viernes, 30 de diciembre de 2005

La química, de nuevo, la química... La buena y la mala, la que descoloca las meninges y la que se convierte en bálsamo relajante. Y las contradicciones. Como que pudiendo elegir el linimento reparador, eliges la cicuta, el gas nervioso. Sólo esperas que, convaleciente, derrotada, enferma hasta la médula, la pócima mágica, sanadora y curativa siga allí y te ayude a superar el trance.
Feliz entrada en el 2006 a todos.

domingo, 25 de diciembre de 2005

A los diez minutos no quedaba ni rastro de su paso por mi piel. Ni antes ni después pude desviar mi pensamiento de otro lugar, lejano, donde quería estar. Sólo mi mente se apartó de ese pensamiento en un instante, en ese instante fugaz en el que me concentro en sentir largo y profundo, vaciando mi cabeza de cualquier otra cosa. No me siento mal ni bien por ello. Y no sé si debería sentir otra cosa. Anoche formaba parte de nuestro contrato de amistad y así se lo dije. "No pienses mucho en esto, vale. No vayas comerte el coco. Nos gusta y ya está". Hoy no sé si debería mandarle un beso de buenos días o dejarlo pasar como si no hubiese pasado. Porque si a los diez minutos no quedaba ni rastro de su paso por mi piel, a las diez horas es sólo un grato recuerdo en la memoria.

viernes, 23 de diciembre de 2005

Me miro al espejo, mientras inicio el ritual del acicalo diario, buscando signos evidentes del nuevo año que se me ha venido encima. Empiezo por mi pelo, con alguna cana más, pero no es nuevo el fenómeno. Que se lo pregunten a mi querida Elfo, que cada dos meses lucha contra ellas, en una batalla perdida de antemano. Sigo por mis ojos, rodeados de pequeñitas arrugas, que casi no se ven, pero que están. Tampoco son nuevas, porque son el signo de que mis ojos casi siempre rien y no se puede tener todo: una sonrisa en los ojos y que no te deje secuelas. Mi rostro, tal vez más redondo, tal vez menos terso, tal vez... Mi cuerpo más asentado, mis caderas más rotundas y firmes que hace años, lo que marca más mi cintura, mi ser más sereno en su conjunto, sí.
No veo diferencias apreciables en lo externo, así que analizo lo interno. Más seria, más consciente, más paciente, más dura.... Tal vez, más descreída, más tolerante con los defectos ajenos...y con los propios. Quizás menos atrevida...no, no menos, más valiente, pero de manera más consciente, más responsable, conociendo de antemano los riesgos y asumiéndolos. Sí, tal vez, así sea ahora.
En realidad, el cambio viene de antes, de hace dos años, de salir de mi cubículo y conocer un mundo más amplio, de enfrentarme a problemas más globales, más allá de mi ombligo y el de los mios. Ampliar fronteras tiene esas cosas. Quizás.

jueves, 22 de diciembre de 2005

Ayer mi teléfono se colapsó, mi buzón de correos no paró de recibir misivas cariñosas, mi teléfono fijo no paraba de repiquetear. Mucha gente, tanta gente se acordó de mi. Llegaron besos, canciones de cumpleaños, mensajes y caricias de todas partes, hasta del otro lado del charco, tan cariñosas, tan tiernas, que las lágrimas estuvieron en mis pupilas bailando todo el día, haciéndolos brillar aún más.
Faltaron algunos, es cierto. Y como persona imperfecta que soy, los apunté en una lista, pero no encontré papel y lo hice sobre el hielo de mi copa, así que al rato, cuando quise mirar ya no estaba, se fue por el coladero del fregadero, su sitio natural. Porque sería injusto decir que no se acordaron de mi. Hoy sigo recibiendo gestos de cariño, así que mis pupilas siguen acuosas y yo sigo sintiéndome feliz y agraciada por tener tantos amigos que, de verdad, me quieren tanto.

domingo, 18 de diciembre de 2005

Standby. Encontrarse a la espera de algo, de algo bueno o malo, qué más da. Esperar, limitar las constantes vitales unos días más para saber qué puede pasar. Limitar los sentidos, no dejar que se desborden, paciencia para vivir, entonces, algo, quizá bonito, quizá ilusionante, pero sobre todo que te haga sentir viva, plena. Aunque sean díez minutos plenos, gozosos. Y luego, si es necesario, sufrir otra vez. Pero, al menos, haberse sentido viva durante esos minutos escasos.
¿Cuántas buenas personas hacen falta para que su bondad se haga notar tanto que podamos decir que vivimos en un mundo noble? ¿Es, quizás, que el gen de la maldad es tan fuerte que hace recesivo al de la bondad?.
Digo esto porque hoy, en el taxi que me llevaba al hospital a ver a mi tia, practicamente muerta cerebralmente, la taxista criticaba la deshumanización de nuestra sociedad, el consumismo, la falta de ética y el egoismo reinantes, causante de nuestros males más profundos. Al llegar a esa sala donde los familiares esperan para ver durante diez minutos a sus parientes en la UCI, mientras su hija y su hermana entraban a ver a mi tía, la conversación ha sido la misma.
Pensaba yo, miemtras hablabamos, que yo no soy mala persona y la taxista tampoco. Mis tías y primas son buenas personas, cariñosas, cabales, con sus defectos, claro, pero cabales. Mis amigos son buena gente, no hacen daño así sin más, estoy rodeada de buenas personas, o, cuanto menos, de personas que intentan sobrevivir sin hacer daño a los demás. Pero se ve que no es suficiente.

viernes, 16 de diciembre de 2005

A veces la química es curiosa. Sí, sí, me refiero a esa que surge entre personas y que les amalgama. Yo la he sentido así con un amigo. Y no sería raro si no fuera por el medio que nos une. Esta mañana, tan temprano, he confesado en su hombro lo que me llevo negando a mi misma desde hace meses. Él no se ha dado cuenta, pero las lágrimas corrían lentas, libres por fin, por mi cara, libres, sí, por fin.
Gracias, por estar ahí en ese momento. Así ha sido bastante más fácil.
Ayer, una amiga me mandó este correo:
"Le quiero mucho, le quiero tanto. Es un amor sosegado, rendido, con las reglas asumidas, interiorizadas, llevan siéndolo desde hace casi dos años. A mi, es verdad, a veces, se me salen las ganas por la boca....y entonces, me retiro a mis cuarteles de invierno. Porque no puede ser, no puede ser. Yo lo sé, él lo sabe. Fíjate, le quiero tanto que no intentaré nunca nada más de lo que tenemos, porque no quiero que lo sufra, no quiero que traicione ni que se traicione".
Le contesté mandándole ánimos, incitándola a conocer a gente, a salir de su circulo vicioso y felicitándola por tener tanto amor en su corazón. No le dije cuánto me recordaba a mi misma hace años, cuando amé así. Ese primer amor, no adolescente, sino maduro, sentido, querido, deseado, consumado hasta los tuétanos. Tampoco podía ser. Por eso él sufría, por eso disipó mis dudas para marcharme de mi ciudad mágica. "Vete, por favor, vete. No soportaría tenerte cerca y no tocarte, besarte, amarte. No soportaría dañarla a ella. A ella la quiero, a ti te amo". Y yo, le quería tanto que me fui, aunque dejase allí tantas cosas, sobre todo a él, al que quería tanto que dolía. No le dije a mi amiga lo que sentí cuando en uno de mis viajes le vi con otra, que no era ella. El dolor de la traición.... qué ridiculez.... de la traición a mi sacrificio, a mi desamor callado. No, no se lo dije a mi amiga. No era el momento...aún.

jueves, 15 de diciembre de 2005

De nuevo, otra vez, la misma tarea, demasiadas veces repetida ya. Borrar los correos, los mensajes, los nicks, los rastros de su paso por mi vida. Para no pensarle, para no buscarle, para que no exista... E iniciar el camino, otra vez, como Sísifo, desde el principio.

martes, 13 de diciembre de 2005

Esta mañana, de nuevo, he pedido al taxista que apagase la radio. No, no era la emisora que me saca de mis casillas. Era otra. El reloj marcaba las 9 y un minuto y el locutor decidió contar paso a paso el protocolo contenido en 43 páginas, dijo, que debe seguirse en cualquier ejecución por inyección letal que se precie en la tierra de la Libertad y las Oportunidades.
Sé que las estadísticas se esfuerzan por ofrecer el número de niños que mueren por minuto, el número de mujeres que en esa franja de tiempo sufren un maltrato, pero me pareció absolutamente vergonzoso seguir paso a paso el asesinato premeditado, frío, protocolizado de una persona por parte del Estado, esa invención del hombre que pretende salvarle de otros hombres. ¡Qué ironía! El salvador es el asesino.
No justifico la violencia, ni la muerte de nadie a manos de otros, pero me parece bochornoso que la permita la ley.
Curioso que el país más rico y poderoso del mundo se comporte como el más pobre y subdesarrollado del Tercer Mundo.
Me ha dado vergüenza ajena... y propia... porque sólo le he pedido al taxista que cambie la emisora....
De nuevo las 5.30 de la mañana. De nuevo el calor asfixiante, la sequedad de la boca, el desasosiego del sueño. De nuevo el intento de dormir un rato más, infructuoso. De nuevo me levanto y me dirijo al ordenador. Cargo el correo de mis diversas direcciones, mientras reviso la primera clase de esta mañana y decido hasta dónde llego hoy. El cuerpo me pide darles una clase profunda, larga, sistemática y técnica. Pero ellos no deben pagar las consecuencias de mis últimas horas del día de ayer. A pesar de la cena agradable, como siempre, sabrosa, llena de sensaciones nuevas que nos ofrece sorprendemente ese restaurante cantonés que tanto me gusta, el recuerdo de la conversación tajante e injustamente cortada, sus mensajes posteriores llenos de juicios precipitados de valor y la última llamada telefónica me habían tenido sumergida en un sueño denso, inquieto, desasosegado.
Y ello a pesar de que el último contacto me había permitido poner las cosas en su sitio, acusarle de prejuzgar, de emitir opiniones sobre mi persona sin conocerme lo suficiente, acusarme de defectos de los que me orgullezco de no tener. Él escuchaba mis reproches, serios, tajantes, duros, en silencio, en la distancia y, de nuevo, por segunda vez en veinticuatro horas, me pedía disculpas. No sé qué tipo de relación, de la clase que sea, puede iniciarse de este modo, a base de disculpas sucesivas. Tal vez sea que la edad me va moderando y que la regla de contar hasta diez antes de explotar da resultados. Tal vez piense que merece más la pena sentar las bases de algo, lo que sea, ahora que quedarme con los reproches en la boca y llevarlos guardados en el pecho, oprimiendo. En realidad, me sentí muy bien ayer cuando le pedía que no se atreviese a juzgarme sin pruebas y eso haga que le de otra oportunidad. Lo malo es que con cada disculpa suya, mi frescura y mis ganas de arriesgar van disminuyendo y en este momento, tal vez me apetecía ser más loca, menos racional, más espontánea, más niña. Pero es evidente que este hombre se va a encontrar con toda una mujer. Y lo mismo, eso no es malo del todo.

lunes, 12 de diciembre de 2005

"Seducir.
(Del lat. seducére).
1. tr. Engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo.
2. tr. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.
3. tr. Embargar o cautivar el ánimo"

"Te voy a seducir". Así terminó la conversación telefónica de anoche. ¿A cuál de las acepciones del término se referirá?. En esta aventura que inicié hace apenas dos meses, me he encontrado con gente diversa. En esta búsqueda premeditada de aún no sé muy bien qué, ésta fue la última frase, que quedó colgando entre mi oreja y el móvil durante un rato.
Me ha despertado esa sensación pesada en el vientre. Ese no dolor sordo. Los ligeros calambres corriendo muslos abajo, tenues, pero molestos. He mirado el reloj. Las 5.30 de la mañana. De nuevo el pinchazo mudo, la pesadez de la espalda, a la altura de los riñones. Un rápido repaso al calendario lunar ha sido suficiente.
Guiamos nuestra vida por el sol, pero a mi me despierta el influjo de la luna.

viernes, 9 de diciembre de 2005

Hoy va de miedos. No de los mios, que darían para un libro. De los de otros. Miedo a empezar una historia y miedo a acabar otra. Miedo a comprometerse y miedo a romper un compromiso que se siente pesado, inútil. Curiosamente, les unen más lazos de los que ellos imaginan, cuiosamente. Por ejemplo, les uno yo, haber entrado en sus vidas, haberme quedado parada un tiempo y seguir en ellas, de otra manera, de la única manera que ellos me permiten estar, pero que, hoy por hoy, me compensa.
Yo siempre he pensado que el amor me daba fuerzas, me hacía invencible, inexpugnable, vencedora. Igual no lo era, pero yo me he sentido así y el sentimiento de euforia, la adrenalina que provoca, era tan excitante que daba miedo, pero era otro miedo, ese que te hace maravillosamente irresponsable y atrevida.
Ellos no aman y por eso tienen miedo. Pero de ese que te agacha la cabeza, te la hunde entre los hombros y te hace invisible.
Y junto a este miedo, un correo lleno de valor, de autoestima, de fuerza. También sale del amor, del no correspondido, que ese también quita fuerzas mientras no eres consciente, pero da mucha cuando decides tomar, de nuevo, el mando de tu vida.

miércoles, 7 de diciembre de 2005

Qué extraño es el tiempo, la medida del tiempo, la conciencia del tiempo!. A veces pasan días y días sin que ocurra nada, monótonos, tan iguales unos a otros que apenas notas la diferencia (como esa película de extraño argumento en la que el tiempo entra en un bucle y se repite cada día del mismo modo). Otras veces, sin embargo, las viviencias son tan intensas, te pasan tantas cosas concentradas en milésimas de segundo que, cuando te paras a reflexionar, te das cuenta de que has vivido mil historias, mil sensaciones, distintas, opuestas, contradictorias, en apenas tres semanas, el tiempo que dura un amor, una ilusión, una decepción, un desangaño, una amistad sólida -con lo que eso cuesta-, un rechazo -de mi misma, de alguién a quien conoces, de nuevo de mi misma-, un aprendizaje, una lección, un nuevo amor -a una misma, a tu tiempo y a tu historia, a tu vida y a los tuyos-.
Es todo tan rápido que cuando verbalizas los pensamientos te sientes boba y avergonzada de lo que has hecho, descolocada, despeinada, como cuando consigues salir de la fuerza centrífuga de un ciclón y ves toda la historia desde fuera y no sabes muy bien cómo llegaste, ni cómo has salido de ahí. Sólo es posible sacar la ensñanza, en este caso positiva, de que te conoces un poco más, de que eres más sabia -lo que no excluye el error futuro- y de que te reconocerás mejor cuando te mires al espejo, más sosegada, más entera, más sencilla, más vulnerable, más fuerte. Todo en uno.

domingo, 4 de diciembre de 2005

Cita a ciegas. Nunca antes, nunca después. Lo peor es mi inseguridad durante días. ¿Cómo ha podido hacerme sentir tan patito feo, tan poca cosa?. Todavía se ha permitido el lujo de elegir, de poner en duda la valía, siendo como es. Definitivamente, la gente tiene un alto concepto de sí misma. O yo tento demasiados complejos. Su mirada de sorpresa y admiración ha sido un paupérrimo premio, pero un premio al fin y al cabo. No he dejado que pague nada, no permitiré ningún reproche en ese sentido. ¡Qué difícil intentar unir su voz, sus palabras, sus mensajes con esa persona! Y lo he intentado, todo el rato, mientras cenábamos y me contaba tonterías, mientras tomábamos una copa y bailábamos. Afortunadamente, al bajar del baño, un joven moreno, guapo y alto me ha piropeado. "Olé, las mujeres guapas", me ha dicho. Y eso me ha dado fuerzas para decirle que me iba a casa, que ya no aguantaba más.
Cuando me he montado en el taxi -no he permitido que me traiga a casa y él ha aceptado la derrota- me he sentido horrorizada. Ha conseguido anularme, cuando tiene tan poco que ofrecer. No voy a permitirlo más. Valgo demasiado, tengo tanto que ofrecer, tanto para dar. Se acabaron los complejos. Nena, tú vales demasiado. El que no quiera verlo que se quede tuerto, cuando no ciego.
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