domingo, 30 de octubre de 2005

Que nadie te "basuree". Así, como tú dices tan gráficamente. Que nadie te hunda, te maltrate o te haga sentir inferior, porque no lo eres. ¡Si supieras lo que pensaba cuándo me contabas tu indignación!. Pensaba en aquella niña que llegó a mi despacho hace tantos años a recibir una ayuda que siempre pensé que no necesitaba. Y en como el tiempo te ha hecho una mujer hecha y derecha, algo insegura a veces, pero fuerte. Me acordaba de todas las cosas, tuyas y mías, que hemos pasado juntas, de las risas y los lloros, tuyos y míos, que hemos compartido y enjugado. Y te veía grande. Las tareas difíciles y gigantes nos hacen gigantes y fuertes y a ti te veo así. No dejes que nadie te hunda, no dejes de sentirte fuerte y luchadora. Yo, orgullosa, te miro y me congratulo, porque te reconozco como báculo donde me apoyaré cuando lo necesite. Y hay días que lo necesito tanto.

sábado, 29 de octubre de 2005

Yo siempre hago como si no pasase nada, obviando el ruido de los motores, cómo vibra el asiento y sin mirar por la ventana. Al lado, Mercedes deja el períodico y cierra los ojos, siempre lo hace, y no los abre hasta que desaparece la señal luminosa encima de nuestras cabezas. Este vez yo miraba a la azafata, una niña alta, flaca, lánguida, rubia y pálida, de huesos largos, que sentada frente a nosotros, con la espalda algo encorvada, se miraba las manos y al vacío alternativamente, sin un sólo gesto, ni un guiño, sonrisa o mohín. Como esa cara que ponemos al subirnos a un ascensor o mientras esperamos la cola del banco. La costumbre y la rutina que son muy aburridos.

martes, 25 de octubre de 2005

Preparar una maleta es una lata, sobre todo cuando lo haces para un viaje que no te apetece mucho. Esta vez he visto claramente cómo afecta el paso del tiempo a la maleta: lo primero que he reunido son los blister (¿no existe una palabra en español para esas cosas de plástico donde van empacaditas las pastillas?) de los distintos medicamentos que debo llevar. Paracetamol para el resfriado que mantengo a raya desde hace días, antiinflamatorio para ese dolorcillo sordo que tengo en el dedo gordo de la mano, fibra para...., el multivitamínico para este otoño que me deja agotada al llegar la noche y, para colmo, el tratamiento de la dismenorrea, que en una maleta que se precie, en un viaje que no acaba de apetecerte, no deben faltar los productos de higiene femenina (cómo se adaptan los ciclos lunares para fastidiarte esos viajes que ya son un fastidio). Al final he reunido un pequeño botiquín que me obliga a coger una malete más grande de la pensada al inicio.
Ayer tuve otra imagen del paso del tiempo. En el autobús que me llevaba a mi clase de pilates, dos chicas, dos niñas, como luego pude apreciar, comentaban su fin de semana de chupitos, relaciones públicas guapos, nenes que las abordaban camino del baño, borracheras a las seís de la mañana (hora límite para llegar a casa) y rollos con amigos. Todo ello sin tener la edad necesaria para poder beber sin ser un delicuente. Fue por eso que me di cuenta que eran unas niñas, porque nada menos que 20 años nos sepraban. Cuántas tonterías se hacen y dicen con esa edad.
Sigo con la maleta.

lunes, 24 de octubre de 2005

Hoy va de nostalgias. Hace años, tal día como hoy, tenía lugar una de las últimas oportunidades de salir al campo a celebrar un perol. Creo recordar que yo estudiaba segundo de carrera cuando asistí al último de verdad. Pero yo recuerdo mejor -cosas de la edad- los de mi niñez. Reunión de amigos junto a los coches. La intendencia se había repartido. Unos el pan recién hecho -teleras-, otros las sardinas frescas para asar, otros el chorizo y la panceta, otros las bebidas, cervezas y vino, preferentemente. Llégábamos alegres, dispuestos a pasarlo bien. Lo normal era que hiciese un sol de otoño, cálido y brillante. Aparcábamos junto a un riachuelo y empezaba la parafernalia de montaje de sillas, mesas de campig, botellas de agua. Los niños busacaban, buscábamos, la leña para encender el fuego. Una vez hechas las ascuas, empezaba la pitanza. A los niños nos hacían un columpio en un árbol, con un cojín o manta para evitar que nos hiciéramos polvo los culetes. También había balones, combas para saltar, aros, diábolos. El día pasaba entre risas, paseos y partidillos de fútbol. Tarde, bastante tarde, se empezaba a cocinar el arroz. Cocinaba siempre un hombre. El arroz de ese día era competencia absoluta de cocineros. Y mas tarde, cuando faltaba ya poco para anochecer, nos comíamos el perol, jugoso, con ese sabor a vino de la tierra, fuerte. Terminado el arroz, las mujeres fregaban. El perol se untaba primero con una mezcla de jabón y tierra, para evitar que se pegase, se enjuagaba con agua del arroyo perfectamente, se untaba de aceite y se guardaba para la próxima, con un papel de estraza. Se recogía la soga del columpio, los balones, los juguetes, las sillas y mesas de camping y se volvía a casa. Tradicionalmente, había caravanas para volver a casa, porque todo el mundo había hecho lo mismo. Llegábamos a casa cansados, un baño y a la cama.
Supongo que mis amigos hicieron el perol ayer y luego siguieron de copas. Hoy estarán durmiendo hasta las tantas, por eso no contestan a mis mensajes, pero no importa. Yo me acuerdo de ellos y echo de menos los peroles. Igual debería hacer uno en mi patio, que para eso tien pinta de andaluz.

sábado, 22 de octubre de 2005

A veces los sábados son tristes y una se aburre soberanamente. Intenta trabajar y se sienta delante del ordenador, pero las ideas se resisten y andan revueltas, sin dejarse clasificar. Demasiadas ideas. La lluvia cae y, aunque intento encontrarle el puntito romántico, la gotera que persigo con baldes y azafates me hace maldecirla. Salgo a buscar diversión consumiendo y la tarde se vuelve agridulce por el vaivén de las tallas (misterios del patronaje). En el último momento, me meto en un chat y empiezo a recibir ofertas de conversa de solitarios como yo. Así que me asusto y me desconecto. Pongo la música y escucho los discos nuevos, pero esta vez la elección no ha sido adecuada. Tristes, derrotados, de vuelta de todo. Sabina, vamos. Busco en mi videoteca y los dedos se me van a la peli que me hace llorar siempre. "Yo tenía una granja en Africa a los pies de las colinas de Ngong". Cambio el disco. Javier Ruibal, que me anima un poco. Otro correo de solitarios buscando charla por la red. Decido apagar el ordenador que no ordena. Un libro. Sí, eso me animará, supongo..espero. Aunque cuando el ánimo está tan gris, no sé yo. Dejar pasar el sábado lluvioso.

jueves, 20 de octubre de 2005

Hoy se me ha roto el corazón. Me ha llevado a su habitación para enseñarme su traje para la boda y encima de su cómoda la he visto. La foto, en solitario, de ese marido que hace años la dejó por otra.

martes, 18 de octubre de 2005

No mucha gente es capaz de provocar en mi la sensaciones que anoche surgieron mientras oía a Saramago. Son esas palabras simples -qué bien habla español este señor, a pesar de su acento portugués-, lógicas, que se convierten en eso que tú siempre has pensado, pero que no sabías cómo expresar. De pronto, adquieren forma, se conjugan con un verbo, un sujeto, un predicado y pasan a formar parte de lo que tú piensas y defiendes. Sólo me ha pasado con otro personaje, denostado a veces, tachado de lunático, utópico y loco, pero que puso en su boca todos y cada uno de los principios que defiendo, por lo que lucho, en los que creo y a los que, sin embargo, no voto, porque ya no están en el programa, programa, programa.
Lo mejor de la charla de ayer es que deja poso. No me impresionó anoche, pero esta mañana, sin querer, me he visto repitiendo una a una sus ideas delante de mis alumnos, que me miraban medio asombrados, medio fascinados. Alguno de ellos, pocos, la verdad, incluso asentía cuando yo iba desgranando su pensamiento y adaptándolo, sin esfuerzo, a la materia de mi clase de hoy.
Embrujada por Saramago. Una más, imagino.

lunes, 17 de octubre de 2005

I. ¿Por qué nos extraña que alguién que lo fue hable mal del que lo es ahora? Aquí acostumbramos a criticar a todo el mundo, al vecino, al amigo, al de al lado, sobre todo si le va bien.
Hace unos años, un profesor alababa la costumbre contraria en EE.UU. lealtad total con el nuevo mandatario, sea el que sea. "No critiques. Es mi presidente".
Obviamente, el que está no es el presidente del que se fue. ¿Por qué no decirlo? Otra cosa sería mentir. Y eso es pecado. Ni tanto ni tan calvo.
II. A mi me resulta extraño que el resultado de las elecciones de un país los anuncie la ministra de otro país. Democracia, independencia. Pues no me parece.
III. Y si hay que modificar la Constitución, ¿qué?. Otra cosa es que el horno esté para bollos. Que se nos anuncien las siete plagas de Egipto si tocamos una coma, que se nos asuste con el hundimiento del Estado. ¡Qué pérdida de tiempo! Igual muta el virus ese de la gripe de los pollos y nos estamos crispando por tonterías. Yo, por si acaso, no respiro cuando como pollo.
IV. No sólo se delinque por acción, también por omisión. Ya estamos tranquilos, ¿no?. La frontera ha quedado limpia como una patena de subsaharianos. Ya no hay que preocuparse por los asaltos a la verja de estos "rocieros" del más allá del desierto. Pero todos sabemos que dejar esta tarea a los alauitas supone que se les trate como se les está tratando. Y callamos y consentimos. Vergúenza ajena... y propia. ¿A cambio de qué? Me temo lo peor viniendo la cosa del primo del sur.

domingo, 16 de octubre de 2005

Fin de semana de catarsis, de renovación total, de renacimiento. Lavadoras y más lavadoras. Jerseis, abrigos, pantalones de pana y chaquetas. Guardando camisas, camisetas, faldas ligeras y vaporosas. Repaso a medias, calcetines y pantis. Qué cansada estoy ya del invierno.

P.D. Anoche hablé con mi sobrina postiza -tan real- que está en Bostón. Me preguntó por Felipe, el novio hinchable que me ha regalado para que me haga compañía. Y me contó las novedades de su colegio. Saben menos, pero sí dónde buscar. Y distingue el español de España y el de Méjico, igual que distingue el inglés de Inglaterra del americano, que ella habla estos meses. Tía Rose, me dice y yo me derrito.

PP.D. Anoche vi "Love actually", la peli que vendían con el períodico. Aún haciendo una comedia simple y ramplona, los europeos, los ingleses, son más elegantes y divertidos que los americanos. Tiene razón Anita, no hablan el mismo idioma.

sábado, 15 de octubre de 2005

Palabras de apoyo, de admiración, de halago. De fe en mis posibilidades. Más de la que tengo yo en mi misma. Me gustó escuchar algo que ya intuía, sin comprender por qué, desde cuándo, en qué momento lo vió. Pienso yo que se dejó llevar por un prejuicio, una corazonada, un pálpito y, tal vez, acertó. En cualquier caso, lo último que yo quisiera en este mundo es desmerecer su apoyo, su fe en mi, decepcionarle ni una milésima. Estas lealtades, estos compromisos son de los que no cuestan, de los que se llevan con gusto.

viernes, 14 de octubre de 2005

Se acabaron las dudas, los malestares, los malentendidos. Se aclararon expectativas e incertidumbres. Bastaron dos conversaciones en un par de horas para que todo quedase claro, para que la paz volviese a mi ánimo, para quedarme tranquila y sosegada. Ahora sé cuál es el futuro próximo, cuáles son los apoyos, cuáles los nuevos retos. Todo claro, despejado, y yo feliz, relajada, nueva.

jueves, 13 de octubre de 2005

Sindrome premenstrual masculino. Existe, es igual de agresivo o de depresivo y no tiene fecha de caducidad. Tal vez porque no depende de una hormona. Depende de una neurona, quizá de la falta de ciertas neuronas, las que dan la madurez. Embiste sin darse cuenta de que puede molestar, herir y romper algo bonito. Habrá que entenderlo, comprenderlo, asumirlo. Pero la comprensión, esta sí, tiene fecha de caducidad. Espero que lo sepa y lo arregle antes de que se archive el afecto.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Debo aparecer patética. Anoche mi madre,la que siempre quiere que me quede en casa, que esté con ella el máximo tiempo posible, me animó a salir cuando un amigo me invitó a tomar unas copas. Sal y que te dé el aire, me dijo. Le hice caso y fue divertido dar una vuelta por mi ciudad mágica de noche, conocer a gente nueva y visitar locales que ni sabía que existían.

jueves, 6 de octubre de 2005

Me gustan sus correos, insinuantes, inteligentes. Me divierten y me halagan. Me obligan a buscar las palabras adecuadas para contestarle sin decir nada, pero diciendo mucho. Se crea, sin querer-queriendo, un lenguaje secreto, críptico y divertido entre nosotros. No durará mucho, me imagino. Pronto empezarán los temores, los miedos, las prevenciones, las direcciones alternativas, las horas intempestivas, los merodeos. Suele ser así. Así que me voy preparando, para no decir tanto, para no insinuar tanto, para no requerir tanto. ¿Por qué, a veces, es tan difícil esta amistad íntima y complice entre un hombre y una mujer? ¿Alguno de los dos no está jugando tan limpio y tan claro? ¿Alguno de los partenaires no es capaz de sujetarse dentro de los límites? ¿Hay que controlarse al llegar a esos límites? ¿Puede una amistad complice e íntima traspasar el papel y la pantalla sin que ello suponga trasgredir otras lealtades?

miércoles, 5 de octubre de 2005

Cuando le agradecí el regalo del libro, me auguró llanto. Así que como ayer quería llorar, lo abrí en cuanto pude. Me senté en el vagón del metro y empecé a leer, seguí leyendo mientras subía los tres tramos interminables de escaleras mecánicas y no paré de leer por la calle, debilmente iluminada, mientras aprovechaba la luz de neón que escapaba por los escaparates. Crucé la calle mientras leía, mirando de reojo las luces del semáforo y entonces empecé a llorar. Quería rendir un homenaje húmedo a mis muertos. No a los físicos, a los seres humanos que me han dejado. No, quería llorar por ilusiones, confianzas, sueños, lealtades e inocencias. Por sacrificios, tensiones, amores ciegos y paciencias. Por trabajos, esfuerzos, compromisos y despedidas. No había sido un día alegre, había sido tenso, completo, intenso y decepcionante. Por días como este necesitaba yo llorar. Catarsis, limpieza, depuración. Al día siguiente, tal vez, otra vez la sonrisa, enmarcada en unos ojos del corazón hinchados por el llanto. Tal vez.

martes, 4 de octubre de 2005

Me acerqué a despedirme de él, como hago siempre. Porque es el jefe y hay que ser educada, pero, además, porque me divierte la escenificación que invariablemente se produce en ese momento. Ayer, me cogió la mano, la apretó y se la llevó a los labios, me miró con ojos de cordero degollado, esa mirada que mezcla una especie de deseo y pena, que siempre me da risa. Le miré con cariño, le guiñé un ojo y le sonreí. Por fin, él soltó la mano y yo me volví, sabiendo que seguía mirando. A él debe gustarle también la pantomima, porque hacía pocas horas que nos habíamos quedado solos, paseando por las calles de Madrid y se dedicó a hablarme de su trabajo, de sus aspiraciones, de sus aficiones, pero ni una palabra de nuestro juego. Eso me alivia, por qué negarlo. Sigamos jugando, marcando límites. A mi me resulta divertido. Y es solo eso, un juego divertido.
Lo llaman Tribunal, aunque no necesariamente imparte justicia. Él, por ejemplo, no la ha recibido. Sé que ha tenido el apoyo suficiente, probablemente el mejor, sé que le habrán sujetado cuando, a pesar de que él ya lo sabía bien, no ha recibido ningún voto, pero yo quiero, desde aquí, darle el abrazo más firme, el ánimo más caluroso y la reafirmación en sus méritos profesionales más enérgica.

domingo, 2 de octubre de 2005

Se ha dormido en mis brazos y me ha robado para siempre el corazón. Al principio no quería, se removía, refunfuñando. Entonces yo le he cantado al oido, chasqueando los dientes, ronroneándole al oído. Entonces ha puesto su cabeza en mi pecho, cerca de mi cuello y ha cerrado los ojos. Su olor a dulce, colonia y leche me ha entrado por la nariz y ya no he tenido salvación. He hundido mi boca en su cuello redondo y gordo, besándolo. Él se ha dejado hacer mientras los ojos se le cerraban sin remedio. He seguido cantando y moviéndome rítmicamente. Ro, ro, ro. Cuando he sentido su respiración pausada y rítmica, le he echado en la cuna. Aún ahí ha abierto sus ojos, pero yo le he movido, ro, ro, ro. Se ha dormido definitivamente, le he besado en la frente, me he vuelto desde la puerta otra vez para cercionarme que dormía y he cerrado la puerta. Se ha dormido en mis brazos y ya, por siempre, Alejandro tiene mi corazón.
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