jueves, 22 de abril de 2004

Ayer me encontré a N.T.. Es un chico muy majo al que acabo de conocer por motivos laborales. Iba muy elegante, con su traje de chaqueta gris oscuro, muy oscuro, su camisa blanca y una corbata en tonos rojos muy llamativa y favorecedora. Nos saludamos con un par de besos y eso me permitió apreciar su perfume, muy agradable. Nos despedimos en segundos, él siguió su camino y yo el mío, a casa.
Durante todo el trayecto me acompañó el olor de su colonia y todavía, largo rato después, cuando ya me había desmaquillado, lavado la cara, puesto el pijama y cenado, pude rememorar, con total claridad ese olor. Se me había quedado colgado de la pituitaria o de la memoria, no sé.
Eso me hizo reflexionar sobre ese curioso y desconocido sentido del olfato. Qué misterios encierra. Sólo en contadas ocasiones una es consciente de su poder, de su capacidad para traerte a la memoria situaciones, conversaciones, imágenes. Algunos supimos de su fuerza, cómo no, leyendo a Patrick Suskind.
¿Cómo sería nuestra vida sin olfato? No puedo imaginarla sin la colección de recuerdos asociados a olores que tengo en mi cabeza.

miércoles, 21 de abril de 2004

Hace ya catorce años, uno de los que le rodeaba se interesó por su salud. No se le veía bien. ¿Algún problema?. Él no contestó -siempre fue parco en palabras-, pero su cara y la languidez de su mirada fueron suficientes para que se decidieran a tomar medidas. Contrataron a los mejores especialistas, se hicieron los más exhaustivos análisis y el resultado fue concluyente: estaba gravemente enfermo. No se rindieron -no en vano era un símbolo- y decidieron luchar por él. La enfermedad atacaba sus tejidos y rompía los circuitos de conducción de los alimentos. Los daños, además, se encontraban en la parte más importante de su sistema. El tratamiento fue intenso: se sanearon las venas y arterias, se le facilitaron apoyos externos, incluso, se le conectó a un ordenador que controlaba los caudales aportados. Sin embargo, el verano pasado fue demasiado caluroso y su maltrecha salud sufrió en demasía. A pesar de haber contado con el mejor tratamiento aplicado por los mejores, no se ha podido evitar el desenlace fatal. Hoy los periódicos anuncian su fin: Hoy el árbol de Gernika ha muerto.


P.D. También han muerto hoy miles de niños azotados por el hambre y el sida. Lástima que para ellos no ha llegado un tratamiento eficaz como el del árbol.

martes, 13 de abril de 2004

A veces pasa. Es como despertar de un mal sueño, uno de esos sueños que te han paralizado el corazón, te han hecho sudar y te dejan con el cuerpo maltrecho. De repente, despiertas y descubres que el día tiene un cielo azul inmenso, que el sol ilumina cada rincón, que te apetece pasear, sonreír a la gente con la que te encuentras, sonreír al mundo.
Ojalá no se nuble y pueda seguir sonriendo, paseando, mirando al horizonte con alegria.

jueves, 1 de abril de 2004

No voy a llamarte más. Las dos últimas veces oírte contar lo feliz que eres con ella me ha partido el corazón.
Feliz. Con ella.
Envidia, dolor y decepción. Científicamente comprobado: no puedo llamarte más. Por ella, pero, sobre todo, por mí.
No sé qué me duele más, si saber que la preferiste antes -o a la vez- que a mí, aceptar que es mi amiga y está contigo, o haberle deseado, en algún momento, tanto dolor como el que yo siento cada vez que me cuentas lo feliz que eres con ella.
Lo que queda claro es que debo terminar con esta historia, dejar de llamarte, dejar de verte y seguir viviendo.
¿Y qué hago cuando eres tú el que llama, me dices que tienes ganas de verme y te despides de mi con un "un beso, corazón"?.
¿Cómo se arranca una de la vida a alguien que te tiene enganchada, aún a sabiendas de que no es bueno para tí?
Cualquier consejo, no violento, será bienvenido.
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