongo que como siempre no querrá dormir sólo, así que me acompañará. No es más que una relación llevada al límite de la confianza, esa que da haber tenido una historia juntos. Mañana volverá a coger el tren y se marchará al sur y yo seguiré aquí, recibiendo sus llamadas a medianoche, oyendo sus historias, riendo con sus ocurrencias y viéndole tirar por la borda su vida.

viernes, 3 de junio de 2005

Me he propuesto tranquilizarme, relativizar, reirme de todo un poco y seguir como si nada. Probablemente no lo consiga, pero la intención cuenta, ¿no?. Ya está bien de estos vaivenes que me descolocan y me ponen tensa, irascible, que me crean complejo de culpa. Supongo que en el fondo es miedo, un miedo atroz a fallar a todos aquellos que confían en mi, a fallarme a mi misma, abarcando más de lo que puedo acaparar, generando en los que me rodean la necesidad de que me afiancen con el halago -sincero, por supuesto- que me molesta tanto, que me apabulla. Contradicciones varias, quiero y no puedo, sí pero mejor no. Ay, otra vez, ¿ves?. Me he propuesto tranquilizarme, relativizar, reirme de todo un poco y seguir. Lo que tenga que ser será, seguro.
Hoy en un concurso televisivo el presentador preguntaba cuál era el nombre de la montaña más alta de Marte. La respuesta es Monte Olimpo y el concursante ha acertado, ganando unos pocos euros. Me ha sorprendido la pregunta y me ha hecho reflexionar. "¿Cómo se llama...?". Cuánta arrogancia y prepotencia. No se preguntaba por el nombre que nosotros le hemos puesto. Damos por hecho que lo que nosotros hagamos es lo bueno, lo que vale. Así lo hemos hecho a lo largo de la historia. Esta raza humana que habita este planeta ha ido por ahí conquistando y renombrando, sin el más mínimo respeto por lo que ya hubiese allí, aunque fuese más antiguo y más noble que lo que habíamos conocido los de acá. Y así seguimos, por lo visto.

miércoles, 1 de junio de 2005

Hace muchos años visité un país árabe con un grupo de amigos. Cada vez que íbamos a un zoco o mercado y yo me interesaba por algún producto, el vendedor, ladino y sutil, me ofrecía un buen precio, según él. "A los americanos y alemanes, caro; los españoles hermanos, barato; dime tú cuánto". Entonces yo ofrecía un precio y lo mantenía inamovible. El vendedor, desquiciado y nerviso, me pedía que regatease, pero yo nunca aprendí a hacerlo. Me mantenía inflexible hasta el momento en que, haciendo un rápido cálculo mental, me daba cuenta que estaba discutiendo por no pagar unas míseras pesetas de aquel entonces, calderilla.
En esta discusión en la que ando en estos días, ¿no seré yo la que está equivocada y me empeño en defender lo que no es? ¿Y si en realidad soy una intransigente? ¿Es otra prueba de que me peleo por calderilla y no he aprendido a regatear?. ¿Todo es regateable?.

martes, 31 de mayo de 2005

Las palabras. Me gano la vida con ellas. Se trata de convencer y de comunicar lo que sabes, lo que piensas, lo que crees. Conozco, por oficio, su valor y su significado. Conozco su poder y como una pequeña modulación en el tono con que se pronuncian cambia su sentido. Hoy he tenido una disputa con palabras, con su alcance, con su trasfondo. Probablemente, algunos de los que han sido testigos del evento no han entendido. O sí. En realidad, no sólo era una cuestión de palabras, era, claramente, una cuestión de posiciones, de posturas, de política, al fin y al cabo.

Las palabras y su sentido. Nos empeñamos, a veces, en repetirlas tanto que las dejamos sin fuerza, sin la credibilidad que originariamente tienen. Un "te quiero" repetido sin sentido, sin consecuencias, sin fuerza, sin compromiso pierde el valor que algún momento pudo tener. A, mi amigo-amante a ratos, lo repetía la otra noche, sin descanso, sin parar, sin esfuerzo, sin pudor. La primera vez me estremecí. Después, sonreí. Por último, dejé de oirle, de creerle, porque le conozco y sé que no lo siente, no como lo decía.
¿Se trata de la relación perfecta? Somos amigos, nos queremos mucho. Con tranquilidad, sin transcendencia, hemos traspasado la barrera, esa invisible que suele existir cuando dos personas que se gustan deciden ser amigos. La verdad es que la primera sorprendida soy yo. Y no sólo por lo que ha pasado, por la intimidad conseguida, por la complicidad y el juego, sino por la paz que me embarga. Será porque le conozco bien, así que no espero más que eso, que cuando nos veamos y el tiempo y las circunstancias lo permitan, volvamos a perdernos a orillas de otro rio.

martes, 24 de mayo de 2005

¿Qué hacer cuando alguien a quien quieres miente sobre ti?. ¿Respondes y desmientes lo dicho?. ¿Te armas de orgullo y das la callada por respuesta, confiando en que los que te conocen no crean lo que oyen?. ¿El que calla otorga?. ¿Tu silencio hace que los que te conocen desconfien de su corazonada y crean en la mentira?. ¡Qué daño hace la maldita mentira! El peor dolor no es que mientan, no es que inventen y otros lo crean. El pero dolor es que la mentira venga de alguien a quien has querido, a quien no puedes dejar de querer por mucho afán que pongas en ello. Y te quedas sola, con tu dolor, con tu daño, con ese pinchazo en el pecho que te impide respirar. Y aunque afuera haga sol, tú te quedas en la penumbra, lamiendo las heridas, sin poder reaccionar ante lo injusto que es que aluien diga cosas de ti que no son, que no fueron, que no serán, porque tú no eres así, a pesar de lo que los mentirosos digan.

lunes, 23 de mayo de 2005

¿No habéis sentido alguna vez esa sensación de que gente, amigos que lo fueron de verdad, se han quedado tan atrás, tan lejos, tan fuera de vuestra vida que apenas los reconocéis?. Esa fue mi sensación el sábado. En el pequeño pueblo de mis vacaciones estivales se celebraba la primera comunión de los niños de nueve años. Una sola para todos, así que acude todo el pueblo. Todo el pueblo, como siempre. Es curioso mi pueblo, ese pequeño donde se criaron mis padres y abuelos. Tan religioso y cumplidor, las más veces por el que dirán; rígido en las costumbres y el más laxo que conozco en los asuntos de bajo vientre, que se comentan en el mercado y en las tiendas como de lo más normal. Curioso mi pueblo.
El sábado, en una ceremonia que duró casi dos horas, me encontré con que los padres y las madres de los niños protagonistas eran los de mi pandilla de adolescente, la primera, esa con la que empecé a llegar tarde a casa, con la que recorríamos ferias de la comarca, los que nos bañábamos en albercas por la noche, nos tomamos las primeras copas y sufimos las primeras borracheras, los primeros amores y los primeros desengaños, también las primeras risas. Sus hijos ya tienen nueve años y yo los sentí tan lejos. Me dió cierta nostalgia, supongo que por el tiempo pasado, que no fue mejor, no necesariamente, pero fue sincero, divertido, más limpio y, sobre todo, más sencillo.
Hace tres años que incié este blog. Era mayo, víspera de feria y hacía mucho calor. Desde entonces he contado mis cosas, mis pensamientos, ideas y temores, mis miedos, mis luchas y, por supuesto, mis amores y desamores. A veces, me gusta mirar el archivo y ver qué pasaba por mi cabeza tal día como hoy hace un año o dos. Es curioso cómo cambiamos, cómo varía nuestro modo de ver las cosas, cómo aquello que tanto nos dolía entonces o que tanto nos alegraba o en lo que tantas esperanzas pusimos, ya no es, no existe o nos da risa. Tres años desahogándome, en cualquier caso. Y vosotros ahí, leyéndome y conociéndome un poquito más. Iniciemos otro año más, pues.

martes, 17 de mayo de 2005

¿Quieres el cargo?. No, hoy no lo quiero. No quiero tener que ser correcta y comedida y callarme lo que quiero gritar, no quiero entrar en el juego de quórums, mayorías y porcentajes. No quiero tener que renunciar a lo que soy y a lo que siento por mor de una supuesta política que no me interesa. O no tanto como para aceptar el reto.
El reto. Eso es lo que lo hace interesante. La posiblidad, la oportunidad de hacer algo por una institución que es madre y madrastra, que te genera amor y odio, cuando no indiferencia.
Hoy, cuando me lo ha preguntado, le he dicho que no. Y me he arrepentido después porque me gusta el reto, pero no así, no en estas circunstancias, no ante este no saber perder del que hace gala, no por una lealtad, seguramente, mal entendida. Hoy no. Y tal vez ya no haya opción de cambiar de opinión. Pero es que hoy el cuerpo y el ánimo me pedían decir no. Y lo he dicho.

jueves, 12 de mayo de 2005

Lealtades. Lo malo de las lealtades no es que te debas a ellas. Estas te crean ansiedad y angustia -como en el bolero-, pero por responsabilidad. Lo malo son esas que tú misma te creas, a veces de manera consciente y premeditada. Las que te echas a la espalda, muchas veces sin que nadie te obligue, son demasiado pesadas y díficiles de llevar. Como nadie te las ha impuesto, tú misma te pones el alcance y el límite. Y la ansiedad, angustia y desesperación -como en el bolero, pues- te las creas, igualmente, tú solita. Yo ando en este momento definiendo una de estas y no llego a conclusiones. A pesar de que cuando me paro a analizarlo no veo transgresión o traición en ninguno de mis actos, el corazón y el estómago no me dejan quedarme tranquila. Y yo me fio mucho de los vaivenes de mi corazón y de los espasmos de mi estómago. Quedar a comer con un amigo para hablar de nuestras cosas me parece el complot más grande y más ladino y felón de la historia. Tal vez deba dejar de pensar en ello y no dejarme paralizar por lo que nadie, más que yo, me he impuesto.

lunes, 9 de mayo de 2005

A cuenta del embarazo acabo de oir una reflexión que me deja perpleja. Ahora sí, ahora la plebeya se ha ganado el puesto. Yo, que pienso que esa es la exclusiva función de la institución, perpetuarse, estoy de acuerdo. Pero si no se remedia, esa será la forma de jefatura del Estado del país donde vivo, de tal manera que esa señora será la consorte del titular del cargo. Por eso me parece antiguo, carca y tremendamente machista entender que, ahora que sí sabemos que puede parir, se ha realizado como persona. ¿Quiere eso decir que las que no tenemos descendencia no somos personas completas, capaces de ejercitar puestos de responsabilidad?. Eso es lo que tiene aplicar la lógica de los tiempos a una cosa tan rancia como la monarquía. ¡Qué cosas nos quedarán que oir!.

viernes, 6 de mayo de 2005

Qué fácil es alegrarle a una el día. A pesar de que no era triste, este señor lo ha conseguido. Salgo de mi masaje y se me rompe el zapato; pienso en coger un taxi cuando veo que sólo tengo un billete de 50 euros. Pregunto al taxista si tiene cambio y me dice que sí. Así que entro en el coche. Entonces me da un caramelo. "Esto por la sonrisa". Gracias, le digo. No es nada. Me pregunta qué música quiero y se ofrece a ponerme flamenco. Debe ser por el acento, pero le digo que no me gusta el demasiado puro. "La mezclita", le digo. "¿Bebo y El Cigala?". "Perfecto". Me ofrece una revista e iniciamos el trayecto. Cuando estamos cerca del destino, mientras El Cigala se empeña en explicar cómo es posible querer a dos mujeres a la vez y no estar loco, el taxista se queja. "Esta música es bonita, pero yo tenía una sonrisa en este espejo y ahora no está". Entonces la despliego, como una vela al viento. Y él me lo agradece. En la puerta de mi casa, junto a la escalinata que me acerca al hogar le doy las gracias por el trato y le pido disculpas por haberle dejado sin cambio. "No importa. Todo eso lo vale esa sonrisa". Y se la vuelvo a regalar, sin esfuerzo, franca y sincera. Así da gusto viajar, así da gusto vivir.
No consigo hacérselo entender. X se preocupa por mi y se empeña en hacerme salir, conocer a gente, incluso concertarme citas a ciegas. No, cielo, es que yo, en este momento, lo menos que quiero es una historia, un proyecto a largo/medio plazo. No. No quiero ahora salir a buscar. No sólo porque las últimas aventuras hayan acabado fatal, que eso forma parte del riesgo. No, es que estoy muy a gusto sola. Bien es verdad que a veces, demasiadas veces, una echa de menos la pasión, el deseo. A veces una lo que echa de menos es sentirse deseada por otro, sentir las miradas, saber que, si quieres, la aventura está servida. Pero sólo un rato, por favor, un fijo discontinuo, con el único compromiso de volver cada cierto tiempo, a vivir la pasión, sin más deber que el de pasarlo bien y hacer que la pareja lo pase bien también. Lo otro, la historia de amor se queda para más tarde. X no lo entiende. ¿No es tan complicado, no?.

martes, 3 de mayo de 2005

Reciclar afectos. Nunca he sido muy partidaria de ello, pero él no me deja otra alternativa. El amante voraz, loco, atrevido y feroz que, de forma intermitente, me ha estado llevando al cielo en los últimos años ha decidido convertirse en mi amigo. Nos falta cierto rodaje, cierta flexibilidad, esa que nos llevaría a hablar de nuestra relación carnal con naturalidad cuando estamos solos, frente a una cerveza. Anoche le llevé a casa y nos despedimos en la puerta. Recordé la última vez, cuando me arrastró escaleras arriba, abriendo la puerta con rapidez, subiendo a su buhardilla mientras nos arrancábamos la ropa en los escalones, como fieras. Ahora charlamos de sus cosas, de sus amores, de sus miedos y cobardías, de mis anhelos, de mis renuncias, de mis soledades. Como dos viejos amantes que ya no pueden amarse, pero se conocen bien. Podría ser bonito si no fuese por esa sensación que me embarga de no haberle sacado todo el jugo posible a nuestro juego previo. Me gusta esta nuevo amigo, pero echo demasiado de menos al hombre que me buscaba en la noche y siempre me encontraba.

lunes, 2 de mayo de 2005

Busco en mis armarios y me encuentro con mis muñecas, las que poblaron mis juegos infantiles. Encuentro mi Nancy, la chica perfecta, rubia, con los ojos claros, su larga melena, sus vestidos, sus complementos. Entre los vestidos un traje de gitana, rojo, de lunares blancos. Como es mayo en mi ciudad mágica, su mes festivo y hermoso, se lo coloco, recordando cómo disfrutaba cuando era una niña. Estoy en estas y me sorprendo al ver la etiqueta del traje. Esa muñeca perfecta, de cintura estrecha, pechos turgentes, caderas recogidas, largas piernas delgadas...¡usaba una 46!. Aquí tengo la prueba de la evolución en el tallaje y cómo nos han hecho exclavas de la moda. Hoy una talla 46 es una talla enorme, hoy esa muñeca usaría una 36, cuando no una 34. Hoy me siento algo más feliz, porque llevo talla de Nancy, de la de toda la vida, de la de "verdad".

viernes, 29 de abril de 2005

Hablaban de la guerra y la posguerra, la nuestra, la de hace setenta años.Hablaban de la represión, de las torturas, de las prisiones. Y yo no pude evitar que las lágrimas saliesen, lentas, a escondidas. Recordaba a mi abuelo y a mi bisabuelo, represaliados ambos por ser republicanos y comunistas. Malos españoles, les decían. Mi bisabuelo murió a los pocos días de su puesta en libertad, después de haber estado en la cárcel después de la guerra. Apenas llegó a conocer a su nieta, mi madre; apenas disfrutó de esa libertad regalada; apenas tuvo que enfrentarse al rechazo de los de su pueblo, al ostracismo. Mi abuelo estaba en un campo de concentración mientras mi madre nacía. A cientos de kilómetros de su casa, dejando que mi abuela soportase la vergüenza de ser madre soltera, con su hombre en prisión, dejándola ir sola al registro, dejándo que el funcionario, fascista, vencedor, la inscribiese como hija natural, a pesar de que todo el pueblo sabía quién era su padre y que éste no la reconocía poque no estaba. Cuando el régimen le declaró "afecto", le obligó a cumplir con la patria durante tres años más, dejando a su familia sola, sin ni siquiera tener la oportunidad de conocer a su hija.
Siempre han sido famosas en mi casa las historias de mi abuelo buscándose la vida, mientras mantenía su militancia clandestina, mientras que en la radio del desvan oía los discursos incendiarios de Dolores, la Pasionaria, desde Radio Pirenaica. En mi casa nunca se habló de política, no hacía falta, por eso yo aprendí a leer en "El Barquero", el "Palau" y en "El Mundo Obrero", a partes iguales.
Mi abuelo murió hace años en un accidente y no tuvo tiempo de verse rehabilitado, valorado, respetado en su lucha, aunque sólo fuese por el hecho de que se va conociendo la verdad, no la historia inventada por los vencedores. Igual fue mejor que se fuese antes, porque resulta que todo ese sufrimiento de mi familia no consta en ningún registro. Mi abuelo no consta. Que se lo pregunten a su mujer y a sus hijos. La verdad oficial vuelve a rechazar la historia real de mi familia. Pero estoy segura de que ayer se habría sentido bien en aquella reunión. Yo estaba allí por él y, al recordarle, no pude evitar llorar, despacio, a escondidas.
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