viernes, 30 de junio de 2006

Vamos a tomar una copa que es el último examen. Hoy se oye mucho esto por aquí. Terminan el curso y aprovechan el viernes para celebrarlo. A partir de ahora, derogarán toda la materia aprendida, quizás aprehendida, y se dedicarán a descansar.
Hoy examinaba también a un alumno de un máster. Al acabar hemos comido juntos. El titulo propio le ofrece prácticas en empresa. Yo le felicitaba por ello. "Pondrás en práctica todo lo aprendido. Es estupendo". Para mi sorpresa, se muestra descontento. "Se acabó lo bueno; hay que incorporarse al trabajo; se acabó la vida de estudiante".
Hace años una alumna se me acercó en un día como hoy. "Si suspendo este examen, me suicido", me dijo tajante. Yo le amonesté, y entre bromas le dije que si se suicidaba por un examen, le quedarían pocos remedios cuando el futuro le plantase delante problemas de verdad. No sé si aprobó o no. No lo recuerdo, pero hoy me he acordado de ella.
¡¡¡Qué dichosos son!!!!. ¡Qué fácil solución tienen sus problemas!. ¿O será que luego perdemos la capacidad de relativizar y de reirnos, nos volvemos trascendentales y no sabemos salir del atolaldero de los "lios de adultos"?

(Me doy cuenta que es el segundo post en el que hablo de suicidios. Aunque no en el mismo sentido, empiezo a preocuparme. ¿No me estaré obsesionando? ;-). Además, como dice mi amiga Greta, me debo estar haciendo mayor, porque cuento demasiadas historias de "abuela cebolleta". Cuando se tienen anécdotas....)

miércoles, 21 de junio de 2006

Me llaman para contármelo. Una estudiante de dieciocho años de mi universidad se ha suicidado. Estudiaba psicología (casi parece una ironía, ¿no?). Había conocido a un chico en internet. Y juntos decidieron acabar con sus vidas. Dieciocho años. Cúantas cosas le quedaban por hacer. Cuánto dolor han dejado entre los suyos. No sólo por la marcha, que ya es dolorosa, porque deja vacíos difíciles de rellenar, sino por el hecho de que haya recurrido a un desconocido para encontrar solución a sus problemas. Solución a sus problemas, sí, por muy mala que pensemos que es la solución alcanzada.
Hoy, un desconocido ha intentado darme la solución a los míos. Se lo he agradecido, pero no vale. Sólo quien te conoce de verdad y sabe cómo sientes te ayuda con eficacia. ¿Qué le pasaría a esta chica? ¿No la conocería nadie? ¿Nadie se tomó el esfuerzo? Qué solos estamos a veces y qué fácil es que alguién con buenas palabras se nos cuele dentro, quien sabe con qué intenciones.

domingo, 11 de junio de 2006

"Debe ser por la sangre caliente", me ha contestado el joven de la farmacia cuando le he pedido algo para las picaduras de mosquitos. "Claro, si no sería una lagartija", le he contestado yo. "Demasiado caliente", ha sentenciado.
No viene mal un piropo de este tipo un domingo por la mañana. En estos momentos en los que la sonrisa cuesta tanto, no viene mal que un jovenzuelo indecente te haga sonreir.

viernes, 9 de junio de 2006

Cubre con ambas manos el pequeño teléfono móvil como si calentando el celular, único medio que les une, pudiera transmitirle su calor, su apoyo, su ayuda. Acaba de colgar la escueta llamada -siempre le parecen cortas sus conversaciones- en la que él, por fin, ha confesado su dolencia. No ha hecho más que confirmar lo que ella ya sabía, aquello que no quería plantearse siquiera porque produce miedo, pavor, terror. No deja de reconocer su gesto, pero la escasa información abre dudas, plantea preguntas y genera miedo. Y como no puede tocarle, acaricia el pequeño celular entre sus manos, le da calor, lo mima, los cuida, esperando que él reciba su cariño, su apoyo, su fuerza...

jueves, 1 de junio de 2006

No me siento coqueta, más allá del mínimo indispensable que se presume a alguien correcto. Y sé que debo serlo. Sé que se me pide que aparezca radiante, elegante, juvenil... Porque es cierto que el hábito no hace al monje, pero es verdad que por el hábito se sabe quién es monje y yo debo aparentar lo que soy, al menos por un tiempo.
Me he metido en varias tiendas, incluso me he probado ropa. Un vestido blanco, de algodón bordado, una falda de lino verde pistacho, una camiseta de florecitas rosas... He mirado zapaterías, buscando la sandalia de tacón bajo mona, que estilice la pierna y sea cómoda (¿existe?). Pero no, definitivamente hoy sólo me apetece embutirme en mi vaquero negro y en la camisa informal y en mi zapato plano. Y es que hoy me siento profundamente triste. Tal vez sea por lo de ayer. Después de dos meses, encontrarnos todos, cada uno con su fachada hacia afuera, pero con la procesión por dentro, sentirte tan triste, Greta mía, tan insegura, tan frágil, entenderte y no conseguir con mis palabras levantarte el ánimo.
No, no os voy a mentir. Sé perfectamente qué es lo que me produce esta tristeza de hoy. Pero es tan ilógico e irracional que el sentido común no me permite elevarlo a la categoría de ser el causante de mi estado de ánimo.
Así que me refugiaré en el trabajo, que, por ahora, me absorbe lo suficiente y de manera satisfactoria y consigue que, por un rato, me olvide de lo demás.
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