martes, 29 de abril de 2008

Me cuenta anoche que sus hijos preguntan más por mi que por su madre.
Orgullosa, porque me lo he trabajado mucho y bien (sin falsa modestia). Miedo, porque implica un compromiso más allá, más fuerte, más potente y más duradero que el que él y yo podamos tener. Preocupación, porque perdamos el norte de "lo nuestro" pare dedicarnos a ellos.

lunes, 28 de abril de 2008

M me cuenta que su escarceo sentimental le ha servido para comparar y que se queda con lo que tiene, que es bueno, que es mejor. A veces eso pasa. Llevas tiempo con una persona y crees que fuera está lo mejor, porque dejas de valorar lo de casa, de tan cerca que lo tienes. Visión borrosa.
Ahora que me han corregido las dioptrías, ¿veré mejor?.
Este fin de semana se ha comportado como un amor, dulce, tierno. Me ha dicho cuánto le gusto, cuánto disfruta conmigo y no ha dejado que la realidad, la puta realidad que le ahoga, nos afectase.
¿Necesito realmente salir para saber si lo que tengo es lo suficientemente bueno?

viernes, 25 de abril de 2008


Revolución de los claveles

miércoles, 23 de abril de 2008

Feliz día del libro, feliz San Jordi.
Lee, lo que sea, pero lee.

martes, 22 de abril de 2008

La prueba de la cerradura. De ella me hablaba Eduardo, sentados ambos delante de un café gigantesco, en una de esas franquicias que decoran igual cada uno de sus locales, en Londres, en el barrio del Soho, mientras veíamos caer la tarde gris y casi lluviosa.
La prueba de la cerradura consiste en determniar lo que sientes por alguien por tu reacción cuando suena la puerta y sabes que él/ella llega. Si piensas "qué fastidio, ya está aquí, con lo bien que yo estaba solito/a", malo. Sin embargo, si te asalta la alegría cuando la cerradura gira, buena señal.
¿Y qué ocurre cuando no se convive, cuando las cerraduras no existen? Pues una/o se abstrae e imagina el sentimiento.
Hablé mucho esa tarde y él me escuchó. Y le dió forma a lo que yo le decía que sentía. Cuando acabamos ese café de litro y medio, servido en vaso de papel, sin sabor, sin cuerpo, sin olor, sin nada, todo parecía estar más claro.
De lo que no hablamos Eduardo y yo es de las cerraduras que él/ella echan a su puerta de acceso al mundo. Ese encerrarse en sí mismo/a y, conscientemente, enrocarse y no dejarse ver. Aislarse de todos. Ante esas cerraduras no hay prueba que valga.
Sí valió anoche, cuando sola en casa, tumbada en mi sofá, leyendo, la cerradura giró y yo supe que mi okupa particular llegaba a casa. Me fastidió la velada, qué le vamos a hacer. La prueba dió negativo.
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