miércoles, 26 de enero de 2005

Las palabras no son inocuas. Ni inocentes. Israel anuncia que paraliza sus asesinatos de líderes palestinos. Y lo dice así, tan campante. Asesinatos de Estado, sin juicio previo, eso sí, selectivos. Lástima que los daños colaterales se lleven por delante a niños, los futuros líderes palestinos, supongo. En aquellas latitudes se han acostumbrado a hablar así. Yo esta mañana he dado un respingo cuando lo he oído. Ojalá siempre me asuste tanto con palabras como estas.

martes, 25 de enero de 2005

Sesentón, juerguista y algo canalla. Con una familia desestructurada desde hace años. Atado a una esposa enferma mental. Así es él. A mi me da pena, por eso le dejo que juegue conmigo, que me coja de la cintura e intente tocarme más de lo debido, que me cuente sus sueños eróticos, en los que soy la protagonista, que me llame por teléfono queriendo quedar conmigo. Tal vez soy demasiado transigente con las debilidades del bajo vientre, pero es que me da pena. Anoche me contaron que me nombra por las tabernas, que anuncia su deseo a voces embriagado por el alcohol. No sé qué haré cuando le vuelva a ver. Le regañaré como se regaña a un niño, porque como tal se comporta. Un niño grande, como tantos.

lunes, 24 de enero de 2005

I. Entró en el local como una reina, majestuosa, arrogante, y se dirigió al baño. Yo me quedé sorprendida. Era mucho más guapo de lo que podía salir en la tv y más delgado y más chic. Cuando pasó junto a mi me dirigió su mirada, yo le lancé un beso y él me respondió con un guiño y una sonrisa. Al marcharme no pude evitar acercarme a él, yo, que no soy nada mitómana. Le pedí un par de besos y le dije lo que pensaba, que era mucho más guapo en persona. Me lo agradeció con una sonrisa de complacencia. Encantador este Boris, sí señor.

II. La visita de mis amigos ha propiciado que pase todo el fin de semana en la calle. Y ha sido fantástico. Hemos visitado tiendas, hemos tomado cañas al sol, la comida del sábado fue tan divertida. Me he comprado ropa, he vivido, vamos. Están preocupados por mi exclusiva dedicación al trabajo. Aparte de que no era habitual en mi, piensan que me pierdo vida. Tal vez tengan razón, pero es que no tengo ganas de hacer otra cosa. Me da pereza tener que conocer a gente nueva y salir. Así que agradezco su visita, porque me ha puesto en el mundo por unas horas.

III. Mi madre acaba de llamar. Tres meses de enfermedad y ha muerto. Todo empezó con un dolorcillo, casi insignificante. La visita al médico descubrió un cáncer que se ramificaba rápidamente por todo su cuerpo. Después de tanto sufrimiento, con un tratamiento salvaje que la ha tenido postrada, la muerte ha llegado. Intento recordar su cara, alegre, proque hacía tiempo que no la veía. A veces una se pregunta si, en estas ocasiones, merece la pena la lucha. Supongo que el instinto de supervivencia lo propicia. Ese instinto que hará que mañana la sonrisa vuelva a mi cara y siga viviendo. Hoy, sin embargo, la pena me llena el corazón y no me deja respirar bien.

miércoles, 19 de enero de 2005

I. ¿Dónde termina el derecho a la individualidad y empieza el de la colectividad?. Eso me preguntó ayer un compañero de trabajo. Y mi respuesta fue simple: desde el momento en que te comprometes con un grupo, tus intereses personales decaen frente a los que defiende esa colectividad. Yo lo tengo así de claro. Por respeto a los demás, esencialmente. Por evitar que otros tengan que cubrir los flancos que tú dejas sin abarcar. Cuando te comprometes a algo, la vergüenza torera te debe impedir dejar de cumplir.
Estoy muy cansada de tener que dar explicaciones sobre el trabajo -o la falta de trabajo- de mis compañeros de andadura. Es bonito trabajar en equipo, cuando todos tenemos claro el fin y la importancia del mismo. Pero la desidia de algunos te lleva a apuntarte al carro, como un vulgar parásito. Y aunque al principio cuesta, acabas acostumbrándote a una simple farena de aliño. Y eso me disgusta enormemente.

II. Por fin la Iglesia Católica aprueba el uso del preservativo. A decir verdad, me importa tanto su declaración como la que podría haber hecho, en ese o en otro sentido, el Consejo de Administración del BBVA, por ejemplo. En el fondo, si analizo la situación, entendería una rebelión por parte de los convencidos de la causa religiosa. Si la unión sexual sólo puede tener por finalidad la procreación, utilizar métodos barrera es absolutamente contradictorio. Pero me parece bien que lo haya dicho, porque las enfermedades sexuales son un problema de salud pública general y una no sabe si anda por ahí con católicos practicantes o no.
De todos modos, si hacemos caso a las encuentas publicadas, el producto que ofrecen los obispos de hoy en día tiene poca clientela. Tal vez deberían cambiar la estrategia de marketing y no preocuparse tanto de con quién y cómo duermen, sino de cómo se comportan en sociedad.

jueves, 13 de enero de 2005

Hace unos días vi un reportaje que analizaba la situación económica de uno de esos países que nos surten de inmigración en los últimos años. Se decía allí que una de las fuentes más importantes de recursos era la constituida por las divisas que los emigrantes mandaban a sus familias. Me llamó enormemente la atención que se dijese que los hijos de esas personas que trabajan aquí en lo más ínfimo son en su país unos privilegiados, porque viven de lo que sus padres envían y esos les facilita acudir a las escuelas y vivir en mejores condiciones que los demás. Trágico, ¿no?. Sobre todo si analizamos la cuestión. ¿Cuánto puede ganar en España una señora ecuatoriana, por ejemplo, que se dedique al servicio doméstico? ¿Seiscientos euros al mes? ¿Tal vez setecientos?. No creo que mucho más. Al fin y al cabo sólo se dedica a limpiar, no es una profesional formada en otros saberes. O quizá sí, pero no se le paga por ello. A mí, a partir de aquí, no me salen las cuentas. Resulta que con esa cantidad vive aquí, paga alquiler -compartido con otras personas, claro-, come, se viste -mal, imagino- y todavía le resta algo, poco, para mandar a casa y conseguir que sus hijos sean unos privilegiados. No, si va a ser verdad cuando las campañas de apadrinamiento de niños dicen que por menos de un euro al día se puede hacer mucho por ellos en sus países. De cualquier modo, yo no dejo de pensar qué situación deben tener estas personas en sus países para correr el riesgo de venir a tantos kilómetros de distancia, dejando tantas cosas en su casa, por conseguir un trabajo mísero a cambio de un sueldo mísero, que nadie en su sano juico aceptaría.
Hay más problemas, claro. Se integran con dificultad y algunos no tienen papeles, lo que hace fácil su explotación, cuando no su inmersión directa en la delincuencia -que hasta entre los pobres hay mala gente, lo sé-.
Pero resuelven problemas también. Se ocupan del trabajo que nadie quiere, suben las cotizaciones a la seguridad social, llenan nuestros censos de niños. Claro, luego estos niños hay que escolarizarlos, pero a mi eso me parece perfecto. A la vez que se aprenden matemáticas -mal, como me pasó a mi y dicen las encuestas- los niños aprenden a darse cuenta de que hay otras razas, otras culturas, otras religiones, incluso. Y eso es bueno, ser concientes desde pequeños que la diversidad no implica inferioridad.
No sé, a mi me gustan verles por aquí. Y estoy dispuesta a ceder parte de mi bienestar por ellos. Y por otros que lo necesiten. Pero esa soy yo, Gwendolin.

miércoles, 12 de enero de 2005

¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta antes?. ¿Cómo se puede convivir con alguién y que no signifique nada para ti?. De pronto, un gesto, una palabra convierte a una persona en alguien real y vivo. De repente, se vuelve insustituible y gestos, rasgos, miradas y frases que siempre pasaron desapercibidas cobran vida y te hacen cambiar el modo de tratarla, de acercarte a ella, de conocerla. Esa persona te cuenta cosas, hechos que ocurrieron antes, como si tú hubieras estado allí, Y se te queda una cara rara, porque no lo entiendes. Porque tú, que tienes una memoria de elefante, capaz de recordar el menor detalle, no sabes de qué te está hablando. Y eso no puede significar otra cosa más que el hecho incontestable de que no prestaste la más mínima atención a lo que te contaba, porque no era importante entonces.
De pronto, en tu buzón de correo aparecen cartas en las que te hablaba igual que ahora, las mismas bromas, los mismos juegos. Pero entonces no te importaron y ahora son imprescindibles. Notar que esa persona siempre te trató igual te consuela y explica tantas cosas. Ahora todo empieza a tener sentido. El vacío, ese que te desconsolaba, descontrolaba y desazonaba empieza a llenarse. Y avanzas en la amistad, en la relación, sin que haya saltos o, al menos, sin que estos sean tan bruscos que temas partirte la crisma a cada paso. Ufff!.

viernes, 7 de enero de 2005

I. La batalla va a se tan desigual. David contra Goliat. Con la excusa de la información, la campaña va a ser sesgada e incompleta y nuestro afán por explicar nuestra postura será incomprendido, casi infructuoso. Me da rabia que no nos lo expliquen de verdad. Quizá no haya opción, pero también es cierto que no nos van a contar la verdad y cuando queramos darnos cuenta será tarde. Otra votación perdida. Como tantas, como casi todas.

II. Ya lo suponía pero anoche tuve la certeza. Es difícil contar la historia pasado el tiempo, es difícil hacer ver al interlocutor tu angustia, tu suplicio, tu temor, tu ansiedad. No porque no haya existido, que lo que yo he sentido está claro y está vivo y fue real, sino porque el tiempo, fabuloso casi siempre, coloca a todo el mundo en su sitio y las cosas ya no se ven como fueron. O tal vez es que no fueron como las sentí. En cualquier caso, pasados los meses, la gran historia ha quedado reducida a un chascarrillo. Me alegro.

jueves, 6 de enero de 2005

I. Hoy he paseado mi ciudad, llena de luz, de sol, de alegría. He ido al barrio judio, con su callejuelas, plazoletas y recovecos. El monumento emblemático mostrando todo su esplendor y hermosura. Es tan grato pasear por la ciudad. La gente se saluda, porque se conoce y se reconoce. Ese es el misterio de las ciudades pequeñas. Me he encontrado con antiguos vecinos, antiguos compañeros de estudios y antiguos profesores. La mayor ilusión ha venido al abrazar a mi maestra de literatura en el colegio. Igual que siempre. Me ha mostrado su orgullo por lo que ella llama mis triunfos y su satisfacción por saber dónde estoy y a qué me dedico. Me ha encantado verla y me ha prometido hacerme llegar una copia de un poema que escribí siendo niña en el colegio hace... tantos años.

II. He dado el paseo con mi madre. Está encantada con mi visita. Creo que empieza a echarme de menos. Ha aguantado durante diez años mi ausencia, pero creo que ya empieza a necesitarme cerca. Se queja de que haya tenido que irme de mi ciudad cuando otros han encontrado trabajo cerca. No sé cómo convencerla de que lo que tengo es bueno, mejor que lo que tienen sus ejemplos. No puedo convencerla porque yo no estoy del todo convencida.

III. Las ciudades grandes embrutecen. Y yo no quiero que me pase, pero es inevitable. Hoy, en mi paseo, ha aparecido una ambulancia haciendo sonar su sirena. La gente se volvía con cara triste, de preocupación, murmurando su condolencia por el enfermo, sin saber a ciencia cierta si la ambulancia iba o venía. No hace falta saberlo, supongo. En la ciudad grande el sonido de sirenas forma parte del ambiente y no crea espectación. La ciudad grande embrutece.

IV.Por la tarde he ido a la Asociación de Vecinos. "Con lo republicano que soy y aquí me tienes, vestido de rey mago". Eso me ha dicho Tomás en el almacén, detrás de la barba rubia postiza, mientras decenas de niños, hijos de inmigrantes, los pobres de los pobres, esperaban fuera a que los reyes magos les dieran sus regalos. Caritas morenas, de ojos rasgados, ojos de indio, ojos de desierto, llenos de ilusión, mientras esperaban tomado un batido de chocolate y un caramelo. Me he emocionado

martes, 4 de enero de 2005

La conocía desde hace tanto tiempo. Formaba parte de sus encuentros desde hacía años, no sabía cuantos. Hasta esa noche, en la que apareció enfundada en su vestido rojo y se materializó en mujer, hecha y derecha, excitante, deslumbrante. Eran sus mismos ojos, su misma sonrisa pícara, la de siempre, pero era distinta. Todo en ella era exótico y nuevo y atrayente.... y peligroso. Por eso puso todas las barreras y se ató los machos, los del deseo y la atracción, porque no era posible, no era conveniente, no podía ser. Desde entonces cada vez que la ve se recrea en su carne, que ella, consciente, enseña de manera estratégica. Porque eso es lo peor, ella lo sabe, distingue perfectamente sus miradas, alienta sus caricia, visuales, pero caricias llenas de calor, coloca, así, como quién no quiere la cosa, la tela donde más enseña, donde más insinúa, donde más excita. Ella es una maestra en la técnica de mostrar sin enseñar, de dejar ver sin querer. Nada es casual, dice ella, con picardía. Y ese es el juego, a eso se limita. Ver, mirar, acariciar despacio, con los ojos, notar su satisfacción.

sábado, 1 de enero de 2005

A eso de las nueve de la noche me ha llegado el mensaje. "Un minuto de silencio por los muertos del maremoto, los de la guerra de Irak y tantos otros, un mitin de quince minutos, el himno de Andalucía y a cenar". Debe ser emocionante y un pequeño gran sueño vivir en un pueblo así. Setecientas personas se han reunido y han recibido a los forasteros, les han dado casa y cena y han compartido con ellos el fin de año.
Yo he propuesto en mi cena guardar silencio por todos los que no estaban hoy con nosotros y ha habido risas y malas caras por la idea. Supongo que queríamos pasarlo bien nosotros solos, sin que hubiese fantasmas que nos acecharan y borraran la sonrisa. Teníamos toda la noche por delante para divertirnos y yo sólo les pedía un minuto, pero a veces un minuto es mucho tiempo, me temo.
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