viernes, 31 de diciembre de 2004

Siempre me da miedo este día, el último del año. Miedo a que se vaya, definitivamente, este amigo, que me ha dado alegrías y tristezas, pero conocido y por lo tanto controlado. Me levanto temprano y lo vivo intensamente, cada segundo, como se vive cerca de ese moribundo que se va o de esa persona que sale de viaje para tanto tiempo. Conforme se acerca el momento de las campanadas, un nudo de angustia me atenaza el corazón. Y cuando muere, por fin, lloro. Siempre ocurre así.
Los dos últimos años fui feliz en nochevieja, porque estaba enamorada y estuve con ellos. Es bonito celebrar una noche con la euforia del amor. Este año no tengo a nadie a quién abrazar especialmente y besar tiernamente. En realidad, ni siquiera me apetece ir a ninguna de las fiestas a las que me han invitado, ningún plan me parece lo suficientemente atractivo. Pero imagino que acabaré bailando y riendo, como siempre. Cosas de ser como soy.
Feliz entrada en el nuevo año. Nuevas perspectivas, anhelos y deseos. Ojalá todos se cumplan.

sábado, 25 de diciembre de 2004

Por fin las dos citas ineludibles con la familia se saldaron bien. Sobre todo porque yo estuve muy tranquila y no hubo excesivos espectáculos. La situación no tiene marcha atrás. Incluso se han cerrado puertas, quemado barcos y roto puentes. Pero yo estoy lista para afrontarlo. No me importa. Hace unos días, conversaba con C que me comentaba cómo con la edad, con el tiempo, se simplifican los afectos y quedan los imprescindibles. Una deja de hacer cosas por cumplir y su lista de llamadas y de contactos se va viendo reducida sin que cueste echar en el olvido a los demás. Mis afectos, esos a los que no podría renunciar porque perdería la vida, están ahí, firmes como una roca frente a los embites de la tormenta. Yo me siento más segura porque, después de hoy, ya sé quiénes están y quienes no.

viernes, 24 de diciembre de 2004

La otra noche fue rara. Primero cené con J y un matrimonio de clientes del despacho. La pareja más pedante, snob y fascista que he conocido. Lo peor del peor ejemplo de provincianismo que uno pueda encontrar. Nos tomamos incluso una copa, con lo que le demostré a mi amigo hasta dónde soy capaz de llegar por él.
Luego me llamó R. Estaba en la ciudad con sus padres y unos amigos comunes. Ya de madrugada me acerqué a verles y tomar algo con ellos. El encuentro con los chicos que colaboran en la ONG con la que yo trabajo de vez en cuando me devolvió a mi realidad, la que me gusta. R y yo volvimos a bailar, pegados, al unísono. "Es increíble. Haga los que haga con el ritmo y la música, tú me sigues. Es un sueño bailar contigo". Sí que lo es. Y lo fue más, cuando yo buscaba significados secretos en sus gestos, en sus manos. Hoy ya no importa, porque no le admiro, ni le respeto, aunque le aprecio, sin saber muy bien por qué. Fue muy fácil despertar del sueño en que me sumió bailar con él. Demasiado fácil, porque no me hubiese importado llegar más lejos esa noche. Hay demasiadas cuentas pendientes de saldar.

jueves, 23 de diciembre de 2004

"La catarsis del AVE". Así debería llamarse. No sólo es que a los cinco minutos de haber puesto el pie en mi sur se me transforme el acento y parezca que no me he ido nunca, es que, además, se me olvida de donde vengo y los problemas que tanto me han acuciado en los últimos tiempos, los expedientes sin cerrar, ese artículo, impenitente, que me veo incapaz de terminar, se han quedado allí arriba y yo vuelvo a sentirme pequeña y frágil.
Mi madre me despierta cada mañana con un beso y me anuncia el café caliente, oloroso y esa tostada con aceite de oliva que me quita las "tapaeras del sentío". El sol entra radiante, feliz, irreverente por mi ventana y me obliga a levantarme con una sonrisa. No me importa que el motivo sean estas fechas, benditas, si me permiten ver a los mios de nuevo.

martes, 21 de diciembre de 2004

Solsticio de invierno. El sol se aleja de la tierra y los humanos hacen hogueras y se arremolinan alrededor del fuego, buscando su calor. Se preparan las semillas para la siembra y se hace recuento de las que no han sido buenas en la cosecha anterior. Se eligen las fuertes, las que asegurarán la vida y el sustento en el siguiente período. Hoy es el día más corto del año, aquél en el que hay menos horas de sol. El mundo se sumerge antes en las tinieblas. Yo me voy de viaje, al sur, a mi amado y nutritivo sur, el que me da la vida. A encontrar allí la luz, de nuevo. Purificador. Hacer recuento y preparar la primavera. Hoy, además, esta idea de renacer tiene más sentido. Hoy cumplo años.

sábado, 18 de diciembre de 2004

Siempre pensé que era muy difícil vivir sabiendo que los de tu alrededor, esos que de verdad te conocen y que te importan, son conscientes de tus defectos y te los ponen delante de los ojos en cuanto tienen ocasión. Es muy duro que siempre vean el vaso medio vacío, pero esta circunstancia tiene una visión positiva, sobre todo para los que nos empeñamos en ver ese mismo vaso medio lleno: nunca paras de intentar mejorar, de luchar para conseguir, si no un halago por tu mejoría, sí un reproche menos por tus fallos, tantos.
Últimamente, sin embargo, veo que tampoco la situación contraria es mejor, ni mucho menos. Cuando esas mismas personas te ven tan perfecta, tan responsable, tan buena madre, mejor hija o esposa, magnífica profesional, estupenda persona, debe ser tremendo encontrarse en el borde del precipicio a punto de caer. El miedo a la decepción, a perder el estatus de "persona 10" debe ser tan tremendo que te paraliza el corazón y la vida y apenas te deja sitio para respirar. Porque, además, cuando una se siente 10, no tiene alicientes para mejorar la perfección. Y siempre se ha dicho que lo difícil no es llegar, sino mantenerse.
Las que, como yo, sentimos que no hemos llegado nunca, no nos relajamos y siempre tenemos motivos para seguir; pero el miedo a perder el trono debe ser demasiado terrible como para que merezca la pena ese trono, a veces, tan fácil o tan gratuítamente obtenido.
Lo perfecto, tal vez, sea el punto medio, como en casi todas las cosas.

viernes, 17 de diciembre de 2004

Una manta en el sofá, una caja de pañuelos, el vaso de leche tibia y "Memorias de África" en el video. Lista para una velada de llanto desconsolado. Consciente y liberador. Premeditado. Hoy ha sido un día duro, inevitablemente trufado de esa revolución hormonal que me sobreviene cada 28 días. Me he enfadado tanto; y acto seguido he querido llorar y escapar, pero no podía, porque me había comprometido a sonreír a diestro y siniestro, sin ton ni son, absúrdamente. Sí, ya sé que no tenía necesidad, que podía haber inventado una excusa, pero no lo he hecho y aquí me encuentro, lista para iniciar la velada purificadora. Esa que conseguirá que ese fango que se encuentra en el fondo de la botella sea eliminado. Porque me temo que en los 28 días que siguen se va a acumular mucho poso.
¿Has visto esa botellas que tienen posos asentados en su fondo? El líquido que contienen es límpio, claro, transparente. De pronto un movimiento brusco lo vuelve turbio. Y hay que esperar a que, de nuevo, otra vez, el fango vuelva al fondo y el líquido vuelva a ser límpio, claro, transparente.

martes, 14 de diciembre de 2004

No es falsa modestia, ni nada que se le parezca. De verdad. Pero lo cierto es que cada vez que alguien me ha propuesto para hacer algo teniendo en cuenta mi valía y preparación, he sido la primera sorprendida. Si me hubiesen preguntado, no habría dado ni un duro por mi misma. Por eso, cada vez que me lo dicen, me lo recuerdan o me tienen en consideración, no puedo evitar un respingo.

lunes, 13 de diciembre de 2004

Hace 24 años fue mi profesora de inglés. Susan, sosa como buena inglesa, pelirroja, poco agraciada, pero muy simpática y con muchas ganas de integrarse. Se volvió a su tierra cuando yo abandonaba el colegio e iniciaba mis estudios de bachillerato. Pero no dejamos nunca de escribirnos.
Por estas fechas, como cada año durante los últimos 24, me llega su carta en la que me felicita las navidades y me cuenta cosas de su familia. Se casó con un piloto de las Fuerazas Armadas británicas -RAF-, tuvo dos niñas, volvió a su país, después de recorrerse Europa con su marido.
Este año, de nuevo, su carta, con fotos de las chicas y de su marido. También con una foto suya. Voy a contestarle en este momento. Otro año más. Una tradición como tantas.

sábado, 11 de diciembre de 2004

¿Código ético?. ¿Buen gobierno?. ¿No es mejor ser honrado, cumplir la ley y tener claro, muy claro, que se está ahí para servir a los demás?. ¿No es más efectivo hacer cumplir la ley cuando el interfecto se desvía de la misma que provocarle el sonrojo por actuar sin ética?. ¿Es que van a sustituir la aplicación de la ley por el reproche moral?. Señores, el que no cumple no tiene moral.

miércoles, 8 de diciembre de 2004

Mi vecino ha muerto. Tenía 85 años, un cáncer terminal y muchos achaques. Es normal, ley de vida, como se dice. Yo no tenía mucho contacto con él. Mi vida, ajetreada y loca, con sus idas y venidas, me lo impedía. A veces, sólo sabía de su presencia por el ruido que se colaba por los muros colindantes. Es normal. Para colmo, ha muerto en el hospital, no en su casa. Además, sólo era mi vecino. Lo malo es que era mi único vecino y me enterado de su muerte cuando casi había trancurrido un mes desde que ocurrió. Perra vida.

lunes, 6 de diciembre de 2004

Acabo de ver "Mogambo", esa película en la que compiten la belleza rubia, serena, casi perfecta y sosa de Grace Kelly frente a la de Ava Gadner, ese torbellino de pasión, el animal más bello del mundo, como alguién la llamó. No me había dado cuenta hasta ahora, y mira que la habré visto veces, pero es una película muy moderna. Tanto que, según cuenta la leyenda, en España la censura no podía permitir que apareciese un adulterio -el que cometía la Kelly liándose en plena selva con Gable- y cambiaron el guión a golpe de doblaje haciendo al matrimonio aparecer como hermanos, es decir, cometiendo incesto.
Pero no es eso lo que me ha llamado la atención. Lo que más me ha gustado es el papel de Ava. Una mujer moderna, es decir, liberada y por eso mismo, minusvalorada por los que la rodean. Ava se enamora del personaje de Gable, pero como es una cínica -supongo que obligada por su vida- no puede permitirse el sentimiento. Por eso sufre en silencio y a solas cuando se da cuenta de que el hombre al que ama quiere a otra. Por eso, en su afan de verle feliz, incluso le ayuda a conquistarla.
Es fácil reconocerse en Ava. No por su belleza -qué osadía- sino por su actitud valiente, decidida, cínica, enamorada, al fin.

sábado, 4 de diciembre de 2004

¡Cómo es la mente y el recuerdo!. ¡Cómo es la nostalgia y la memoria!. En mi tarde de febrícula, me siento en el sofá con un libro en el regazo y un disco en el ambiente. Entonces suena “Lágrimas negras”, esa canción que me sobrecoge el corazón cada vez que la oigo, sea cual sea la versión. Esta, la de Bebo y El Cigala consigue llevarme atrás, a esos días y esas noches de hace dos años. Dos años ya.
Recuerdo aquellos días, intensos, felices. Y me emociono al darme cuenta de que el tiempo, mágico, ha borrado, hoy al menos, el dolor de después, el que vino después. Hoy, el tiempo ha depurado los recuerdos y sólo se han quedado los buenos. Los recuerdos se han matizado y apenas puedo ver su cara, que se me difumina. Sin embargo, recuerdo cada sentimiento, cada sensación, cada gesto, cada sonrisa, cada palabra, pronunciada, eso sí, por alguien a quién no veo. Como en los sueños.
Aquellos metros escasos en los que mi vida se desarrolló aquella semana se dibujan nítidos mientras suena la canción. Iba y venía detrás de aquella barra y, de vez en cuando, le buscaba con la mirada. Sólo bastaba un segundo. Allí estaba. No era difícil encontrarle. El ébano de su piel resaltaba sobre todos. O tal vez yo le veía a la primera por la simple necesidad de verle, de saber que estaba allí. El teléfono en el bolsillo vibraba a veces y, entre el barullo y la música, su nombre temblaba en la pantalla. A diez metros de mí, me preguntaba cómo estaba, mientras me sonreía desde la otra punta. Y yo era feliz. Nos escapábamos furtivamente a su coche con la excusa de buscar cualquier cosa y allí un par de besos me daban la vida que me faltaba antes de conocerle. Me bastaba entrar al recinto y ver su coche aparcado para saber que entraba en la gloria. Me quedaba la última, recogiendo todo, para tener la dicha de despedirme de él con un beso antes de irme a dormir con una sonrisa entre los labios. Al despertar siempre su llamada en mi teléfono, pidiendo mi ayuda y yo corriendo veloz hacia él, hacia su llamada. Aquella noche él me esperaba cuando llegué, me llevó a un rincón y me confesó su amor. Qué felicidad. Él me quería, me lo había dicho y debía ser, entonces, verdad. Era mi oportunidad y la había aprovechado, había ganado.
Hoy, por azar, ha llegado un mensaje suyo justo cuando yo le recordaba. “Qué curioso. Pensaba ahora mismo en ti y en aquel primer septiembre. No te agobies. Recuerdo el sentimiento. Fueron días felices e intensos. Cosas de la gripe y de la música que suena. Besos nostálgicos”. Qué distinto estos besos de los que nos mandábamos cada mañana durante meses. “Un beso largo, calido, intenso y dulce”.
Sigo leyendo y escuchando el disco. Anochece sobre la ciudad, la fiebre baja y yo soy feliz por lo feliz que fui. Al menos lo viví y para mi se queda. Sólo para mi.
Todo el mundo de puente y yo en casa, encerrada por prescripción famaceútica. La ciudad vacía y yo con esta gripe, que ni es gripe ni es ná, ni chicha ni limoná. Con este malestar general que ni arranca y me hunde en el sopor de las fiebres, ni me deja tranquila para pasear la ciudad vacía. "Me gusta el puente, ese que tiene cuatro días, que entre sus barandales se queda Madrid vacía". Así cantaba Mercé en su "La vida sale". Pero yo no puedo salir, no debo. Ay, aquí me hallo, en el lecho del dolor.

jueves, 2 de diciembre de 2004

Ayer, en una jornada a la que tuve que acudir por motivos laborales, un chico se paseaba con una camiseta negra en la que, con letras rojas, se leía la frase "Malditas sean las guerras y los canallas que las apoyan". Me sorprendió ver esa frase, pronunciada por alguien a quien conozco desde hace tantos años, minutos antes de la hora prevista para iniciar una conferencia en contra de esa guerra, cuando le comunicaron que su hijo había muerto en ella. Me sorprendió porque nunca la había asimilado como un eslogan, sino como la frase de dolor de un padre ante la muerte de su hijo. Y sin embargo, es cierto que esa frase contiene en si misma una gran fuerza.
Ese hombre dolorido, pero sereno, escupió una por una cada palabra y ese chico entendió que merecía pasar a la pequeña historia de las frases célebres.
Unos días después de aquélla tarde de dolor y estupor, volví a encontrarme con el autor de la frase en la sede de su partido, que es también el mío. Era noche de elecciones y analizaba los resultados. De nuevo con su talante serio, como siempre, sereno, pero con cierto entusiasmo por lo que él entendía que eran unos buenos resultados en algunas zonas del país, consecuentes con la política llevada a cabo allí, me contó algo de su calvario particular, de su dolor perenne, como debe ser el de perder para siempre a un hijo.
Ayer volví a recordar esos momentos, gracias a la camiseta contestataria de aquel chico. ¿Se comprarán en algún sitio esas camisetas?. Yo quiero una.

lunes, 29 de noviembre de 2004

Llegó a casa cansada, como siempre. Subió a su habitación, se quitó la ropa, se lavó la cara y se puso su bata de seda, anudada a la cintura. Se tumbó en el sofá dispuesta a ver lo que fuese que pusieran en la tele. Una serie, como tantas otras, comenzaba mostrando a un tipo que cortaba unas hojas secas de tabaco para hacer un cigarro puro. Entonces decidió darse el capricho. Lo preparó todo. Un vaso de boca ancha lleno de hielo, un chorreón de ron haitiano, puro coñac, el cortapuros, la caja de cerillas, el cenicero y un puro habano. Lo movió entre sus dedos cerca del oído, lo olió y decidió que estaba en su punto. Abrió el cortapuros, introdujo la punta y cortó, rápido y seco. Luego lo humedeció entre los labios y encendió el cigarro. Aspiró el humo y dejó que le llenase la boca, que le llegase hasta la garganta y le subiese un poco hasta la nariz. Después expulsó el humo en volutas que la rodearon. Dió un trago al vaso. El ron le refrescó la boca y le calentó el estómago. Una nueva calada corta, seguida de otras dos más largas, al puro. Un suave picor en la punta de la lengua y luego el sabor llenándole la boca otra vez. El segundo trago de ron empezó a hacerle efecto. Las rodillas empezaron a hacérsele como de espuma y la sensación le subió por los muslos. Empezó a sentirse bien. El humo de un intenso olor la rodeaba, mientras volvía a chupar el cigarro, dándole vueltas entre los dedos. Sintió calor. Se acarició el cuello. Desde la base de la nuca hasta la clavícula, luego el hombro. Otro trago de ron, ahora más suave por el efecto del agua derretida. Se desperezó en el sofá, voluptuosa. Se sentía bien, sí. Entonces sonó el teléfono. Trabajo. Citas, cuestiones pendientes, compromisos, tareas... Cuando colgó volvió al sofá, pero el puro se había consumido en el cenicero y el ron se había disuelto definitivamente en el hielo derretido. Recogió las cosas, apagó la luz y se fue a dormir. Después de todo, al día siguiente había que madrugar. Ya vendrán tiempos mejores. Seguro.

domingo, 28 de noviembre de 2004

Es curioso como las cosas que nos pasan, que nos separan físicamente, nos unen más. Nunca hasta ahora habíamos estado tan pendiente unas de otras. Nunca antes la vida nos había colocado a todas tan lejos, tan en el borde de la vida. Y sin embargo, ahí estamos, juntas, unidas, tan unidas. Es como si cuando estamos juntas tuvieramos que transmitirnos todo el cariño, el apoyo y el amor que vamos a necesitar cuando no estemos. Como cargar baterías. Nunca hemos sido tan sinceras, tan cariñosas, tan amigas. Siento que hemos madurado tanto. Estructural, no coyuntural.
Me llama para contarme que ha terminado con ella. Y no puedo evitar alegrarme. ¡Qué desazón, qué mala conciencia!. ¿Por qué me siento así?. Resentimiento. El resentimiento sólo se cura con la venganza, el olvido o el perdón. ¿Qué es esto?. No tengo nada que perdonar, pero es cierto que no lo he olvidado. ¿Es esto venganza? Él y yo somos amigos, sin derecho a nada más, porque no funciona. Lo que tenemos me gusta, ¿por qué entonces me alegro de su ruptura?. Es como si le recuperase sin obstáculos, sin tener que guardarle a ella su sitio. Pero tampoco es cierto, no del todo. Él nunca fue mío en exclusiva. Le compartía con tantas... ¿Qué significa esto?.

jueves, 25 de noviembre de 2004

En ocasiones, es difícil mantener la cabeza fría y no dejarse llevar por el brillo de las bambalinas que te rodean. Crea cierta ansiedad, que hay que sobrellevar, tener que estar atenta para ver que no es oro todo lo que reluce. Cuando estás en ciertos sitios te crecen amigos por todas partes, gente que te dice que siempre te quiso, que siempre te tuvo en la mejor consideración, que te lo dicen ahora, pero que ya lo pensaban de antes. Eso halaga, pero hay que saber distinguir el polvo de la paja.
Mi problema es que soy demasiado ingenua, a veces, y como lo sé, me vuelvo, por reacción, demasiado desconfiada. Tengo que hacer ejercicios de mentalización para poner a cada uno en su sitio, ni muy arriba, ni muy abajo. Justa. Tengo que saber a quién me debo, con quién he firmado mis compromisos virtuales, esos que se basan en la confianza mutua, que se ratifican con una simple mirada mientras se toma un inocente café. Debo tener siempre claro que las relaciones, las de verdad, se basan en una inquebrantable lealtad, que no servilismo, que implica la capacidad para decir con franqueza cuándo se equivocan y por qué. Y, consecuentemente, saber que cuando te lo dicen a ti lo hacen por lo mismo, porque no quieren otra cosa para ti más que verte hacerlo bien.
A veces, en la vorágine de las tareas cotidianas es difícil mantener la cabeza fría. A veces es complicado saber hasta dónde puedes confiar. A veces es decepcionante ver que ese apoyo recibido es tan interesado, tan mercantil.

martes, 23 de noviembre de 2004

"Amigo puede ser quien bien repara
en la musa o engendro que yo aporte.
Amigo, sí, es también quien me soporte,
pero amigo mayor es quien me ampara".
Amigo mayor (Silvio Rodríguez)

Gracias a todos los que, de un modo u otro, estuvísteis amparándome ayer. Gracias por los besos recibidos, las caricias y apretones de apoyo y cariño. Los de verdad y los virtuales, los que se quedaron en deseo e intención. Los de aquí cerquita y los que vinieron de muy lejos. Gracias por soportarme cuando no me lo merezco y por ampararme siempre. Gracias.

domingo, 21 de noviembre de 2004

Mañana nos llamaremos todos. Yo llamaré a mi madre y a mi abuela. También a mi hermano. Hablaremos de naderías, de intranscendencias, interesándonos de manera obsesiva por nuestro estado de ánimo. Probablemente no mencionaremos el hecho que nos lleva a llamarnos. No hace falta. Llamamos por el mismo motivo, ya sabes, porque hace muchos años, nuestra vida cambió para siempre un día como el de mañana. No sabría decir si el cambio fue para bien o para mal, pero es seguro que hoy no seríamos lo que somos si ese coche no se hubiera despeñado hace veintinueve años, quedando para siempre suspendido en aquellos cerros inmensos.

viernes, 19 de noviembre de 2004

Viene el lunes. Estoy un poco nerviosa. Siempre que sé que voy a verle me pongo un poco nerviosa. Él fue mi profesor, el que inció en mi el gusto por lo que hago. Me recomendó a mi jefe, dando de mi las mejores referencias. Por eso nunca he entendido qué pasó después, por qué un día, de repente, me negó el pan y la sal, dejó de hablarme y se limitó a saludarme por compromiso. Hace ya muchos años de aquello; es verdad que ya no duele, pero dejó un poso de amargura que se me viene a la boca cada vez que sé que voy a verle. "Acuérdate, mantente en un segundo plano, que sea él el que se acerque a tí, no inicies ninguna conversación en su presencia, limítate a tomar lo que él te de, no te fies, cuidado". El lunes otra vez tendré que jugar a no ser lo que soy. Porque aunque ya no duele como dolió, no sé cómo me sentaría un nuevo revés de su desprecio. "Él se lo pierde", me ha dicho hoy Greta, cuando se lo he contado. Sí, pero yo le tengo aprecio, a pesar de todo, y agradecimiento porque hoy soy feliz con lo que hago gracias a él. Lástima que no me deja demostrárselo.


Es divertido e interesante mezclarte en el autobús con los chicos que van y vienen a clase. Como no saben quién soy ni a qué me dedico, oir sus conversaciones da muchas pistas. "La de Genética es una borde y una inútil"; "el de materiales es muy majo y sabe mucho".
Hoy dos chicas iban hablando de un cantante. "Mola esta canción, ¿verdad?. Sí, ¿quién la canta?. No sé, una tal Tino Casal. Ah, si, me suena ese tío. Sí, mola".
¡Son tan jóvenes!. A mí también me gustaba la espectacularidad de la puesta en escena de Tino, con sus casacas de colores, sus brillos y su maquillaje. Y su voz aguda. Y la canción también molaba, sí. Fue una pena su muerte temprana, pero no se le echa en el olvido.

miércoles, 17 de noviembre de 2004

"Gracias por darle contenido a la palabra esperanza". Una nota con esta frase acompaña a una pequeña caja de bombones. A veces, una palabra de agradecimiento compensa el tiempo, las fuerzas, las desilusiones, las frustraciones y los enfados que acompañan a la tarea. Hoy, además, ha sido un día difícil, así que el detalle se valora más, mucho más. Mi tristeza y mi furia se han disuelto con esta nota y esa llamada telefónica, larga, divertida, distendida, inteligente.
¿Héroes?
I. En el amor y en la guerra todo vale. ¿Todo?. ¿Hasta rematar en el suelo al herido inerme?. Ni en el lejano oeste ocurría eso. Y si ocurría, lo hacía el traidor, el malo, el delincuente. Estos son los héroes del lejano oeste de hoy.

II. Van de puros, de sinceros, de leales, pero su estrategia siempre es la misma. Ponen el ventilador y esparcen la porquería sobre los demás. Ellos son los mensajeros y su deber es poner en conocimiento del afectado la verdad. Es una cuestión de honradez. Lo malo es que la mayoría de las veces, su verdad es la más absoluta de las mentiras. Pero el daño ya está hecho y la duda sembrada. Algún día estos adalides de la justicia y la sinceridad deberían pagar por el dolor que infringen. Algún día.

lunes, 15 de noviembre de 2004

Lo malo de volver ver a amigos a los que no ves desde hace tiempo es que te plantan ante las narices esas afirmaciones rotundas que en su día hiciste. Son tu memoria viva, que te echa en cara lo que no has hecho, lo que no has cumplido. No lo hacen conscientemente, claro. Pero tú sufres esos envites del recuerdo como si fueran un ataque directo. Es lo malo de ser demasiado tajante. Y demasiado joven. Afortunadamente, con la edad, una aprende a aceptar sus contradicciones, a asumirse más cobarde de lo que era o más cauta o menos temeraria.
El sábado hubo más preguntas, más recordatorios. Mis planes de ser madre, mis ganas de compartir la vida con alguien, mis antiguos amores puestos al día por la necesidad de volver a contarlos. Y luego a pensar, porque de pronto ves que has evolucionado y no siempre para bien.

domingo, 14 de noviembre de 2004

Esperaba la llamada. Estaba anunciada, pero como tardaba, empecé a pensar que no se produciría y, la verdad, lo agradecí. Pero no, llamó. Y, por un instante, me apeteció quedarme en la rutina, en el abandono, en lo de siempre, conocido, controlable. Cogí el teléfono y en nanodécimas de segundo decidí ser consecuente con los planes previstos. Iría a la cena, claro. Ver a antiguos amigos, reirme con ellos, saber de sus vidas después de más de dos años. Salir del agujero. Y me lo pasé genial. Y quedamos emplazados para otra vez, cerca, muy cerca. Pasitos cortos, pero pasitos.

jueves, 11 de noviembre de 2004

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que una pueda decir con rotundidad que conoce a una persona?. ¿Cuántos rasgos, caracteres, perfiles puede tener?. ¿Cuántos de estos rasgos son suficientes para calificar a alguien?. ¿Pueden ser contradictorios y, a la vez complementarios?
Hace catorce años que le conozco y trabajo con él. Calificarle es tan difícil. Porque él es inteligente como pocos y, sin embargo, tan ingenuo e inocente como un niño a veces. Es arrogante y fanfarrón y, a la vez,tímido enfermizo. Impenetrable y reservado para lo personal y un chismoso y un cotilla para lo laboral. Un hombre de derecho, un jurista como pocos y un ácrata, todo en uno. Un anarquista de derechas. Esta contradicción aparente le califica y cualifica como pocas.
Dice, con cierta sorna, que en los últimos tiempos me he vuelto más impertinente. Después de que durante los últimos catorce años él haya sido el responsable y artífice de los avatares de mi trabajo y vocación, y, por tanto, de mi vida, creo que eso que él llama impetinencia no es más que confianza. La mía plena en él. La suya en mi... ¿quién lo sabe a ciencia cierta?.

miércoles, 10 de noviembre de 2004

Me siento orgullosa de mi tierra. Ya sé que es evidente que ejerzo de ello, pero es que ahora me embarga una emoción y un orgullo que no puedo, ni quiero, evitar. Ayer en todos los noticieros apareció la reseña: las primeras líneas de células madre llegaron al banco público creado en Granada. Y me emocioné, sí. Los primeros en España. Cuando al principio del verano oí una charla de Bernat Soria, amena, clara, tan divulgativa, en la que explicaba con sencillez cómo esta investigación podía ayudar a tanta gente, me declaré clara defensora de la misma. No puedo entender ninguna razón para prohibirla, ningún prejuicio moral para estar en contra de ella. No me cabe en la cabeza. Y Andalucía la primera en autorizar y potenciar la esperanza para miles de enfermos. Y yo orgullosa, sí señor. El nueve de noviembre será otra fecha para celebrar en la historia, una fecha revolucionaria.

martes, 9 de noviembre de 2004

Pasados ¿im-perfectos?
I. Vienes por la noche. Cena en casa de M.C.y J. Ella la cordobesa más guapa que conozco, simpática, inteligente, divertida. Su embarazo de ocho meses la ha redondeado y está más bella que nunca. Él un pedante, egocéntrico, al que ella, sin embargo, ama con locura. "Todo el amor propio que le sobra a él me falta a mi", dice ella, dando una nueva muestra de su inteligencia y buen humor. Charla distendida sobre conocidos, recuerdos, situaciones vividas juntas en los pasillos de nuestra pequeña facultad. Amigos comunes y otros nuevos. En un momento de la velada la pregunta del millón, la que siempre ha tenido respuesta, aunque no la misma: "¿Te vendrías otra vez aquí?". A vivir casi seguro que sí. Pero, ¿qué es vivir?. Aquí recuperaría parte de esa vida social que donde estoy no tengo. Además recuerdo con cariño esos pasillos y claustros donde empecé a ser lo que soy. Pero, ¿podría trabajar allí después de hacerlo en la más grande?. Nunca he tenido pretensiones de hacer grandes cosas; ni siquiera ahora soy consciente de hacerlas, cuando ellos me miran con admiración y orgullo al contarles por donde ando. ¿Volver?. No lo sé, la verdad.

II. Casi por casualidad el sábado aparezco en la puerta de la Asociación de Vecinos. Movimiento ciudadano. ¡Cómo me gusta esa expresión y qué satisfecha estoy de haberle dedicado tantos años antes de marcharme hace diez!. La lucha de mi barrio obrero olvidado siempre por los responsables políticos. "Nuestra secretaria ha venido a vernos". Ya no soy ni vecina, pero ellos me siguen considerando la secretaria que tomaba notas de aquellas reuniones de los martes por la noche. Me hice famosa por mis cartas incendiarias, reclamando derechos, a los concejales de turno. Una de ellas me llevó a ese amor al que me abandoné y cuyo destino fue parte importante en mi decisión de marcharme, cuando tuve que huir para no ahogarme y respirar y arrancarlo de mi corazón. Echo de menos aquella lucha. Tal vez una razón más para volver. O tal vez no haya lugar ya para mi en la batalla.

III. Pasado reciente. Otra vez hasta altas horas charlando en su sofá. "Me gusta charlar contigo porque me escuchas y sé que te lo puedo contar todo. Te quiero mucho" Yo tambien te quiero mucho y te quise más, hasta que compartirte con otras, con todas, dejó de ser divertido. Amigos íntimos ahora. De esos que se lo cuentan todo, sobre todo aquéllo que ella nunca puede saber.

IV. Su llamada el sábado, a primera hora, para anunciarme su boda. "No puedo casarme sin que tú estés". Harold se casa. Ese mulato que me quitó el sueño hace tantos años se casa. ¿Dónde habrá encontrado alguien que le aguante?. Porque es inaguantable, petulante, fatuo, egocéntrico, insoportable. Vale, durante un año me quitó el sueño. Sus visitas dos día en semana eran una mezcla de hipnosis y rabia, cuando me daba cuenta de que otra vez me había dejado llevar, que otra vez él lo había conseguido. Luego estuvo en mi vida como el Guadiana, apareciendo y desapareciendo. Y ahora se casa y quiere que esté. Por supuesto iré, sobre todo para comprender cómo. Porque ya no es ni siquiera ese hermoso ejemplar de mulato, alto, bello, que me volvía loca con alguno de sus atributos. A ese se lo han tragado los kilos y la alopecia. Bandaluna ya no es la única que ha ido a la boda de un ex-. Yo debo aparecer radiante, bella, espectacular. Es lo menos que se espera de una ex-.

jueves, 4 de noviembre de 2004

Hoy Hatem, mi halawa, cumple años. Anoche a las 12 en punto le mandé un mensaje lleno de besos de colores. Él me llamó al intante y me contó lo que tiene preparado para hoy. Este año tampoco podré ir. Y recordamos el año pasado. Yo le mandé flores al trabajo. Me encanta mandar flores, sobre todo si son chicos. Les suele sorprender. Por eso me gusta. Un par de rosas es suficiente para agradarles y para que recuerden que en ese día les tengo en mi memoria.

martes, 2 de noviembre de 2004

"Le admiro mucho como profesional y como persona". Esta es la frase emblemática con la que mi querida Greta se dirige a todo famoso, famosete o friki que se nos cruza en nuestras locas noches contrapunteras. Pensaba yo en ello porque acabo de recibir un mensaje de RL, mandándome saludos cariñosos. Cada día me cae mejor RL. Creo, además, que nos estamos cogiendo cariño. Probablemente, cualquiera calificaría nuestra relación de sincera amistad. Tal vez lo sea. La última vez que nos vimos, que estuvimos juntos, cenando, tomando una copa y bailando sentí, por primera vez, que había entre nosotros una corriente de afecto. Lo que pasa es que RL y yo nos volvemos un poquito canallas, traviesos y descarados cuando nos vemos a solas en su buhardilla. Y aquí viene lo más curioso, lo que me hace pensar: yo que tengo una tendencia inmoderada a colgarme de aquellos con los que practico juegos de alcoba, no siento eso con RL. Al principio sí, pero duró poco. Y creo que ya sé por qué es: no le respeto. Mejor, no le admiro, no es inteligente. Sí es listo, rápido, pillo y negociador. Busca la ventaja. Pero le falta la sutileza de la inteligencia, de la palabra, del saber estar. Estas cualidades, que valen poco o nada en la cama, son imprescindibles en la mesa. Un señor en la mesa, un chulazo en la cama, en su versión masculina. Y RL, mi animalito de bellota, como yo le llamo, es lo menos sutil que he encontrado en la mesa. Es de los que regaña al camarero, elige el vino por el precio, pone pegas a todos los platos, regatea en la cuenta, cuando cree que le engañan. Y eso, a veces, da risa. Pero, otras, abochorna. Lo mejor es que siempre es el mismo. Nada sutil en su buhardilla. Y eso sí que me gusta. Y mucho.

lunes, 1 de noviembre de 2004

I. Día de Todos los Santos, Día de Difuntos. Estos días primeros de noviembre, el mes más triste para mi, me traen recuerdos de cementerios. El de mi ciudad mágica, grande, triste y deslucido; con manchas de humedad en las paredes encaladas, con olor a flores muertas y húmedas junto a las fuentes, verdín en los floreros, frío. Una misa en medio del patio central. Calles estrechas llenas de tumbas, tumbas antiguas, sucias, abandonadas. No hay miedo, ni dolor en mis recuerdos, sólo gris. Aquel terreno lleno de cruces de madera medio caídas, donde reposaban los soldados republicanos a los que nadie reclamó, el columbario, tumbas chiquititas y el cementerio civil, donde reposaban los no católicos. Desde que entraba por la puerta y dirigía mis pasos hacia la tumba de mi padre, el frío de noviembre se calaba entre los huesos. Aunque hiciera sol, siempre hacía frío, tal vez porque mis visitas más frecuentes siempre fueron en noviembre, mi mes más triste.
Cuando estudiaba la carrera iba también a menudo. Estaba cerca y, a veces, en vez de irme al bar, me acercaba al cementerio dando un paseo. Nunca me pareció tétrico, ni sombrío. Nunca imaginé a mi padre ahí, tras esa lápida en la que aparecía su nombre y el recuerdo a la memoria de su mujer y sus hijos. Mi padre, ese hombre alegre y dicharachero, que los domingos nos dejaba subirnos con él a su cama y nos cantaba, mientras mi madre preparaba el desayuno, las canciones de la tuna de su juventud, con voz melodiosa, ese que llegaba cansado y hacia el que yo corría y me abalanzaba cuando aparecía en la esquina de mi calle, el que veo en fotos abrazándome y sonriendo, del que todo el mundo dice que era la alegría en persona, ese al que dicen que tanto me parezco en talante, ese hombre moreno, de ojos tan oscuros y pelo rizado que siempre sonreía, ese no está allí. No sé dónde está, pero no allí. Así que yo iba a ver esa lápida, con la obligación de llorar por él, de rezar lo que sabía, con una cierta sensación de abandono.
Cementerios. El verano pasado volví al cementerio de mi ciudad. Hacía tanto tiempo que no iba. Estaba remozado, pero no perdía esa sensación de humedad. O es que yo no puedo quitame esa sensación del recuerdo. Ahora es más grande. Pero inicié el camino hacia la lápida de mi padre sin ninguna duda. Las tumbas de los soldados republicanos han sido restauradas, rehabilitadas, reconocidas. La cal brillaba al sol, el sol redondo y caliente de agosto en mi ciudad, pero la callejuela donde está la lápida estaba en la penumbra. Y allí estaba la mención a sus hijos, junto a su esposa. Unas flores de tela, perennes, que hoy estará cambiando mi madre, eran el único testigo de su familia. Las sensaciones de mi niñez volvieron todas, plenas. Y de nuevo no sentí pena, ni tristeza, ni miedo, sólo sentí frio. Un frío extraño en agosto en mi ciudad.

II. Dulces de noviembre. Ni huesos de santo, ni buñuelos de viento, ni panellets. Mis dulces de estas fechas son las gachas. El dulce más pobre. Agua y harina. Mi madre las prepara con leche, suaves, con ese ligero sabor a aguardiente y canela en rama. Una cucharada de manjar dulce y sencillo, con un cuscurro de pan frito, crujiente. Se funden en la boca, mientras el olor a anís se cuela por la nariz y hace cosquillas. A mi me gustaban templadas, no frías. Me sentaba en la cocina, mientras mi madre las preparaba, despacio, removiéndolas, para que no quedaran grumos, lentamente, a fuelgo lento, mientras espesaban. Y luego las dejaba caer en platos, en cuencos y las espolvoreaba con canela molida. La cocina oliendo a canela, aguardiente y pan frito en buen aceite de oliva. Yo le pedía arrebañar el cazo. Con una cuchara de madera recogía los últimos restos de dulce, que se endurecían por el frío. Y lamía la cuchara rugosa de madera.
Voy la semana que viene a verla. Le pediré que me haga gachas y la veré de nuevo en la cocina mientras las prepara. Repetiré el ritual y, tal vez, me sentiré niña otra vez, por un ratito. Y dejaré que mi madre me mime un poco, que noviembre es frío y triste y me va a hacer falta calor.

domingo, 31 de octubre de 2004

Ausencias sin esperanza. Sin la posibilidad de retomar una charla, unas risas, un abrazo, un compromiso. Esas ausencias que te dejan con la angustia de no haberle dicho lo que querías decir. Sin la posibilidad de despedirte. Sin haberle podido demostrar que las esperanzas e ilusiones que pusieron en ti se cumplieron. Y se cumplieron porque ellos, los ausentes, han sido el motor para conseguirlo, para hacer que tu compromiso se mantuviera firme. Sin esperanza. Se van quedando en el camino y te van dejando un poco más sóla, aunque venga gente nueva que te dé alegrías e ilusiones y vida. Compensaciones de amor que no valen, porque un amor nuevo no suple al que se fue, aunque te ayuda a vivir. Vivir, seguir viviendo, porque no hay otro remedio. Y vivir con alegría. Por talante. Por fuerza. Como homenaje a mis ausencias.

viernes, 29 de octubre de 2004

Me hizo un gesto con la cabeza, invitándome a seguirle. Lo hice. Ya sabía lo que quería. Me cogió fuerte de la cintura, acercó su mejilla a la mía y empezó a guiarme. Bailábamos. "Feelings, nothing more than feelings, trying to forget my feelings of love". Quise concentrarme en sentir. Su olor, la textura de su mejilla que apoyaba en la mía, su mano fuerte en mi cintura. Temí que, si él hacía lo mismo, notaría mi corazón desbocado, pero también el calor de mi piel, como yo notaba el suyo a través de su jersey. Ni una palabra entre nosotros. Todos esperaban que la canción acabase para marcharnos, pero yo no quería que acabase. Quería seguir ahí eternamente, para siempre, sostenida en el aire, mantenida en un hilo. A veces cambiaba la intensidad del paso y para ello me abrazaba más fuerte, forzándome a seguirle. Si alguno de los que nos conocen nos hubieran visto.
Terminó la música. Nos separamos, sin una palabra. Yo sentí frío, el frío que se siente al salir de un calor agradable. Cada vez que estoy con él, el mecanismo de mis hormonas se dispara. Pero sólo somos amigos. Colegas. ¿Qué pensarán los que estaban con nosotros?. Hemos compartido plato y postre. Y nos hemos bebido a medias la copa. Pero eso es todo lo que compartimos. Recogimos nuestras cosas y salimos a la calle. Nos emplazamos para el martes. Un café antes de clase. Llegué a mi hotel y aún pude sentir su olor a mi alrededor. ¿Conservará él el mío?. ¿Qué pensará?. ¿Qué habrá sentido?.

jueves, 28 de octubre de 2004

Ocurrió. Lo que temía desde el principio ha ocurrido. Se ha fraguado la conspiración delante de mis narices y yo ni idea. Será porque no lo entiendo, porque no le veo el interés. Será porque yo no soy agente activo ni pasivo, no tengo ningún poder de decisión. Será, esencialmente, que me parece tan infantil querer liderar el vacío, el aire y la nada. Pero ha pasado. No sé cómo sentirme. En este momento cansada y deseosa de llegar a casa. Ya lo pensaré despacio y obraré en consecuencia.

martes, 26 de octubre de 2004

"Floor ladies". Eso dice la propaganda del hotel. Planta especial para la mujer ejecutiva. Llevo dos días buscando, por puritita curiosidad. Porque me surgen varias preguntas:
1. ¿Por qué una mujer necesita una planta epecial?
2. ¿Por qué la mujer ejecutiva?
3. ¿Qué necesidades especiales tiene la mujer ejecutiva frente a la mujer -la misma, incluso- cuando no viene aquí a trabajar, sino a veranear?. ¿Serán servicios para acicalarnos, cuidarnos, masajearnos o que nos masajeen?.
Como no sea un chulazo, no sé a qué se refiere la propaganda del hotel. Sigo investigando. Ya os contaré y si merece la pena, os daré la dirección del hotel. Palabra.

lunes, 25 de octubre de 2004

Me he desvelado. Son las 4.22 de la mañana y aquí estoy, desvelada. Con todo lo que tengo que hacer mañana. Lo sabía cuando me he metido en la cama a las 12 de la noche. Sabía que si algo me despertaba a medionoche, por poco que fuese, me iba a desvelar. La noche perfecta. Justo cuando menos falta me hace desvelarme. Mi cena de fruta me ha obligado a levantarme, como siempre. Y entonces la alarma de ese coche, impenitente, sonando una y otra vez, ha hecho el resto. Me he hartado de dar vueltas en la cama, pensando en mil cosas, dándole vueltas a todo, desde la maleta sin preparar hasta la nota sin terminar para la chica que limpia en casa. Desde su último mensaje hasta la llamada de Hatem, hoy a mediodía. Desde ese artículo que debo escribir, para el que el plazo ya se ha terminado hasta ese reglamento que debo redactar, porque también para ese el plazo era ayer. Harta de dar vueltas, he puesto la radio. Han detenido a un presunto etarra en Bilbao, hace apenas un par de horas. Bebo Valdés actúa aquí justo la semana que yo no estoy. Pero qué más da. De todos modos no habría ido a verlo. No me gusta ir sola a los sitios y, al final, me acomodaría y me conformaría con poner un disco y disfrutarlo en casa. Tal vez acompañando la música de un trago de ron; tal vez fumando un puro. Puro cubano, tú, mi acere.
Mira que sé que no debo hacerlo, que no debo pensar tanto, que de noche todo se ve peor. O tal vez más claro. Justo cuando estaba pensando que debo exigirle menos a la vida para que la vida no me decepcione tanto, cuando había llegado a la conclusión de que debía encontrar el equilibrio perfecto -no ser muy feliz a cambio de no ser muy desgraciada-, me he levantado de la cama y he preparado la maleta. Demasiado negro en mi maleta. Justo al contrario de lo que me ocurre en el verano, donde mi vestuario se llena de rojos, blancos, azules luminosos. En invierno mi vestuario es negro y gris. Me he dado cuenta y he metido algo de color. Colorterapia. No sé si surtirá efecto, pero, por lo pronto, voy a iniciar otra filosofía. Evidentemente, la felicidad no está donde la busco. No se trata de rendirse, es un ejercicio de supervivencia, no puedo estar pendiente de darme contra el mismo muro cada día, a cambio de algunas migajas, que no esconden nada. Lo peor es conformarse con las migajas. Hay que buscar en otro sitio. Hay que seguir buscando.
Las 4,37. Voy a intentar dormir un poco. Con todo lo que tengo que hacer hoy. Y al despertador no le queda mucho tiempo para sonar. Maldita alarma.

miércoles, 20 de octubre de 2004

Reflexiones
Hoy llegaba a casa cansada, como siempre. Mientras bajaba los peldaños de la escalinata que conduce a mi casa, me llegó nítidamente, el olor de las empanadillas chinas que cocina mi vecina, coreana, simpatica y risueña que regenta el restaurante de comida para llevar que hay en la plaza donde vivo. Cambié el rumbo y me fui hacia ella. Es demasiado respetuosa para llegar a hacerlo, pero su sonrisa y su mirada me transmiten claramente un abrazo cuando entro en su local. "Tú muy guapa hoy". "Tú muy guapa siempre, hoy más", rectificó. Esta vez sonreí yo. Me preparó el pedido: empanadillas chinas con salsa de soja y ternera con salsa de ostras. Cuando me lo daba me dijo, de nuevo con su sonrisa perenne "Tú no trabajar tanto. No bueno. Tú no sola en casa. Tú cuidarte". Vaya diagnóstico. ¿Y si es que trabajo tanto para no tener que llegar a casa sola?.

No suelo creer en eso, pero por costumbre leo el horóscopo de periódicos y revistas. Casi siempre los leo con retraso y soy incapaz de acordarme si acertaron o no. Algunas veces se han producido coincidencias divertidas. El de hoy rezaba así: "LLevas demasiado tiempo queriendo con la cabeza y pensando con el corazón".
No me molesta pensar con el corazón. Me gusta, a veces, dejarme llevar por el cariño que le tengo a la gente y actuar en consecuencia. Pero es verdad que ya llevo demasiado tiempo guiando los asuntos del corazón con la cabeza, para controlarlos para no caer. Y agota.

martes, 19 de octubre de 2004

Carmela ha vuelto. Como siempre, da gusto leerla. Pronto hasta se la podrá abrazar. Estoy contenta.

lunes, 18 de octubre de 2004

El día se volvió gris y yo me volví irascible, irritada y triste. Así que decidí irme, enrocarme, como le dije a J, alias Iskra. Durante el trayecto decidí hacer una parada en una tienda y la fiebre consumista me fue alegrando el ánimo. Apagué el móvil y me dediqué a mirar, a probar, a comprar. Reconciliada con el día, encendí el teléfono y llegó la llamada salvadora. No hay nada que tres vermut, una tosta de jamón, un plato de sabrosos ahumados y un ron no curen. El día estaba salvado. Pero todavía quedaba lo mejor: tachaaaán!. J me acompaña al concierto del miércoles y luego a cenar, y luego... Y tengo otra invitación a la fiesta de fin de Ramadán, siempre que me cubra la cabeza y no lleve ropa corta. El anuncio de su visita me llena de alegría, porque es un amigo tierno, que me da cariño y risas. Hoy ha hecho arroz con leche según la receta de su madre. Y ha prometido prepararlo aquí, en mi cocina, cuando venga.
Ayer el periodico daba noticia de una exposición que tiene por objeto el vudú. La leí porque se refería a Haití, ese país lejano pero que, por tantas cosas, me resulta tan cercano, y porque se refería a ese culto ancestral que tanta impresión me produce. También he oído, leído y visto noticias referidas al Ramadán, mes de sacrificio para los musulmanes, que cada año, al albur de los ciclos lunares, nos trae referencias al Corán y a sus principios.
Pensaba yo en todas estas cosas. En las religiones y en como mueven el mundo. En cómo provocan guerras y destrucción -¿la provocan o son una excusa para que los descreídos se maten y nos maten?- y, sobre todo, en lo que se parecen unas a otras.
En el caso del vudú, la simbiósis es tan perfecta que, incluso, se asimilan los santos católicos con los dioses africanos. Y, siendo los primeros, trasunto de los griegos y romanos, ya los tenemos a todos juntos, en un precioso batiburrillo (Vid. artículo de Maruja Torres, en EPS).
Pero, además, me llamó la atención esa fijeza de las religiones, de casi todas, en hacer sufrir, en exigir que sus acólitos paguen por los pecados cometidos. Las torsiones, los cimbreos y éxtasis que provoca el ron en los practicantes africanos tienen como fin penar las faltas. Incluso, se menciona una práctica que consiste en untar la vagina de las mujeres con un líquido picante, altamente corrosivo. El máximo pecado en la vagina de la mujer, que precisa más purificación que nadie.
Los musulmanes hacen algo parecido, pero más sofisticado. Un mes sin comer, beber y practicar sexo desde que sale el sol hasta que se pone. Para purificarse. También hablan de puereza de sentimientos, de evitar malos pensamientos, de ser buenas personas. Igual que a los católicos, sólo se les exige durante un mes.
Lo que me resulta más curioso es que la represión se lleva a cabo sobre aquellas costumbres naturales que aseguran la supervivencia de la raza humana: comer y procrear. La naturaleza lleva siglos propiciando estas prácticas, haciéndolas gozosas y agradables y las religiones, casi a la vez, las reprimen y las convierten en pecado. Esto sí que es ir contra natura. Como decía "Pata Negra" hace muchos años, "todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda".

viernes, 15 de octubre de 2004

"Vida con aristas". !Uy! Eso debe doler. O, cuanto menos, molestar. Porque si las aristas se disparan hacia fuera, se corre el riesgo cierto de herir a todo aquel que se acerca a uno. Pero si son hacia dentro, se hace daño uno mismo. En cualquier caso, todo el mundo acaba sufriendo. Y yo me niego. Así que mucha lija, suavita, para pulir y dejar la vida redonda y brillante.
Ayer me llamó. Otra vez. Van varias veces en pocos días. Su voz suena profunda, como siempre, y se esmera en alabarme, en acentuar mis virtudes, en pedirme disculpas por los errores, en agradecerme que, a pesar de todo, siga ahí. Ayer me dijo que le he enseñado muchas cosas. Debe referirse a que he mantenido una amistad a pesar de los avatares, que he peleado por mi sitio y me lo he ganado, frente a las adversidades. No lo sé. Como siempre, la conversación queda pendiente para un futuro café compartido, que probablemente no tendrá lugar, porque él volverá a entrar pronto en esos espacios de ausencia y silencio a los que me tiene acostumbrada.
¿Qué me pasa con este hombre?. Es cierto que le quise mucho, que peleé por él hasta donde él me dejó, que, por primera vez en mucho tiempo, me planteé seriamente llegar al final con él, por él. Pero también es cierto que me mintió, me dejó sola frente al desastre y se escondió como un cobarde. Y, sin embargo, no puedo irme. Me mira con sus ojos tristes y no puedo evitar acariciarle despacio y darle un beso en la mejilla. Pero una amistad donde hay tantos temas tabú no es amistad, no como yo la entiendo, como yo la quiero, como yo la necesito.
A veces recuerdo aquel lejano día en que bailamos por primera vez, separados por unos metros, pero muy juntos. Aquél día, tal vez, nació un lazo entre nosostros que no nos separará nunca. Extraños misterios de la vida, de las relaciones, del amor y de la amistad.

jueves, 14 de octubre de 2004

"El hábito no hace al monje". Cierto, a pesar de que nuestra sociedad, cegada por el brillo y el oropel, pretenda que un nombramiento, un cargo, una atribución más o menos temporal convierta a quien lo ostenta en alguien especial. El ser designado para estas funciones solo conlleva la responsabilidad del correcto ejercicio de las competencias que se le encomiendan. De ahí debe nacer el respeto. En mi trabajo hay mucho de esto. La sociedad nos ha encumbrado sin merecerlo ya. Y es tan difícil hacer ver a nuestros compañeros que no somos más que un elemento más -importante, sí, pero uno más- en el complejo engranaje de este servicio público que ofrecemos.
Pero lo que me gusta más es encontrarme con personas que, no sólo no se adaptan al cargo, sino que hacen que éste se adapte a ellos. Que imprimen su carácter a lo que hacen y lo desvisten del boato y la ceremoniosidad que se le presume. Lo hacen tan llano y tan sencillo que, a veces, hacen que me olvide de lo que son, que no sea capaz de apreciar que, efectivamente, el cargo es importante. Gracias por permanecer ahí, como siempre.

miércoles, 13 de octubre de 2004

Dónde acaba la temeridad y empieza el miedo. Hasta dónde es heroísmo o un deseo de superar un dolor. Se trata de valor o de esa necesidad de sufrimiento que nos ha inculcado nuestra cultura. Pesa más la realidad o el valor de los símbolos. O es sólo fetichismo.
Él estuvo en casa una semana. Cuando se marchó intenté borrar cualquier signo de su presencia, eliminé cualquier objeto o señal que me lo trajese a los ojos o al pensamiento. Él ya no está. Sólo quedaba una cosa y hoy decidí superarlo. No fui capaz de volver a usar las sábanas que nos cubrieron durante esa semana. Temía que, a pesar del jabón, del sol y del aire, su olor, su sudor, sus cabellos sueltos siguieran ahí.
Hoy las ví, dobladas en mi ropero oliendo a suavizante. Y decidí que había llegado el momento. El destino hizo el resto. Cómo es el destino. Antes de acostarme me duché y me metí desnuda bajo las sábanas. Justo cómo la última vez que las usé. La diferencia es que esta vez él no estaba. No le he echado de menos. No a él.

P.D. Anoche ví "Lucía y el sexo". La tenía grabada. No la había visto. Ni siquiera tenía idea de qué iba. Me ha resultado muy inquietante. Mucho. Sexo, fotografías, alguien que cuenta historias -verdaderas o inventadas- para que otros las lean en su ordenador o en internet, personajes que acaban encontrándose, una isla para olvidar y para curar las heridas, una niña hermosa... Muy inquietante.

martes, 12 de octubre de 2004

Hace exactamente siete años, de madrugada, él me llevaba a casa. Era mi última noche en la ciudad. Al día siguiente debía volver al trabajo. Llevábamos varios días raros. Él se había vuelto distante. Yo sabía por qué. Me había mentido. Y no me lo negó. En su coche le hice la pregunta, esa de la que no quería la respuesta, porque la conocía. "¿Te has acostado con ella?". Cerré los ojos. "Entiéndelo. Han sido muchos años". Yo no quería entenderlo. Sólo quería que no me doliese como me dolía. Apenas dormí aquella noche. Me levanté temprano. Hice la maleta y me despedí como pude de mi madre en la estación. Cuando el AVE cerró las puertas las lágrimas empezaron a fluir mánsamente de mis ojos. No podía pararlas. La chica sentada enfrente me miraba y me sonreía. Yo le devolvía una mueca, mientras las lágrimas fluían detras de mis gafas de sol. Cuando abrí la puerta de mi pequeño apartamento, empecé a sollozar. Y lloré sin remedio.
Volví a verlo a primeros de diciembre. El cáncer le estaba destrozando. Estaba más delgado aún que de costumbre y la quimioterapia le había dejado sin pelo. Cubría su cabeza con una gorra. Hacía frío. Le ofrecí mi amor y mi ayuda. Y, por primera y única vez, dudé de todo, de mi trabajo en esa otra ciudad, de haberme ido lejos. Y me plantee seriamente dejarlo todo y volver. Me dejó en la puerta de casa. Me besó y me dijo que me llamaría al día siguiente. Nunca más volví a verlo. Mis amigos me evitaban la conversación, pero yo sabía que se moría.
Hace exactamente cuatro años, Teresa me llamó. "Él ha muerto. La luna estaba llena. Estaba rodeado de los suyos. Seguro que se acordó de nosotros. Seguro que pensó en ti". Volví a llorar, porque, aunque sabía que llevaba tiempo esperando esta llamada, le iba a echar de menos. Aunque hacía tres años que no le veía -los que él dedicó a luchar con la enfermedad- no había dejado de echar de menos su forma de ser, de tratarme, de hacerme sentir hermosa y bonita y especial. No había olvidado su sonrisa o como llegaba a mi, cansado del trabajo, y reposaba su cabeza en mi hombro para que yo le acariciase y le mimase.
Hace exactamente cuatro años él se fue para siempre y yo echo de menos lo que pudo llegar a ser, si el mal no se hubiese cruzado en su camino. Un magnífico amigo. Te quiero Juan y te recuerdo con una sonrisa. Hoy miraré la luna y pensaré en ti, otra vez.

lunes, 11 de octubre de 2004



"Hibernación.
(Del lat. hibernatio, -onis).
1. f. Estado fisiológico que se presenta en ciertos mamíferos como adaptación a condiciones invernales extremas, con descenso de la temperatura corporal hasta cerca de 0º y disminución general de las funciones metabólicas.
2. f. En animales, tanto vertebrados como invertebrados, sueño invernal.
3. f. Estado semejante que se produce en las personas artificialmente por medio de drogas apropiadas con fines anestésicos o curativos."

Así he estado todo el fin de semana. Limitando mis constantes vitales. Curándome. Sueño reparador.

domingo, 10 de octubre de 2004

"Te regalo mi camiseta; así, cada vez que te la pongas, te acordarás de mi". Ya he hablado de P aquí. Cuando le conocí no le vi. Yo estaba a otra cosa. Luego, a fuerza de insistencia, la suya, adquirió perfiles propios. Hoy es un amigo insustituible.
Acabamos de pasar unos días juntos, rodeados de gente, trabajando codo con codo, cansados. Pese a ello, siempre encontraba un momento para la caricia, la sonrisa, un beso clandestino y rápido. Con la excusa de las madrugadas frías, me arrebujaba en sus brazos. Él me acariciaba, enredando sus dedos en mi pelo. No ha pasado nada más. Yo no he querido. Él argumenta que los amigos lo comparten todo. Yo no lo creo. Pero, cada mañana, al levantarme, me pongo su camiseta y camino por la casa con ella pegada al cuerpo. A veces, el contacto del algodón negro me recuerda al calor de esas madrugadas frías de finales de septiembre. Nostálgica. Tal vez sea porque el otoño se ha instalado en la ciudad y siento frío. Su camiseta y sus mensajes me dan calorcito. Y ahorro en calefacción.

viernes, 8 de octubre de 2004

Me exaspera la crítica fácil, basada en el chiste ramplón y singracia. Me exaspera venga de donde venga, pero cuando la llevan a cabo "los míos" me pone enferma. Debate en la Universidad. Bien. Espero rigor, datos, ideas claras, no basadas en el chascarrillo. Pues no. ¡Qué simpleza!. Como si todo se arreglara riéndose de la cara de cierta ministra tras unas elecciones. Luego nos quejaremos de que nos llamen "simpáticos". Datos, señores. Y argumentos serios y profundos. ¿La gracia?. Claro, que de todo hay que reirse. Pero hasta para saber reírse hace falta inteligencia. Y normalmente hay que empezar por reírse de uno mismo, que es bastante sano.
Acabo de pasar la página de mi calendario de mesa. Ocho de octubre. Santo del día: Amor. Amor profano, carnal, vivo, fuerte, pleno. ¿Una premonición? Hoy, día ocho, debo tener los ojos muy abiertos y el corazón listo para la explosión. ¡Ay, como me toque, ay, si me toca!
Juegas conmigo y no sé cuál es el juego. Como no conozco las reglas no sé si hago trampas. Es un tira y afloja en el que tengo miedo de no medir las fuerzas y quedarme con el hilo en la mano, roto para siempre. Mido palabras, gestos, ruidos y no sé si encuentro el tono adecuado para que lleguen a tus oídos en armonía perfecta. Te pido pistas y me das razones. Te ofrezco razones y me pides quimeras. Imprescindible ya. Y yo miedosa.

jueves, 7 de octubre de 2004

Tomaba yo ahora café con mi amiga Sofía y comentábamos los avatares laborales de los últimos días que, como ya he contado, tantos disgustos -personales y profesionales- me están causando. Y le decía que ayer, cuando volví a casa me llevé la alegría de que la chica que limpia en mi casa había vuelto, después de más de un mes de abandono. Cuando entré en mi casa me di cuenta de que había estado. Todo recogido. Limpio. Oliendo bien. Recorrí las habitaciones comprobando los detalles de su visita. Cuando entré en mi habitación vi que me había hecho la cama, había colocado los cojines y ese pequeño muñeco que guardo de recuerdo del bautizo de mi única ahijada, mi querida Vero. Lo que más me enterneció es que había doblado la ropa, había colocado, incluso, en una percha unos vestidos que me había probado por la mañana y que había dejado tirados sobre la cama. Dobló mi camiseta y la puso bajo la almohada, pensando que era mi camisón y colocó los zapatos en orden. Sofía, que también vive sola, me ha entendido. Lo último que necesitaba ayer era llegar a casa, tan cansada de tantas cosas, y tener que ponerme a ordenar el desorden. Por primera vez, en mucho tiempo, me sentí mimada al llegar a casa.

miércoles, 6 de octubre de 2004

Estaba a punto de escribir un post en el que pretendía quejarme de lo difícil que es mi vida. Mientras se ha encendido el ordenador, se ha cargado el antivirus, la conexión tarifa plana ha encontrado la IP correspondiente, y ha salido la página de inicio, he ojeado un libro ya leído. Me lo recomendó hace un par de años mi amiga Bandaluna. Aún recuerdo aquel día, hace dos veranos, en el que me confesó su affaire, inconcebible, impensable -¿impensable?-, como una broma del destino. Despés de contármelo, me habló de los dos libros. "Léete primero 'Trilogía sucia de La Habana' y deja para después 'Animal Tropical'. Lo entenderás mejor. D me los ha recomendado y son buenísimos". Es verdad, son muy buenos, los dos.
Pues eso, que esperaba yo que el ciberespacio se pusiera a mi disposición para poder quejarme, cuando he leído, en apenas 2 páginas, frases como estas:
" Ya me estaba acostumbrando a muchas cosas nuevas en mi vida. Me estaba acostumbrando a la miseria. A tomarlo todo como viniera. Me entrenaba en abandonar el rigor, o no sobreviviría. Siempre viví carente de algo. Desasosegado, queriendo todo a la vez, luchado rigurosamente por algo más. Estaba aprendiendo a no tenerlo todo a la vez. A vivir casi sin nada. De lo contrario seguiría con mi visión trágica de la vida. Por eso ahora la miseria no me hacía mucho daño".
O como este párrafo, que tengo subrayado, porque me gusta mucho y me hizo reflexionar sobre el tema: "Es que el sexo no es para gente escrupulosa. El sexo es un intercambio de líquidos, de fluidos, saliva, aliento y olores fuertes, orina, semen, mierda, sudor, microbios, bacterias. O no es. Si sólo es ternura y espiritualidad etérea entonces se queda en una parodia estéril de lo que pudo ser. Nada.".
Ahora mismo, leyendo estos párrafos, rememoro la época en que lo leí. Y he decidido que basta de quejarse. Hago lo que hago con mi vida porque quiero. Nada ni nadie me impide cambiarla, más que yo misma. Tengo lo que quiero. Más que muchos. Pasan cosas a mi alrededor que no me gustan, que me molestan, que me hacen daño, que me duelen. Pero eso forma parte de mi vida. No es mi vida.
Así que voy a apagar el ordenador, voy a bajar al salón, voy a sentarme en el sofá, voy a poner música y voy a repasar las páginas de este libro. Voy a disfrutar con sus palabras. Y mañana volveré al trabajo. A seguir haciendo lo que me gusta.

martes, 5 de octubre de 2004

Cambio puesto de funcionario, con cargo docente, bien remunerado, por vacaciones perpetuas en cualquier punto remoto del Caribe. Requisitos de los candidatos: capacidad para tratar con bebés que mandan, habilidad en resolver puzzles de 15.000 piezas en sesiones de dos horas en días alternos, paciencia demostrada en la asistencia a reuniones con resultados inútiles previsibles, disponibilidad de horarios extensos -12 horas o más-, dedicación al trabajo con ilusión y buen talante. Se valorará el conocimiento de idiomas universitarios.
Es imprescindible que el lugar del Caribe para el trueque tenga playas de arena blanca, aguas transparentes, cocoteros y demás atrezo típico. Se valorará la existencia en el lugar de una población masculina divertida, amante del baile, del ron, del buen vivir, amante, vamos. Abstenerse curiosos. De verdad, no está claro que merezca mucho la pena. Los interesados pueden dejar sus ofertas en la sección "comentarios".
Optimizar recursos, reciclar cariños, diversificar afectos para minimizar el riesgo... Expresiones que mi amiga Bandaluna usa a menudo, para querer decir, entre otras cosas, que si concentras en un sólo sentido el cariño y la amistad, puedes quedarte sola ante la decepción. En los últimos meses, le estoy dando la lata. Me aprovecho del ofrecimiento de su amistad y confianza, de su conocimiento del medio y de su paciencia. Y como es tan buena persona, me soporta. A veces, hecho de menos un café, pero siempre está, de un modo u otro. Gracias.

viernes, 1 de octubre de 2004

Hoy alguien me ha dicho que le da alegría cuando me ve. Que siempre tengo una sonrisa dispuesta y una palabra amable. Forma parte de mi manera de ser, supongo. Siempre hay tiempo para un mal gesto, una decepción o una lágrima. Y yo suelo guardar las mías para mis ratos de soledad. Pero a veces se desbordan de modo inconveniente. Hoy alguna se me ha escapado. Por fortuna, quien ha alabado la luz de mis ojos hoy no la ha visto. Los familiares han aguantado estóicamente el ceremonial, largo, tedioso. Pero cuando los han nombrado, con voz alta y firme, han llorado. Y yo con ellos. Entre aplausos, como si el ruido amortiguase el dolor. Un bonito y pequeño homenaje.

miércoles, 29 de septiembre de 2004

Vacaciones solidarias. Sin necesidad de irme a ningún país lejano. Aquí cerquita. El placer de hacer algo por los demás, de dedicar mi tiempo a otros. Lo hemos logrado y sé que llegará a donde tiene que llegar porque confío ciegamente en quienes lo van a hacer llegar a donde tiene que llegar. Me siento bien. Terriblemente cansada, pero muy satisfecha. Y además, he reído y he disfrutado de la compañía de mis amigos. "Somos como una familia". Cierto. Gracias por dejarme participar en esta tarea. Os quiero.
¡Qué lejos parecías! Y no sólo físicamente. ¡Qué paz!. Como despertar de una pesadilla. ¿Durará?

martes, 21 de septiembre de 2004

En apenas unos días hará diez años que llegué aquí. No puedo decir que parece que fue ayer. No es así. Si hago un repaso mental sobre todas las cosas que han pasado, me doy cuenta de que me han pasado muchas, muy importantes, muy bonitas, muy tristes también. La vida, en fin.
Pero de todas las cosas que han pasado, la mejor, la más intensa, la que más cuenta es que me he encontrado con vosotros, mis amigos. Con vosotros he reído, he llorado, me he divertido, he trabajado duro, me he ilusionado, he vivido el amor, el desamor, el amor, otra vez. Vosotros me habéis consolado, me habéis reñido, me habéis querido, me habéis escuchado, me habéis repetado, me habéis admirado y me habéis reprochado los fallos tenidos.
De entre todas las cosas que he apredido con vosotros, la más importante ha sido nuestra capacidad para tocarnos, abrazarnos, y decirnos una y otra vez, cuánto nos queremos. Y lo digo yo, que tímida patólogica a la hora de demostrar lo que siento, he tenido que rechazar los miedos y decirlo. Te quiero, M, te quiero, C, te quiero, Y. Os quiero a todos.
En estos días que he estado triste, cabizbaja y llorosa, vosotros habéis sido los que me habéis rodeado de amor y de mimos. Nunca os lo agradeceré lo suficiente.

viernes, 17 de septiembre de 2004

"A ti te dan morbo los que tienen pareja..."

morbo
(Del lat. morbus).
1. m. enfermedad (alteración de la salud).
2. m. Interés malsano por personas o cosas.
3. m. Atracción hacia acontecimientos desagradables.
(Diccionario de la Real Académia)

No lo sé, J, amigo. Pero recuerda que el que más sufre es el enfermo.
Dejarse llevar. Como en el baile. Dejar que tu pareja te guie. Relajarte, disfrutar del paisaje. Mirar con calma. Sin tensión, sin precaución. Paz. Creo que me lo merezco, al menos tanto como cualquier otro. Pero no. Siempre en guardia. Con cuidado. Y agota. Mucho. Estoy muy cansada. El destino no merece el viaje. Sólo queda la opción de quedarse en casa, pues. Escondida. Asustada. Ojalá haga sol mañana.

jueves, 16 de septiembre de 2004

Hoy estoy muy enfadada. Conmigo misma, esencialmente. No me gusta cómo he gestionado la situación. No me gusta, porque no controlo los hilos. Y no estoy acostumbrada a ello. Y no he debido dejar que esto llegase a este punto. Y debía haber sabido que llegaría ahí, porque lo he fomentado yo misma. Por eso, hoy estoy enfadada. Y mucho.

lunes, 13 de septiembre de 2004

I.
Siempre dije que en este trabajo mio se produce una transmutación genética a los tres años de la toma de posesión. A partir de ese momento, se desata una cadena de circunstancias que hacen que personas normales, trabajadoras, leales, sencillas, se conviertan en ladinos intrigantes, engolados sujetos, prepotentes. En ese momento, parece como si el virus de la arrogancia, encapsulado y dormido en su organismo, empezase a producir efectos infecciosos, perniciosos. No he encontrado otro modo de explicar ese cambio radical en algunos conocidos. Hay gente a la que no le ocurre, claro. Supongo que porque han generado en su cuerpo el antivirus.
El sábado hizo tres años que tomé posesión. Creo que estoy vacunada, pero por si acaso no fuese así, os pido a los que me conocéis, a los que me queréis, que me internéis, rápidamente, en el sanatorio correspondiente. Nunca nada me pareció más odioso y no quiero parecerme a esos monstruos. ¿Trato hecho?. Gracias, me quedo más tranquila.
II.
Ayer me pasé parte de la mañana visitando farmacias y centros de salud, buscando la píldorita esa del día después. Evidentemente, no era para mi. Lo que yo temo el día despúes, en esas circunstancias, no se cura con la pastilla. Además, yo nunca pondría remedio a eso, si es que ocurriese.
Me acordé de esas veces que, siendo más joven, daba mi nombre y mi imagen al botecito del pis en los laboratorios de análisis, porque a mis amigas les daba pudor. A modo de esponsor, vamos.
Él me lo agradeció. Y ella parece que se avergonzó cuando él se lo contó.
En realidad, todo fue extraño. Verle con ella, reírme con ella, saber tanto de él, incluso notar sus miradas, sin poder decir nada, disimulando la enorme confianza que tenemos. "En privado no eres tan modosita", me dijo en un aparte. Ese es nuestro trato, nuestro juego. Lástima que ande ahora suspendido. Nos hemos citado para dentro de unos días. "Ya veremos cómo te saludo entonces". Ya veremos.

miércoles, 8 de septiembre de 2004

¿Qué posibilidades hay de que, en una ciudad como esta, con miles de licencias, cojas dos veces el mismo taxi? ¿Y de que el taxista sea ese al que una noche de parranda le diste, en un acto de locura, la tarjeta de visita de tu trabajo cuando te pidió el teléfono para quedar contigo otro día? Uy, pues casi. ¡Qué susto me llevé!

lunes, 6 de septiembre de 2004

Simpática y radical. Así soy yo. Pues me gusta, tú.

viernes, 3 de septiembre de 2004

Ayer, cuando me desperté y encendí el móvil, el pitido del mensaje me anunció su llamada perdida en la madrugada. Sonreí. Como en los viejos tiempos. Cómo me enganché a su sonrisa, a sus palabras, a sus gestos, a su cariño. Cómo me desazonaba pensar que no me deseaba, que no le resultaba atractiva.
Hoy, que el deseo de la carne ha desaparecido, que sólo queda el inmenso cariño, la complicidad de habernos tocado, el conocimiento de las claves que sólo él y yo entendemos, todo ha vuelto a su cauce. Nunca debió ser de otra manera. O tal vez sí, tal vez fue necesario para llegar aquí. "Habibi, me encantó encontrarme tu llamada esta mañana. Besos. Warda".

miércoles, 1 de septiembre de 2004

Feminización de la pobreza. Menuda expresión. No significa que la palabra pobreza sea del genero femenino, que también. No, es que ahí donde haya pobreza, las más pobres son mujeres. Es como la Ley de Murphy. Toda situación, por muy mala que sea, siempre es susceptible de empeorar. Pues eso. Lo peor. Y digo esto porque hoy he oído una noticia que ha hecho que me acuerde de esta expresión. En una revista conocida Amenábar reconoce su homosexualidad. Era de todos conocido. Al menos, yo lo sabía. Pero es bueno, sobre todo para él, supongo, decirlo al mundo, con la cabeza alta. ¿Por qué no?. Y he pensado que, otra vez, son más ellos los que lo hacen. Y he pensado que llevan la delantera en esto también, porque la sociedad -todos nosotros- sigue dándoles más crédito, más comprensión, más poder a los hombres. Sería algo así como la feminización de la hipocresía, de la mentira, del que dirán, del miedo...

martes, 31 de agosto de 2004

No eres nadie, aunque te dice que lo eres todo. No tienes derecho a nada, ni una queja, ni un sollozo en su presencia. El lado amable, el reposo del guerrero. Silencio, no molestar. No dar motivos para el adios. Ningún reproche. Por dentro, señora de. Frente a los demás, sóla. Ni una réplica. Quieta. ¿Un minuto?. Vale. Todo por un minuto. Luego sola, siempre sola. En el pecado llevas la penitencia. Y siempre cerca del cielo con su mirada. Por su mirada. ¿Injusto?. Después lo pensaré. Ahora su mirada, su palabra. Su beso. Su adios, siempre su adios. Y siempre su retorno. Hasta que él decida que no hay retorno. Y yo muera. ¿Muera?. Nunca se muere. A veces, demasiadas veces, se vuelve a empezar.

martes, 17 de agosto de 2004

viernes, 13 de agosto de 2004

I.
En los últimos días las noticias han sido tan contradictorias. El padre de una amiga ha muerto, el hijo de otra amiga ha nacido, una conocida se ha marchado definitivamente también. La vida y la muerte rondando, cerca, alrededor. Ningún vínculo entre esas personas, salvo su conexión más o menos cercana conmigo. Ni ellas se conocen, ni es previsible que lleguen a conocerse nunca, pero son la prueba palpable de que la vida sigue, aún a pesar de nosotros.

II.
Viernes, 13 de agosto, tres de la tarde y yo trabajando. Se acerca un puente, los que no estén de vacaciones en este país, que se paraliza totalmente en agosto, se estarán marchando a pasar estos tres días de asueto por ahí. Yo no. ¿Lo peor? Que no me importa, que me lo estoy pasando genial, que estoy disfrutando tanto. Jo, ahora que lo pienso: esto se parece mucho a estar de vacaciones.
Definitivamente, debo pedir cita con el psiquiatra...a la vuelta de sus vacaciones, claro.

lunes, 9 de agosto de 2004

La ciudad me ha recibido con su cara más gris. Es agosto, pero llueve. La ciudad está gris. Y el taxista sintonizaba una emisora de radio de la que salían canciones melancólicas, tristes. Las calles vacías, los pasillos del edificio desiertos, no he visto a nadie, no me he cruzado con nadie. Y, además, tengo que trabajar. No me molesta, me gusta, tengo la necesidad de trabajar, pero hoy el día no me ha recibido con alegria. Tal vez mañana...

viernes, 23 de julio de 2004



"No vives para la danza, sino que la vida te hace danzar. Se olvida que el baile no es un ejercicio, el baile es un estado anímico que sale a través de un movimiento. Por eso mi compañía está humanizada. Hay gordos y flacos, calvos, altas, con tetas gordas, sin tetas; es un pueblo que baila, no son bailarines que imitan a un pueblo. El baile no son los pasos, la danza es lo que hay entre paso y paso. Es como el toreo. Por eso bailar despacio descubre a los malos bailarines, como a los toreros los buenos toros".
(Antonio Gades: 1996)

sábado, 17 de julio de 2004

Aunque mi trabajo consiste en mediar, no es posible ejercerlo, convencer, hacer reflexionar a los demás, si no estás revestido de cierta autoridad. ¡Qué paradoja! Autoridad para mediar y componer. Pero no me refiero a la autoridad que se impone, la externa. Hablo de la que sale de uno, la que nace de la convicción de que lo que haces es justo y de que tú estás capacitada para hacerlo.
Mis amigos me lo habían dicho: "lo harás bien", me decían unos, "tú puedes hacerlo", me animaban otros, "nadie como tú podría hacerlo", hasta llegaron a decir los incondicionales.
La única que no me lo creía, que no pensaba así parecía ser yo.
Pero el otro día ví a esa chica mirándome a los ojos, confiando en mi, mientras yo le aseguraba que la apoyaría, que estaría con ella. Y me sentí bien, fuerte, segura. Y por primera vez irradié autoridad. Y los demás me escucharon, y empezaron a pensar que voy en serio, que, tal vez, a veces, la razón esté conmigo y yo lo sepa.
Empiezo a disfrutar con este trabajo.

jueves, 1 de julio de 2004

Jugar, disimular, llamadas, miradas, doble sentido, juego peligroso, mensajes. Incitante, excitante. ¿Merece la pena?. Me gusta, claro, pero no sé si merece la pena.

martes, 15 de junio de 2004




Un dirigente del PP, del que no se ha facilitado el nombre, piensa que esta foto "induce al sexo". ¿Mentes sucias?, ¿la primavera?, ¿qué es lo que induce al sexo, el tanga de la chica o el trasero del chico?, ¿por qué al chico no se le ve el calzón?.

jueves, 10 de junio de 2004



Me miró con las lagrimas a punto de brotar y me dijo que su vida no había sido feliz nunca; bueno, sí, hasta cumplir los nueve años.
Yo no supe qué decirle. Quise consolarla, decirle que no era verdad, que tenía a mucha gente que la quería, que era una luchadora y una valiente, que tenía mi admiración y mi cariño.No sé si me creyó.
Hoy está ilusionada, como una niña. Su corazón ha vuelto a latir, le brillan los ojos y su sonrisa, la de siempre, es más grande.
Ojalá tenga suerte. Si no, no importa. Aquí estaremos, los que la queremos, para apoyarla y seguir queriéndola.

lunes, 7 de junio de 2004

Hace casi dos años que le conozco. Casi no me fijé en él cuando me lo presentaron. Sólo sé que era su amigo, que era importante para él, y me afané por ser amable, divertida, risueña, por gustarle. Después de la debacle, fue mi apoyo, mi consuelo, mi paño de lágrimas. Me acompañó en mi dolor, sin decir nada, consolándome, a veces, sin él saberlo. O tal vez sí, tal vez siempre lo supo. Desde entonces le considero mi amigo.
Nos vemos poco, hablamos algo, cada vez menos, es verdad, pero tengo la sensación, la agradable sensación de que forma parte de ese grupo pequeño, minúsculo, de amigos que siempre están, que siempre estarán.
Hoy, que te asomas a estas páginas por primera vez, me atrevo a decirtelo: Te quiero mucho, P., has sido uno de los mejores hallazgos de mi vida y espero que estés ahí por mucho tiempo, porque estoy segura que siempre te voy a necesitar al otro lado.
Muchos besos.


¿Es o no es bonito?

jueves, 3 de junio de 2004



Hace diez años doblé una esquina y me encontré con el espectáculo de luz que es la feria y lloré. Lo hice porque era hermoso, bello, y porque el responsable de aquel derroche era el hombre que ocupaba mi corazón hasta rebosar en aquel momento.
El año pasado, con mis torpes palabras, intenté describirlo, pero apenas lo logré,lo sé.
El otro día la magia volvió a producirse. Cruzaba yo el puente romano, antiguo, recio, fuerte, y al fondo vi la imagen iluminada de la Mezquita. Llovía y él me llevaba de la mano, camino de su buhardilla, bendito lugar donde somos más nosotros que en ningún otro sitio del planeta, y no pude evitar llorar, mirar el río bajo mis pies, dejar que el agua mojase mi cara y llorar.
¿Qué tiene esa ciudad que me da tanta vida?. ¿Cómo se puede querer tanto un sitio?

martes, 18 de mayo de 2004

Lo sé, tenéis derecho a decirme que estoy loca, pero es que he decidido volver. Después de unos cambios, he pensado que me gusta más recibiros desde aquí. Por favor, no dejéis de venir.
Gracias.

martes, 11 de mayo de 2004

Me mudo. Ya no me gusta esta casa, así que inicio una nueva aventura. Si queréis, podéis visitarme en El Blog de Gwendolin. Os espero

viernes, 7 de mayo de 2004



Me pides que te apoye, sin fisuras, que crea en ti y que no te juzgue. Trato hecho. Ni tengo derecho a hacer otra cosa, ni tengo intención. Lo que ocurre es que te ibas, sentía que te perdía y conocer esos hechos me lo confimaban. En el fondo sólo es que te echo de menos, que me gustaría estar más, que me da miedo perderte. Aunque sé que todo ha sido un mal sueño, una pesadilla, no puedo evitar que se me erice la piel, que me dé miedo siquiera imaginar que mi sueño se convierta en realidad.

jueves, 22 de abril de 2004

Ayer me encontré a N.T.. Es un chico muy majo al que acabo de conocer por motivos laborales. Iba muy elegante, con su traje de chaqueta gris oscuro, muy oscuro, su camisa blanca y una corbata en tonos rojos muy llamativa y favorecedora. Nos saludamos con un par de besos y eso me permitió apreciar su perfume, muy agradable. Nos despedimos en segundos, él siguió su camino y yo el mío, a casa.
Durante todo el trayecto me acompañó el olor de su colonia y todavía, largo rato después, cuando ya me había desmaquillado, lavado la cara, puesto el pijama y cenado, pude rememorar, con total claridad ese olor. Se me había quedado colgado de la pituitaria o de la memoria, no sé.
Eso me hizo reflexionar sobre ese curioso y desconocido sentido del olfato. Qué misterios encierra. Sólo en contadas ocasiones una es consciente de su poder, de su capacidad para traerte a la memoria situaciones, conversaciones, imágenes. Algunos supimos de su fuerza, cómo no, leyendo a Patrick Suskind.
¿Cómo sería nuestra vida sin olfato? No puedo imaginarla sin la colección de recuerdos asociados a olores que tengo en mi cabeza.

miércoles, 21 de abril de 2004

Hace ya catorce años, uno de los que le rodeaba se interesó por su salud. No se le veía bien. ¿Algún problema?. Él no contestó -siempre fue parco en palabras-, pero su cara y la languidez de su mirada fueron suficientes para que se decidieran a tomar medidas. Contrataron a los mejores especialistas, se hicieron los más exhaustivos análisis y el resultado fue concluyente: estaba gravemente enfermo. No se rindieron -no en vano era un símbolo- y decidieron luchar por él. La enfermedad atacaba sus tejidos y rompía los circuitos de conducción de los alimentos. Los daños, además, se encontraban en la parte más importante de su sistema. El tratamiento fue intenso: se sanearon las venas y arterias, se le facilitaron apoyos externos, incluso, se le conectó a un ordenador que controlaba los caudales aportados. Sin embargo, el verano pasado fue demasiado caluroso y su maltrecha salud sufrió en demasía. A pesar de haber contado con el mejor tratamiento aplicado por los mejores, no se ha podido evitar el desenlace fatal. Hoy los periódicos anuncian su fin: Hoy el árbol de Gernika ha muerto.


P.D. También han muerto hoy miles de niños azotados por el hambre y el sida. Lástima que para ellos no ha llegado un tratamiento eficaz como el del árbol.

martes, 13 de abril de 2004

A veces pasa. Es como despertar de un mal sueño, uno de esos sueños que te han paralizado el corazón, te han hecho sudar y te dejan con el cuerpo maltrecho. De repente, despiertas y descubres que el día tiene un cielo azul inmenso, que el sol ilumina cada rincón, que te apetece pasear, sonreír a la gente con la que te encuentras, sonreír al mundo.
Ojalá no se nuble y pueda seguir sonriendo, paseando, mirando al horizonte con alegria.

jueves, 1 de abril de 2004

No voy a llamarte más. Las dos últimas veces oírte contar lo feliz que eres con ella me ha partido el corazón.
Feliz. Con ella.
Envidia, dolor y decepción. Científicamente comprobado: no puedo llamarte más. Por ella, pero, sobre todo, por mí.
No sé qué me duele más, si saber que la preferiste antes -o a la vez- que a mí, aceptar que es mi amiga y está contigo, o haberle deseado, en algún momento, tanto dolor como el que yo siento cada vez que me cuentas lo feliz que eres con ella.
Lo que queda claro es que debo terminar con esta historia, dejar de llamarte, dejar de verte y seguir viviendo.
¿Y qué hago cuando eres tú el que llama, me dices que tienes ganas de verme y te despides de mi con un "un beso, corazón"?.
¿Cómo se arranca una de la vida a alguien que te tiene enganchada, aún a sabiendas de que no es bueno para tí?
Cualquier consejo, no violento, será bienvenido.

jueves, 25 de marzo de 2004

No sé quién me dijo que todos llevamos un burgués dentro. Incluso aquellos que luchamos - o aparentamos luchar por la igualdad de clases, por la dignidad de los más desfavorecidos-. Yo siempre me sentí base, "puta base", descamisada -como gritaba un político de hace unos años-.
Pues no, hoy, sin ir más lejos, he empezado a ser una burguesa más. Y he caído en el peor tópico: desde hoy limpia mi casa una señora filipina. ¡Qué vergüenza me doy!.

lunes, 15 de marzo de 2004

No nos equivoquemos.
Al igual que no todos los vascos son ETA, no todos los árabes son terroristas.
Del mismo modo que, probablemente, la inmensa mayoría de los que iban en ese tren no estaban a favor de la guerra que, al final, les ha matado.
No nos igualemos a la Bestia.

jueves, 4 de marzo de 2004

El Tribunal Constitucional español ha entendido que el ruido atenta contra los derechos individuales. No sé qué entiende el Tribunal que es ruido, no he leído la sentencia, pero me imagino que califica como tal la música alta, preferentemente moderna. A lo mejor se refiere al ruido de las máquinas y de los coches.
El Alto Tribunal quiere que los ciudadanos españoles vivamos tranquilos, sosegados, en paz. Por eso pienso que, tal vez, el Tribunal se refiere a otro ruido, el de las balas, el de las bombas, el de las guerras, el de la violencia, el de la miseria, el del hambre, el de la rabia... O no. No sé por qué, creo que no.
Es curioso que en un mundo "globalizado" como el nuestro, donde las noticias del otro lado del mundo se conocen, en tiempo real, en esta orilla, donde el movimiento de una empresa en Japón puede provocar, por ejemplo, la caída de la bolsa en París, ese ruido del que hablo, el de la pobreza y la injusticia, no nos llegue aquí. Y es triste comprobar cómo no entendemos que ese ruido sordo, potente, penetrante y aplastante atenta, igualmente, contra nuestros derechos individuales. Qué pena me da pertenecer a este mundo sordo.
Gastamos miles de millones en ir a Marte a descubrir vida, pero no somos capaces de conseguirles a los que nos rodean, más o menos creca, una vida mejor aquí. Curioso, cuanto menos.


P.D. Esperanza Aguirre dice que, cuando dijo que dimitiría si no reducía en dos años las listas de espera para intervenciones quirúrgicas a un mes, se refería a las operaciones de juanetes.
Yo no oí eso, la verdad. ¿Será por qué había mucho ruido cuando lo dijo?. ¿Será que el ruido me dejó sorda?.

lunes, 1 de marzo de 2004

Tengo en mi mesita de noche varios libros. Y los estoy leyendo -y releyendo- todos a la vez. Una amiga entró este fin de semana y al verlos no pudo dejar de poner de manifiesto algo de lo que yo ya había sido consciente antes: mis amores me hacen más culta. Y como mis amores son, como diría yo, algo exóticos, mi cultura socio-política se amplía generosamente.
Ahora estoy leyendo el libro de Mercedes Gutierrez sobre la guerra-invasión de Irak, un estudio de un judío sobre la política de exterminio de Sharon contra el pueblo palestino, el libro de Alejo Carpentier, que tanto me inquietó y sorprendió hace unos meses, sobre la rebelión de los esclavos haitianos y todos los artículos que he ido recopliando sobre la situación política en Venezuela.
Y luego habrá gente que se queje de tener el amor tan disperso.
Como me decía mi amiga, sólo me falta enamorarme de un habitante del Tibet o de Cachemira. Todo se andará.

viernes, 20 de febrero de 2004

Debo preguntarle a mi amiga Carmela por ese influjo extraño de las hormonas femeninas en la psique de las que padecemos su ataque. Es como un estado de semiincosciencia en el que, sabes lo que te pasa, pero no te importa. No elimina tu capacidad total de raciocinio, porque a nada que te paras un segundo, sabes qué pasa y por qué, pero te abandonas a la carga de sensaciones angustiosas, a la ansiedad y a la tristeza y te dejas llevar por esa tormentosa sensación.
A mí, a veces, me da por llorar y lloro por cualquier tontería. En algún momento soy conciente de que esto no puede ser, así que busco mis tristezas propias, las que tengo en mi baul de recuerdos y acoplo al estado de ánimo la primera que se me ocurre. Lloro con razón, que motivos nos sobran, la mayoría de las veces.
Otras veces me enfado. Y últimamente, he aprovechado este estado para tomar decisiones que no soy capaz de tomar cuando estoy serena. Destrozo cosas, quemo cartas, paso páginas, rompo cadenas... Lo difícil es mantener la decisión una vez que ha pasado la tormenta; ser capaz de recoger lo que queda después del vendaval y seguir viviendo.
¡Qué fea nuestra conversación de hoy!. Tan fría, tan distante... Y eso que has estado el escaso medio minuto que hemos hablado agradeciendo mi llamada."¡Qué detalle más bonito, qué detalle, gracias!". Como si tú no supieras que lo mio son los detalles, que mimo y cuido esos gestos que sé que agradan a la gente que quiero.
Esperaba que me contases cómo estás, pero de verdad, que me dijeses cómo te van las cosas; esperaba poder contarte cómo estoy yo. Y que nos emplazásemos para un hipotético y quimérico baile futuro. Pero no ha podido ser. Probablemente es que ya no pueda ser nunca más. A mí me duele que así sea. Siempre he sentido perder a un amigo, como siento perder un libro o ver cómo se marchita una flor o cómo languidece un día hermoso.
Que seas feliz el día de tu cumpleaños y todos los que te quedan por vivir.
Un beso inmenso, amigo.

sábado, 14 de febrero de 2004

Día de los enamorados
En mi escasa vida sentimental me he encontrado con varios tipos de hombres: los yo-yo, esos que hoy te quieren y mañana no, que van y vienen; los soufle, te quieren mucho de pronto y, tan de repente como te quisieron, te olvidan o dejan de quererte; los no sé-no sé, que nunca tiene claro lo que quieren; los mentirosos redomados, que, en el colmo de la mentira, acaban creyéndosela a pies juntillas y te tachan a ti de desvirtuar la realidad.
El último, sin embargo, no sabría cómo definirlo, como adjetivarlo. No miente, no engaña, no dice una palabra de más, siempre tiene el mismo gesto, no se mueve y eres tú la que va, la que se acerca, la que se funde, la que se inventa, la que se lo cree, la que interpreta lo que en apariencia es claro, la que se enamora. Utilizando el símil taurino, él se queda quieto y espera, con el estoque listo, a que la bestia se arranque y venga a morir a él. Creo que eso se llama matar recibiendo.
En estos casos, a veces, una se da cuenta a tiempo, antes de que la estocada haya hecho el daño suficiente para herir demasiado, se retuerce y se marcha. Entonces, él se queda allí, como siemrpre, inamovible, con su sonrisa certera, con su palabra de cariño.
Sólo le deseo que nunca la bestia le dé el revolcón y antes de morir, ensartada por su estoque, le atraviese la femoral o la safena y le deje desangrado en el ruedo, herido en el corazón.

viernes, 13 de febrero de 2004

"Hasta el otro día tus aventuras me resultaban divertidas. Nunca me molestaron. Pero he pasado una semana contigo que ha resultado maravillosa. Ahora sé que quiero una semana así para siempre. Y sé que no puede ser contigo, porque tú estás en otras aventuras. Y duele porque me gustaría que fueses tú. Lo superaré. Te quiero mucho".
Él la miró con infinito cariño, le sonrío y la beso tiernamente en los labios.

martes, 3 de febrero de 2004

El pasado sábado, mientras veía la Gala de entrega de los Premios Goya, se me encogió el corazón. Se mostraba una fotografía junto al nombre de todos y cada uno de los fallecidos en el año 2003, vinculados al mundo del cine. No sé cuál es el criterio para que aparezcan esas personas. Imagino que el hecho de haber estado alguna vez inscritos en la Acedemia. Cuando ví su foto y su nombre se me encogió el corazón.
Cuando le conocí era apenas un chaval de 17 años. Era tan guapo y simpático, bailaba muy bien y cantaba de maravilla. Todavía habrá por mi casa una cinta donde, con su gitarra, dejó algunas canciones. Nos fuimos de campamento y durante unos meses, los que yo duré, jugamos a la utopía de salvar el mundo, de impregnarlo de justicia, a base de canciones de Victor Jara, de Pablo Milanés, de manifiestos y Teología de la Liberación.
Vivía en mi barrio, así que nos veíamos a menudo. Siempre me soltaba su sonrisa feliz y un abrazo, mientras gritaba mi nombre a voz en grito en medio de la calle.
Un día me dijo que iba a intentar el asalto a Madrid, que había conocido a alguien del entorno de Pedro Almodovar. Me confesó su homosexualidad que yo acepté confundida, porque era uno de los chicos que más ligaba en el barrio, con chicas, claro.
Después le perdí de vista. Hasta hace un año. Le distinguí entre la muchedumbre. Me alegré de verle, pero cuando le miré más despacio mi estupor fue tan grande que no me atreví a acercarme a saludarle. Era un esqueleto andante, delgado, demacrado, pálido, muerto.... ya estaba muerto. Yo le sentencié.
Verle el sábado en la lista de fallecidos, en el fondo no me sorprendió. Pero desde entonces no dejo de arrepentirme de no haberle abrazado la última vez que le ví, de haberle matado antes de que su fin llegase. Aquel día me comporté como una intransigente racista, llena de prejuicios. Lo peor, lo más rechazable. Tendré que vivir con ello. Y tendré que vivir sin él. Cuánto voy a echarte de menos, Sergio.

lunes, 2 de febrero de 2004

Esta incertidumbre me va a matar. Me crea ansiedad. Es como si me faltara el aire, como si necesitara más oxígeno, es como si tuviera que andar removiendo mi culo de la silla, porque no encuentro el acomodo perfecto.
Ya sé lo que quiero. Quiero una semana como la pasada con él. Y la quiero para siempre. Pero él se me escapa de entre los dedos, como agua, como arena, como aire. Y tengo la sensación de que, cada vez que logra huir, se vuelve, me mira y me hace burlas desde la corta distancia que pone entre nosotros. Corta, pero suficiente para que yo no le alcance, para que no le toque.
Este fin de semana no va a tener escapatoria. Estará frente a mi y le exigiré que me mire a los ojos y me cuente. No harán falta palabras. Para saber lo que me dice sólo necesito mirar cómo se mueve. Su cuerpo habla más que él.
Os mantendré informados.

jueves, 29 de enero de 2004

Despúes de que él salió de su casa, ella miró a su alrededor. Su presencia estaba en todas partes y eso no era bueno. Había sido una semana fantástica, pero ya había terminado. Ella no podía permitirse el lujo de vivir de su recuerdo, con su recuerdo.
Tomó la decisión. Se arremangó, llenó el cubo con agua, cogió unos trapos y limpió. Limpió el suelo, las paredes, los cristales, las ventanas. Aireó la casa, quitó sábanas, cortinas, toallas. Raspó paredes, echó cal viva sobre ellas, pulió muebles y puertas.
Fue una tarea inmensa, sus ojos estaban rojos por los vapores del amoniaco, sus fosas nasales irritadas con el olor de la lejía y la cal. Pero lo consiguió: en unas horas, no quedaba ni rastro de él. A fuerza de trapos y agua, la semana pasada no existía.
Estaba tan cansada que se sentó en su mecedora. Los ojos se le cerraron y cayó en un ligero sueño, en un suave sopor. No fue un sueño tranquilo ni reparador. Se levantó de pronto, asustada; no sabía cómo, pero él se había mostrado en su sueño tan real que casi pudo tocarlo. Y lo peor era su olor, tan claro, tan rotundo, como si no lo hubiera expulsado de su casa hacía unos minutos.
Se frotó los ojos y entonces se dió cuenta de que unas gotas de sudor perlaban su labio superior. Se mojó los dedos con ellas y los acercó más a la nariz. Allí estaba él, tenue, pero perfectamente reconocible. Entonces entendió que el trabajo había sido en vano. Él estaba dentro de ella, en su cuerpo, en sus células, en sus flujos, en su piel, en su corazón. Y no conocía remedio casero alguno para echarle de allí.

lunes, 19 de enero de 2004

"No vengas. El viaje no soluciona tu problema y agrava el mío. Yo tengo que echarte de mi vida y eso será casi imposible teniéndote tan cerca. Esta madrugada lo he visto tan claro!".
Mensaje que debí escribir a las 6,30 de la mañana. Por supuesto, no lo he hecho.

jueves, 8 de enero de 2004

Da igual cuánto tiempo haya pasado, que ya no te importe, que, incluso, tu corazón esté ocupado por otra persona. Conocer que alguien a quién amaste mucho compartía tu amor con otra mujer te hiere. Hiere tu orgullo y tu amor propio, te hace sentir idiota, porque tus palabras y tus gestos de cariño nunca fueron valorados como se merecían. Y eso ya lo sabías, pero tener la constancia clara y precisa hace daño.
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