lunes, 22 de diciembre de 2003

I ¿Qué pasa por la mente y el corazón de una persona cuando ve transcurrir los días sin que aparezca lo que desea?. Pones el corazón, el alma, la vida en una ilusión y esta se esfuma con unas simples palabras, de significado confuso, pero que tienen la virtud, la fuerza, el poder de romper la magia.


II Vives la vida queriendo ser honesta; honesta contigo misma y con los demás. Intentas no hacer daño a nadie, querer mucho a los que te quieren y ser feliz.
De pronto un día te echan en cara cosas que nunca hiciste, tareas que no incumpliste, palabras que no dijiste. Y aunque quieres defenderte, no puedes, porque tus compromisos siguen valiendo, al menos para ti, y no quieres defraudar a nadie.
La vida es muy injusta a veces.

martes, 16 de diciembre de 2003

Hoy he tenido una de esas terribles noches/madrugadas de insomnio; esas en las que te despiertas a las 4 o las 5 de la mañana y no puedes dormir; pones la radio, intentas leer, y, entonces, el sueño te vence justo media hora antes de que suene el despertador, lo que hace que te muevas como un zombi el resto del día.
Hoy no podía permitirme eso, así que he hecho esfuerzos por no dormirme. A eso de las seis de la mañana, pensando en él, como siempre, le he llamado. Un sólo toque, por si dormía. Y él ha contestado. No dormía tampoco (él porque no estaba en su hora de dormir). Y con sus palabras me ha ido despejando, me ha invitado a salir de la cama y me ha dejado a la misma puerta de la ducha. "Que tengas un buen día, corazón". "Buenas noches, cielo".
Ay, señor. Cómo me gusta este hombre. Voy a bajar la guardia y me hará daño, me partirá el corazón y me hundirá en el dolor.
Pero no voy a pensarlo ahora. Hoy, por lo pronto, ha conseguido que saliera de casa, de noche, pero con una sonrisa. Y cuando he llegado al trabajo he admirado el rojizo amanecer desde mi ventana.

martes, 9 de diciembre de 2003

Siempre le gustó Milanés. No podría decir cuál de sus canciones le gustaba más. El breve espacio en que no estás, Yolanda, Para vivir.
De esta última, le gustaba la melodía, aunque le dolía la letra, porque refleja una de esas actitudes típicamente masculinas que tanto odia: poner piedras en el camino para que otros tomen la decisión. "Por mi parte esperaba que el tiempo un día se hiciera cargo del fin; si así no hubiera sido, yo hubiera seguido jugando a hacerte feliz".
La letra de esa canción, sin embargo, guardaba otra estrofa incomprensible. "Cuantas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien, que a esa unión de nosotros le hacía falta carne y deseo también; que no bastaba que me quisieras y te murieras por mí, que no bastaba que en mis fracasos yo me refugiara en ti".
Siempre pensó que después del arrebato pasional, necesario, imprescindible en cualquier relación, el siguiente paso era la mansedumbre del amor y que ésta era la que acababa con la historia. Nunca pensó en un amor sin deseo y carne.
Por eso, cuando esa mañana oyó la canción en la radio, le sorprendió ver que ella estaba en una relación así. Había complicidad, amistad, cariño, ternura, mimos.... pero faltaba pasión. Y le dió miedo, sobre todo porque empezaba a acostumbrarse a ello, porque no le importaba, porque le gustaba. ¿Acabaría como la canción?.

martes, 2 de diciembre de 2003

Es como si estuviera en un tunel oscuro. Apenas tengo ganas de hacer nada. Voy cumpliendo etapas, cerrando obligaciones, clausurando compromisos. Y cuando estos se cumplen entro en un estado de hibernación. No es la primera vez que me pasa, no. Me encierro en mi misma y en mi casa, que es como mi misma. Hablo sola, como sola, leo sola, camino sola. Y me obsesiono. Y me enfado cuando no responden a lo que espero, aunque no sepa bien qué espero ni qué doy a cambio.
No me gusta noviembre, pero diciembre tampoco presenta novedades. Siento que me doy golpes contra el mismo muro y no me gusta, pero no me veo con fuerzas para salir, ni con ganas, ni con ánimo. Y vuelta a empezar. Rizar el rizo.
Tango que bajarme de este tiovivo sin sentido, sin principio ni final. Tengo que hacerlo. Lo voy a hacer.

viernes, 28 de noviembre de 2003

Quiero ofrecerte mi solidaridad en público, igual que antes te reproché tu actitud.
Estoy contigo en cuerpo y alma, como tú sabes que yo suelo estar en las batallas que hago mías. No importa quién tenga la razón -en esta ocasión es tan fácil elegir campo-; me lanzo a la lucha de manera ciega, loca, suicida, si es menester.
Me siento tan sucia como tú debiste sentirte y tan asqueada, pero, a diferencia de como tú te sientes -y tal vez porque, aunque lo intento, soy incapaz de ponerme del todo en tu lugar- me siento batalladora, peleona, guerrillera, boicoteadora, luchadora y anarquista. Estoy dispuesta a romper las reglas que predico, las que enseño, las que tanto respeto, porque esas reglas no están listas para esta guerra que hoy inicio.
No sé si ganaremos, pero, como en otras ocasiones ya te he dicho, iniciar siquiera la guerra ya es empezar a ganarla.
Te quiero, bombón mío.

jueves, 20 de noviembre de 2003

Hoy es 20-N y no salgo de mi estupor cuando veo a jovencitos manifestándose, a favor y en contra, de un señor que murió hace 28 años y que fue nuestro último dictador confeso.
Para mi la fecha de hoy tiene otra significación: hace 28 años me desperté y me sorprendí de que mamá no me hubiese llamado para ir al cole. Me contó que, efectivamente, Franco había muerto. Así que me senté a ver en la tele como una fila interminable de gente se paseaba frente al ataud de ese señor, que parecía un abuelo apacible, muerto como una estaca.
Nos dieron tres días de vacaciones y mi familia decidió irse al campo. El día 22, cuando las Cortes nombraban al Rey Jefe del Estado, mi padre tenía un accidente de tráfico y moría.
Por eso me acuedo siempre de este día, por eso sé exactamente el número de años que hace que pasó. Por eso no entiendo a esos jovencitos que hoy se manifiestan. ¿Qué saben ellos de lo que pasó hace 28 años?.

martes, 18 de noviembre de 2003

Hoy he vuelto a saber de ti. Subrepticiamente. A escondidas de todos. Incluso con claves, criptogramas, y jeroglíficos. Y me has pedido que no me ria de ti. No, no es risa lo que esto me provoca. Es una pena infinita. Por ti, por hacerlo, por mi, por tolerarlo.
Y, de nuevo, otra vez, teniendo la oportunidad de ser dura e hiriente, he vuelto a ser bálsamo suave.

jueves, 13 de noviembre de 2003

"Ha llamado al 91..... No está disponible. Deje su mensaje después de oír la señal". Biiiip.
"Hola, soy yo. Sé que llevo tiempo sin llamar. Y sé que no tengo excusa. La verdad es que, mientras más tiempo pasa, más difícil me resulta llamar, por que mi falta va siendo cada vez mayor. Y eso que sé que no me vais a reprochar nada, pero me basta con mis propias amonestaciones. Es que me resulta difícil enfrentarme a lo que os está pasando. Es que él es como mi padre y saber que ha fallado así, me duele. Y me duele, todavía más que nada, que se me cuele por el subconsciente pensar que lo que ha pasado es un fallo. Y me duele ser tan injusta, porque pido perfección cuando no la doy. Tenéis todo mi apoyo y mi amor profundo. Y quiero que sepáis que estoy aquí para oferceros mi ayuda. Os quiero tanto. Hasta la vista". Bip, bip, bip...
Hoy, sin falta, tengo que llamar.
Me llamaste ayer, después de muchos meses sin hacerlo. Debo confesar que estuve a punto de no contestar cuando vi tu nombre en la pantalla del móvil. Las últimas veces tu voz había sonado fría, impersonal, y siempre llevaba implícito un reproche, una queja.
Pero esta vez tu llamada se parecía mucho a las de antaño, cuando bromeábamos, cuando nos contábamos cosas y nos enmarañábamos en frases con doble sentido. Te preocupaste por preguntar cómo me lo había pasado el sábado, si había sido feliz. Y yo te dije que sí, porque es la verdad. Y te agradecí tu invitación. Pareció todo tan normal, como si no hubiese pasado nada, como si tú no hubieses vivido ese sábado otro de los espectáculos a los que tu pareja te tiene acostumbrado, esos que parece que tanto te gustan, porque no les pones freno.
Varias veces me pusiste en bandeja la respuesta irónica, incluso sardónica, pero pensé que te haría daño y me callé. Y pensando en por qué lo hice, me dí cuenta que no tiene que ver con mi amor por tí, porque ya no te quiero. Y pensé que, tal vez, en el fondo, te tengo un cariño que no estoy segura de que te merezcas, pero que me resulta imposible retener. Así soy yo, así es Gwendolin, qué le vamos a hacer.
Suerte en tu batalla contra ti mismo.

miércoles, 5 de noviembre de 2003

No sé si eres tú ese visitante anónimo, que no conozco, y que aparece en mi contador. Y como sé que, aunque te voy a ver pronto, no podré hablar contigo de esto, te contaré lo que pienso.
Nunca entendí esos amores que te hacen cambiar tanto que consiguen que uno no se reconozca a sí mismo. Y menos esos que te hacen cambiar cuando la persona amada está presente.
Para los amigos, para los que están siempre, es difícil saber a quién se van a encontrar en cada momento. Y, sobre todo, no es justo andar con caretas, porque uno llega a dudar de cuál es la cara verdadera.
También es injusto, mucho, para la persona amada. Yo jamás querría estar con alguien que no es quien es. Con alguien que finge cuando está conmigo. Y mucho menos cuando el teatro tiene su origen en el miedo.
Me gusta que me quieran, no que teman las consecuencias de no ser lo que yo quiero que sean.
Por supuesto, la otra parte tiene mucha culpa. El principio de toda relación es querer a alguien como es. Cualquier intento de cambiar a la persona que amas está condenado al fracaso.
Pero, en este caso, la persona amada no me importa en absoluto. Me importas tú, porque te he querido mucho, incluso después de descubrir tus muchos defectos, incluso después de darme cuenta de que me mentías, incluso después de saber que, ni de lejos, te quiero en mi vida, porque no te lo mereces.
Si eres tú el que lleva varios días leyendo estas páginas, quiero que sepas que ya no te quiero, porque me mentiste y me has hecho daño, mucho daño. Cuando te veo tan pequeño, tan minúsculo, tan derrotado, tan solo, me das pena.
Aunque debo confesar mi debilidad: me sigue encantando bailar contigo.
Hasta el próximo baile.... por supuesto, cuando ella no esté.

martes, 4 de noviembre de 2003

Soy de letras y no entiendo mucho de procesos químicos, pero tengo ojos en la cara y sé que cuando una fruta empieza a pudrirse lo mejor es sacarla de la cesta, que una pequeña célula maligna se degenera y empieza a infectar el sistema. Por eso es necesario extirpar. Y cuando esto ocurre la rapidez es esencial. A no ser que uno quiera acabar con la vida, con la fruta, con el ser infectado.
El tiempo, en estos casos, no cura; el tiempo, que pase el tiempo, ayuda a que la flor muera.
Y a mi me da pena que una flor tan bella, tan hermosa, que esa manzana roja, brillante y tersa se pierda para siempre.

viernes, 31 de octubre de 2003

Ya sabía yo que había algo cabalístico en el treinta y uno, en el fin de mes.
He comido con un buen amigo, hemos reído, hemos paseado juntos por el jardín botánico del campus.
Pero lo mejor es que, antes de todo eso, he recibido el beso y el abrazo más bonito del mundo, el que más necesitaba, el que lo arregla todo.
Me dan ganas de terminar en este momento el día, no vaya a ser que se estropee. Aunque no creo que nada pueda estropear una reconciliación como esta.
Menos mal que este mes llega a su fin. No ha sido un buen mes. He tenido que ver y oír cosas que nunca creí que llegaría a oír y ver. Cosas, por supuesto, que me han hecho daño, mucho, algunas de ellas.
En fin, que pase la fecha convencional del treinta y uno no es garantía de que esto termine, pero da esperanzas.

martes, 28 de octubre de 2003

Se despertó y recordó la noche anterior. Había estado bien. De pronto, el corazón le dió un vuelco. Ella, la perfecta responsable, la que siempre habla de seguridad, de control, de salud, no había tomado las precauciones debidas. ¿Y las consecuencias?. Hizo rápidamente números. ¡Diablos!. En su imaginario calendario la fecha estaba marcada de rojo peligro, de rojo consecuencias, de rojo terror. Respiró profundo, intentó tranquilizarse. Se volvió en la cama y le miró. Dormía plácidamente. Dibujó con el dedo su perfil, su bonita nariz, llena de pecas sutiles, su boca, jugosa y perfecta, su pelo negro, fuerte, sus hombros, su pecho. Y pensó que el bebé, si venía, tenía muchas papeletas de ser muy hermoso.
Entonces empezó a imaginarse la espera, el momento de la luz, la llegada del crío. Le gustó y sonrió. Al fin y al cabo llevaba mucho tiempo deseándolo, aunque lo que temía era el momento consciente de hacerlo, de tomar la decisión. Y mirá tú por donde haberse comportado como una inconsciente podía traerle la solución.
Despúes, mientras tomaban un café, le mintió: "He soñado que me quedaba embarazada". No esperaba otra respuesta. Dejación total de responsabilidades. Al menos al principio, pensó ella, porque cuando le viera, sabía que no podría evitar sentir más de lo que ella hubiese querido. Pero no importaba. Ya solucionaría el problema cuando se presentase.
Siguió imaginando varios días más. La fecha de la llegada, el primer beso, la primera sonrisa, el primer pañal... Por eso, cuando esta mañana manchó su ropa, en la fecha prevista, como siempre, no pudo evitar desilusionarse.
Esta vez tampoco iba a ser.

lunes, 27 de octubre de 2003

Hoy hace un año que empezó la tortura, aunque no fui consciente de ello hasta varias semanas después. Fue el primer signo evidente de sus mentiras -o el segundo- y el inicio de mis crisis. ¡Cuánto le quise!. ¡Qué insignificante es hoy!.
Un año, todo ha durado un año.

miércoles, 22 de octubre de 2003

Cuando estaba con él, cuando me llamaba y me invitaba a pasar horas con él, hablando, uno a cada lado de la barra, o en su casa, apoltronada en su sofá, comiendo un bocadillo a medias, mientras me contaba los avatares más íntimos de su vida, mi sensación de seguridad no tenía límites. Sabía a ciencia cierta que estaba allí, con él, porque él quería que estuviese allí. Su sinceridad, su terrible sinceridad, me impedía pensar que hubiese cualquier tipo de doblez en su actitud.
Desde que me he ido lejos me siento andando por una cuerda floja. Cualquier vacilación en su voz, cualquier murmullo extraño, hasta las interferencias en la línea de teléfono, me ponen en tensión y siento que le molesto, que le estorbo, que no me quiere ahí.
Me ha intentado tranquilizar varias veces. La última anoche, a las 5 de la mañana, cuando me ha mandado su mensaje salvador, el que me ha permitido conciliar el sueño: "Esto ya lo hemos acordado. O no!. Bienvenida. Besos. Buenas noches"
Sabía que su amor me produciría ansiedad, por eso lo he evitado. Ingenua.

viernes, 10 de octubre de 2003

Dice que no tiene futuro y que es culpa mía. Llevan varios días intentando hacerme responsable de lo que no lo soy. Su actitud es tan infantil y tan injusta que me duele. Mi trabajo exige tomar decisiones, algunas dificiles, pero siempre guiadas por la buena fé y por un deseo ferviente de ser justa. Hoy me he sentido insultada, infravalorada, vapuleada y agredida. Espero no volver a dejar que las cosas lleguen a ese extremo.

jueves, 9 de octubre de 2003

A veces, la mayoría de las veces, somos fruto de nuestra educación, de nuestras costumbres. Una educación y unas costumbres tan enraizadas que pienso que se encuentran en nuestro código genético, de tanto repetirse.
Una de esas rémoras, secuelas o como queramos llamarla es la costumbre de no faltar jamás a un acto triste o luctuoso. Lo llamamos "cumplir" y todos, de un modo o de otro caemos en ello. Uno perdona que alguien no venga a su boda, pero jamás olvida que no estuvo en el entierro de su madre. Hay que estar en las penas; para las alegrías no hacemos falta.
Eso le pasó a una amiga mía el otro día. Su amiga se enfrentaba a un acontecimiento feliz, ella sabía que estaría rodeada de afecto, de cariño, de amigos y de enhorabuenas. Tenía dificultades para estar y pensó -quizá erróneamente- que su inasistencia pasaría inadvertida. Pero no fue así.Y ahora su amiga está molesta con ella.
Tal vez la amiga de mi amiga piensa que se olvidó, que no le dió importancia. Lo que ella no sabe es que esa mañana se despertó muy temprano y pensó en ella largamente; el hombre que ahora ocupa su mente dormía pesadamente a su lado y la abrazaba, y ella imaginaba lo que en ese momento su amiga estaría haciendo. Sentía sus nervios, su miedo, su inquietud. Estuvo pendiente todo el rato de los tiempos, controlando, intentando controlar, lo que en cada momento su amiga estaría haciendo. Llamó y llamó, hasta que le dieron la buena nueva. Y entonces se alegró por ella, se alegró mucho, muchísimo y deseó estar cerca para abrazarla.
Tal vez la amiga de mi amiga pase por aquí, lea esto, se reconozca en la historia y decida perdonar a mi amiga. Ojalá.

martes, 7 de octubre de 2003

"... Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo"

Alejo Carpentier, El Reino de este Mundo, 1948.

Leí este libro buscando retazos de un país para el que llevo dos años trabajando. Llegué a ese trabajo por amor, así que puedo decir que llegué a ese país y a este libro guiada por ese sentimiento. He descubierto una prosa magnífica, una forma de engarzar las palabras mágica y una historia espectacular. Al menos algo bueno ha dado ese amor.

viernes, 5 de septiembre de 2003

"Mientes tan rico que dan ganas de creerte".
Sé que él sólo quiere de mi unas caricias, pero no me importa. Me gusta. Me gustan sus ojos color miel (no, comadre, no son "aguarapaos", son miel), su pelo negro, su boca jugosa, la forma en que me mira, cómo me dice "mi niña" y me sonríe, y, cómo no, el romanticismo que embarga la idea de pertenecer a un pueblo sin tierra, que lucha desde hace años por tener un Estado.
Por eso, cuando anoche me dijo que, incomprensiblemente, estaba siendo bueno, sin entender por qué, le dije que sus mentiras eran tan bonitas que merecían ser creidas. Porque, por supuesto, lo que más me atrae de él es su fama de pendenciero, sinvergüenza, canalla y gamberro.
La suerte está echada. Me pegaré a los noticieros para saber cómo va la "hoja de ruta", qué ocurre en la fanja de Gaza y cuáles son los proximos movimientos políticos de la zona; me estudiaré la historia de su pueblo a fondo; incluso, haré mis incursiones en el Corán, a pesar de que él no se lo ha leído nunca.
Y es que las mujeres somos como somos. Nos afanamos por entrar en sus vidad y conocer hasta el nombre de los amigos de la escuela elemental, cuál es su plato favorito y cómo le gusta que le preparen el té.
Unas huríes, vamos.

lunes, 1 de septiembre de 2003

Gwendolin se sintió morir el otro día. Era una fiesta a la que él estaba invitado; se encontraría con él, después de meses de silencio. Gwendolin no sabía cómo reaccionaría, ni si él lo haría. Gwendolin no podía imaginar que ella también estaría. Cuando la vio aparecer, Gwendolin pidió que la tierra se abriese bajo sus pies y la tragase, que por arte de magia, Gwendolin se volatilizase y desapareciese de allí dejando una pequeña estela de humillo rosado. Afortunadamente, Gwendolin no estaba sola; varios amigos la sostuvieron en vilo, la ayudaron, la abrazaron, la mimaron, la quisieron y la reconfortaron. En unos minutos, Gwendolin recuperó la compostura y, con ella, el vuelo y la sonrisa.
¡Qué pequeño e insignificante se aparecía él!. Gwendolin superó la prueba, bailó, rió, soñó, amó esa noche y vió las luces del día. ¿Él? ¿Y qué demonios importa! Gwendolin amaneció con una sonrisa de felicidad. Prueba superada. Bravo por Gwendolin.

P.D. Feliz vuelta de vacaciones a todos.

sábado, 26 de julio de 2003

Curiosamente, los dos queremos lo mismo. A saber, estabilidad emocional. Él a sus treinta años, yo, con los míos, que no son los mismos. No obstante, el método de búsqueda es distinto. Yo, alocada, busco, vuelo, pruebo, aplicando el viejo método de "prueba y error". Provoca más desgaste, pero me hace sentir más viva y, sobre todo, me hace vivir ilusionada. Él, cuadrado, metódico y matemático -no en vano es músico y la música no es más que matemática bella- analiza la situación y decide quién es la persona que puede responder a lo que busca. ¿Amor?, ¿para qué?. Ya llegará... o no. Por supuesto, nada de aventura, nada de riesgo, nada de locura. Quizá por eso, lo nuestro siempre estuvo condenado al fracaso.

miércoles, 23 de julio de 2003

Él se apresuró a preparar su maleta, a guardar sus camisas, sus corbatas y trajes. Tenía tantas ganas de verla. Llevaban diez días separados y él no soportaba más la ausencia. La necesitaba para su cuerpo, pero, sobre todo, para su alma. El agotamiento, la desilusión provocada por los avatares de su trabajo necesitaban de ese bálsamo que, desde hace años, ella es.
Es cierto que ella, pequeña, coqueta, risueña, con uno de los peores genios que he conocido, con una personalidad desbordante, ha sido la contrincante de sus peores riñas, de las más absurdas y estériles.
Pero ayer, viendo cómo doblaba las camisas para meterlas en la maleta deprisa, con el ansia de llegar a ella lo antes posible, de comerse esos dos mil kilómetros que les separaban, les envidié y quise que, algún día, alguien corra a buscarme así y yo necesite tanto a alguien como ellos dos se necesitan y complementan.

domingo, 20 de julio de 2003

Hoy, por primera vez en mi vida, he pasado la noche fuera de la casa de mi madre. No preguntéis por qué, imaginadlo. Y todo iba bien hasta que a las 8 de la mañana, mi móvil ha empezado a berrear, vibrando y centelleando: mi madre me buscaba.
Cuando he llegado a casa y ha insisitido e insistido en saber dónde he estado, parecía uno de esos policías inflexibles, que busca fisuras en la coartada del presunto culpable. He estado en un tris de contar la verdad, pero me he contenido.
A veces pienso que las madres, en su fuero más interno, desean que nos pase algo malo en la noche, como para confirmar su teoría del peligro que nos acecha. Para decirnos "ya te lo decía", una vez más.
Pobre, si llega a saber de dónde venía. Aunque con solo mirarme la cara.... pero supongo que queda fuera de sus juegos mentales siquiera planteárselo.
Él y ella
Él y ella tienen una curiosa relación. Cuando están en la calle, rodeados de amigos, o solos en público apenas tienen temas de qué hablar. Algo de sus trabajos, un poco de sus negocios. Él no sabe cuál es el color favorito de ella; ella no conoce cuál es el tipo de música que él prefiere oír.
Luego, cuando se quedan solos en su buhardilla de madera, se les suelta la lengua, en todos los sentidos. Mientras la mordisquea, él le dice obscenidades al oído; ella se ríe y le pide una caricia ahí, justo ahí, donde a ella le gusta tanto. Él juguetea con un cubito de hielo y se lo pasa por todo el cuerpo, mientras ella se estira como una gata dormida y perezosa. Se besan, se acarician, se lamen, se muerden, así toda la noche.
Después se quedan dormidos. Él aún se despierta de nuevo y se acerca a ella, con ganas de tenerla; y la encuentra, como siempre. Luego, de nuevo, dormidos, apenas sin rozarse. Al amanecer un último abrazo antes de volver a los silencios.
Por la mañana, un tímido beso en los labios y un "adiós, seguiremos en contacto". Eso es todo. Extraña relación que sólo es plena cuando están desnudos.

martes, 15 de julio de 2003

Lo mio con el mar
No soy una necesitada del mar. Soy de interior y eso debe notarse porque no siento la angustia y la nostalgia que aqueja a aquellos que no conciben su existencia sin el mar. No obstante, eso no quiere decir que no me guste. Lo que pasa es que ante el mar yo me siento chiquita. Lo miro y admiro, enorme, inmenso, vivo, y yo me siento minúscula.
Junto a esta sensación general, tengo algunos recuerdos que van unidos, indefectiblemente, al mar. Uno de ellos es el de la primera vez que un libro me hizo llorar. No debía ser yo muy mayor, apenas una adolescente, y estaba leyendo un libro en el que se narraban los acontecimientos que un par de periodistas se veían obligados a sufrir en uno de esos países donde las dictaduras militares acabaron con millares de personas, por el simple hecho de pensar distinto. Después de descubrir una fosa común, se vieron obligados a abandonar el país. El relato de cómo se despedían de su familia, como guardaban un puñado de tierra de su tierra para que les acompañase en el forzado exilio, coincidió con la puesta de sol en la playa donde yo leía. No pude evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas. Fue la primera vez. Después ha habido otras. Y no sólo he llorado, también he reído, me he enfadado y he discutido con los personajes de algunos libros, señal inequívoca, para mi, de que el libro es bueno, porque me transmite lo que quiere transmitir. Y con eso me basta.
La otra noche tuve otra experiencia con el mar. Lo veía desde el balcón de la habitación donde iba a dormir. La luna llena lo iluminaba y él chocaba una y otra vez contra la playa, con un ruido hermoso y alto. "¡Qué bonito!", pensé. Entonces quise contárselo a alguien, poniéndole un mensaje al móvil y descubrí que no se me ocurría a quién. "Bien", me dije, "te has curado". Pero no me produjo alegría, fue una sensación agridulce. He salido de una enfermedad, pero no sé durante cuánto tiempo me durarán las secuelas del descreimiento, la ironía y el sarcasmo hacía el amor. Espero que no mucho. Me dormí pensando que tenía que contarlo aquí. Ya está.

martes, 8 de julio de 2003

Ayer me llamó una amiga. Mi amiga tiene un problema, le sucede algo que no puede entender y buscaba explicaciones en mi. No se las pude dar, así que le di consuelo. Mi amiga, sin proponérselo, causa un extraño efecto entre algunos hombres: se convierte en absolutamente irresistible, despierta sus pasiones y desata los torbellinos de su lujuria. Todo esto no estaría mal, si no fuera porque algunos de esos hombres no lo son. Mi amiga, como yo, tiene un principio que respeta a rajatabla. "Los hombres de mis amigas no son hombres, son los hombres de mis amigas". Simple. Claro. Y efectivo.
Yo no he sabido nunca lo que se siente en esos casos, por eso me limité a escucharla y confirmarla en su idea: cuesta tanto tener una amiga, una buena amiga, que por nada del mundo se pone esa amistad en juego, y menos por algo tan fútil y etéreo como el deseo de un hombre. Ánimo, amiga, conseguirás sortear las trampas.

lunes, 7 de julio de 2003

I
"Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido."

Pablo Neruda

El otro día su sonrisa se apareció ante mi. Abierta, completa, radiante, ingenua, hermosa. Por un momento tuve la certeza de que estaba allí... pero no. Ya no está y es mejor así, aunque, a veces, su sonrisa se me muestre en la oscuridad e ilumine la noche.

II
Histérico, ca. (Del lat. hysterĭcus, y este del gr. eστερικoς, relativo a la matriz).
1. adj. Propio de la histeria.
2. adj. Afectado de histeria. U. t. c. s.
3. adj. coloq. Muy nervioso o alterado.
4. adj. desus. Perteneciente o relativo al útero.
5. m. desus. histeria.

Real Academia de la Lengua

El otro día estuve con RL. Es un tipo curioso. No diré que le conozco a fondo, porque de evitar eso se ocupa muy bien él. Conoce el valor de refrán "el roce hace el cariño", así que no se roza.
Se salva del compromiso, de la dedicación y del detalle. Sin embargo, se empeña en calificar como "amor" sus escarceos breves y húmedos.
Hace algo más de un año me quitaba el sueño. Entonces, él me decía que era una histérica. Hoy es sólo un amigo con derecho a roce.... pero poco, no vaya a ser que nazca el cariño.

III
Los dos tomamos solo cocacola. Resulta que el alcohol nos vuelve cariñosos y nos lleva a cruzar la barrera invisible que parece que hemos trazado entre nosostros. Casi no nos tocamos. Hablamos mucho de él, de su trabajo, de mí, del mio. Nos despedimos con timidez. Desde entonces, mensajes breves.
La próxima vez que quede con él tomaremos copas. Me lo paso mucho mejor con él cuando bebemos copas. Y él conmigo, presiento.

miércoles, 25 de junio de 2003

Y, alias B, ha vuelto. Ayer tomamos café y me escuchó toda la historia, animándome y riendo conmigo. Hoy ha vuelto a hacerlo. La he echado tanto de menos. Bienvenida, cielo.

lunes, 23 de junio de 2003

Él es muy alto y delgado. Da abrazos dulces, como de papá oso. Cuando separa su boca de la mía, me aparta el pelo de la cara, me acaricia y vuelve a besarme despacio, dulce, hermoso. Salimos a las calles mojadas por el rocío, donde empieza a clarear y paseamos cogidos de la mano. De vez en cuando se detiene, me mira, me sonríe y vuelve a besarme. Me gusta. Me siento bien.
Hay el suficiente alcohol en nuestras venas para desinhibirnos y sentirnos cómodos en la trasgresión. Porque él y yo somos amigos, buenos amigos.
Al día siguiente, basta con mirarnos despacio a los ojos para saber que la magia ha desaparecido. Que la realidad se impone. Que, efectivamente, él y yo somos amigos.
La esperanza es que, tal vez, algún día, pronto, vuelva a producirse el milagro, de nuevo, por un rato. Tal vez, incluso, para siempre, ¿por qué no?.

viernes, 20 de junio de 2003

Hoy sigo indignada. El gobierno, el de siempre, el de últimamente, quiere que en la Constitución europea se recoja una referencia expresa al cristianismo. No he leído a fondo la propuesta de mi país -eso es lo malo, que las propuestas de ese gobierno que nos gobierna se hacen en mi nombre, como otras cosas que no me gustan, pero esa es la grandeza/tragedia de las democracias-, pero me temo lo peor.
Es indudable que desconcer el "hecho religioso" -nueva asignatura de bachillerato que puntuará como las matemáticas y la lengua- es desconocer la historia propia. Y es indudable, igualmente, que ese hecho religioso, por estos lares, es el cristianismo, o mejor, el catolicismo. Mucho de lo que somos se explica de ese modo: la historia, la literatura, el arte y muchas maravillas más creadas por la mente del hombre. Pero también la mente humana ha creado monstruos y lo ha hecho en nombre de esa religión. Y lo sigue haciendo, que es lo peor.
Cierto que el pecado de la intolerancia, el ostracismo, la tortura y el integrismo no es privativo del crisitanismo. Pero alguien tiene que romper la baraja y decir basta ya. Y por lo que veo, esta vez tampoco mi país va a abanderar esta lucha.

jueves, 19 de junio de 2003

He intentado mantenerme al margen de la tormenta política generada por estos lares. No porque me parezca un problema menor, sino porque he llegado a sentirme tan asqueada con estos temas que, simplemente, he querido obviarlos, pasar por encima, sobrevolarlos.
Pero hoy he escuchado en la radio el lamento de un locutor que se quejaba de eso, de la falta de compromiso. Decía este señor que era una pena que "la opinión pública", como elemento movilizador de la sociedad hace apenas unos meses, estuviese ahora callada. Y tiene razón.
Nos vendieron hace poco una guerra con el argumento de que había armas de destrucción masiva. Lo que no queda claro, después de semanas, es quién las tiene, quién las usó de verdad. Cuando se pregunta al gobierno, alega que no interesa a nadie.
Hace unos meses, un barco de muerte nos mandó su veneno a toneldas. El mismo gobierno dice que hoy está solucionado el problema; al fin y al cabo, sólo suelta una tonelada de fuel al día, minucias.
Ahora, ante la corrupción de dos señores paniaguados de la política, hablan de nuevas elecciones, para que los ciudadanos manifiesten su opinión.
Señores, los ciudadanos ya nos manifestamos. En las urnas, como pedían algunos, el 25-M. En las calles, como a mí me gusta más, durante meses.
Y ustedes, señores del gobierno, de todos los gobiernos, se chotean de nosotros.
Como diría un caribeño, váyanse p'al carajo!!!.
Pero no dejemos que hagan su santa voluntad, que no es santa y no es la nuestra.
Firmado: Gwendolin, subversiva e indignada.

martes, 17 de junio de 2003

Cuando estoy alegre, cuando me pasa algo bonito, cuando estoy en un lugar hermoso; tambien cuando estoy triste, o me siento mal, o he tenido un mal día, o he fracasado en algo, en todas esas circunstancias, siempre sé a quién me gustaría tener a mi lado. Unas veces es a mi madre (¡donde se ponga una madre!), a veces un amigo/a, y, cuando estoy enamorada, sé que quiero estar en ese momento con él. Con el él de turno.
Él ha fracasado, al menos aparentemente. Y no ha acudido a mi. No me ha llamado inmediatamente, ni a los dos días, ni a la semana. En realidad, me he enterado de su fracaso por otros.
Eso no tiene más que un significado: no soy nadie para él. Una simple conocida, absolutamente prescindible. He recibido mil millones de señales en ese sentido, pero él siempre las ha ocultado con sus palabras. Y yo, dispuesta a oir siempre lo que me decía, más que a ver lo que ha ido haciendo, me he agarrado a las palabras. Ya lo dice mi abuela y el refranero, sabios ambos: obras son amores y no buenas razones.
El amor y la amistad son siempre cosa de dos. Y entiendo que él no quiera jugar, pero ¿por qué, entonces, habla como habla?.

lunes, 16 de junio de 2003

I
Hoy he recibido un correo electrónico en el que se adjetiva esta manía de los blogs como algo parecido a un "marujeo". Se me acusaba, o al menos así lo he sentido yo, de hacer algo similar a lo que ocurre en esos programas de televisión donde la gente va y cuenta sus vergüenzas. ¿Será esto así?. No lo creo. Nada de lo que aquí cuento es vergonzoso, ni tan íntimo, ni tan real -¿es, de verdad, real lo que pasa en los reality shows?- como en esos programas.
Además, siempre existe la posibilidad de no venir a mi encuentro. Como existe la posibilidad de no encender la televisión -¿existe esa posiblidad?-.

II
Me he pasado el fin de semana leyendo un libro y oyendo música. Con la ventana abierta de mi balcón, entrado una brisita fresca que movía las cortinas, sentada en mi sillón, con los pies sobre el sofá. No puedo decir que haya sido alta literatura. La música ha sido variada: flamenco, son cubano, un poquito de Mastretta, música brasileña. Y yo me he sentido feliz.

III
Me gusta tanto bailar. Pocas sensaciones me parecen tan placenteras como encontrar con mi pareja de baile el ritmo perfecto. Esa sensación de ser llevada entre unos brazos. Esa perfecta conjunción entre él y yo y la música. Y la tranquilidad y el relajo que produce saber que puedes abandonarte en esos brazos, porque ni tú ni él vais a perder el compás.

viernes, 13 de junio de 2003


Ayer hablaba con mi amiga M de lo gratificante y terapéutico que resulta escribir para desconocidos. Te descarga de lo pesado que sobrellevas y lo haces público. Pero, a diferencia de lo que significa apabullar a los amigos con tus penas, tienes la tranquilidad de que sólo les molestarás si ellos quieren. Tus cuitas, cargas y gravámenes quedan ahí y ellos pueden compartirlas contigo con un simple click del ratón.... o no.
Así que cuando sufras -y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.

Copiado y pegado del blog de mi amigo Bob y dedicado especialmente para él, cobarde e ingrato.

jueves, 12 de junio de 2003

Ayer comí con mi amigo S. La ceremonia se repite cada año. Él viene a mi despacho, hacemos la declaración de la renta y luego me invita a comer... y a beber. Conozco a S desde hace muchos años. Nuestra relación es de las más bonitas. He pasado por sus noviazgos, sus problemas laborales, su matrimonio, sus hijos, su separación, sus hijos, de nuevo, sus hijos, siempre. Es el hombre con más instinto maternal que conozco.
S y yo hablamos de todo, de su vida, de la mia. Y acompañamos la charla con buenas viandas y mejores caldos.
Luego, como a mi el alcohol me desinhibe, me pongo a llamar a mis comodines. Ayer respondieron todos. Un simple sms y todos acudieron. Llamó J, que me prometió buscarme en el sur; llamó P, que insiste e insiste, a pesar de que siempre le digo que no; llamó RL, que se ofreció para acompañarme a Granada un fin de semana; e incluso llamó H, del que no sabía nada hacía meses, que hace un año estaba seguro de que yo era la mujer de su vida, convicción que sólo le duró tres días (afortunadamente, yo me dí cuenta antes de que no era mi hombre), y que me anunció su visita a Madrid para reverdecer recuerdos.
Mucha llamada, sí, pero yo acabé en casa, sola, viendo Crónicas Marcianas.

miércoles, 11 de junio de 2003

Tengo un cerro de papeles encima de mi escritorio. Papeles escritos por distintas personas, pero que dicen lo mismo, una y otra vez. La tarea me aburre soberanamente, pero es imprescindible. Las primeras veces tenía la pesada sensación de que mi rotulador rojo decidía sobre la vida de los autores. Hoy, todo se relativiza y apenas pienso en las consecuencias. Hoy he aprendido que lo escrito no significa lo mismo para todos los que han escrito. Algunos, los de verdad, sí que se la juegan en esos papeles, pero se nota que lo saben y por eso mi rotulador rojo apenas hace señales. Los demás juegan al juego de escribir y rellenar papeles. Y contra ellos la venganza será terrible: mi rotulador rojo teñirá lo escrito por ellos.
"No seas mala con los chicos". Yo nunca soy mala. ¿Justa? Lo intento. Tal vez lo consiga alguna vez.
Voy a la tarea. Alea iacta est.

martes, 10 de junio de 2003

Es tan egoista que ni siquiera deja que le ayuden. No entiende que también hay necesidad de dar. Porque él es un egoista que sólo piensa en recibir. Y sólo cuando él está dispuesto a recibir, lo que es el colmo del egoismo.
Me echará de menos y yo no estaré allí cuando lo necesite. Porque yo necesito dar, continuamente, y hay mucha gente que me necesita, que me pide que le dé, que me hace feliz dejando que yo le dé lo que tengo.
"La gente te quiere por lo que eres, no por lo que das". Pero ¿qué pasa si tu "ser como eres" lleva implícita una insondable, inconmensurable, necesidad de dar?

lunes, 9 de junio de 2003

Ganamos. Bueno, en sentido estricto, ha ganado mi amiga Y, alias B. A mí me pilla también de refilón, todo sea por darle mi apoyo incondicional en esta batalla. Pero, en el fondo, hemos ganado todos. Todos aquellos a los que se nos intenta pisotear, quemar la autoestima, agachar la cabeza. Ha ganado la dignidad... y la justicia. Y que esta última gane no es muy frecuente, así que ENHORABUENA.

martes, 3 de junio de 2003

En lo que llevamos de año -apenas cinco meses completos- treinta mujeres han muerto a manos de sus compañeros sentimentales. Es lo que se llama violencia de género o doméstica. El saldo es aterrador: seis mujeres al mes mueren porque los hombres a los que han querido han decidido utilizar el viejo aforismo de "o mía o de nadie".
No entiendo qué mecanismo mental puede llevar a nadie a decidir sobre la vida de otro; no entiendo por qué un hombre piensa que una mujer es suya y que tiene derecho a quitarle la libertad, la autoestima, la dignidad y la vida. Sí entiendo, sin embargo, que ellas no puedan abandonar a ese hombre que les hace daño. Una vez admitida la primera bofetada, el primer insulto, la batalla está perdida; cuando el hombre al que amas te repite constantemente que no vales nada acabas por creerlo; sólo un largo y profundo trabajo de concienciación, más largo y profundo que el que ha llevado a cabo el asesino, puede hacer volver a la vida a esas mujeres muertas para la vida.
El terrorismo internacional, que ha justificado guerras, merece nuestra lucha. El terrorismo doméstico, el que se produce cada día en las casas de estas mujeres merece nuestra repulsa, nuestro asco, nuestro rechazo.
No sé si nos hemos vuelto locos, pero yo hoy me siento muy asqueada, muy sucia.

domingo, 1 de junio de 2003

A diferencia de otra gente que pasa las vacaciones de semana santa -el inicio de la primavera- en la playa, yo suelo pasar esos días en un pueblo de la sierra, donde, a esas alturas del año, todavía hace fresquito. Así que mi primer contacto con el sol, de verdad, se produce en mayo, en la feria.
Durante esos días, cada vez que voy a mediodía, elijo la camiseta más pequeña, la de mayor escote y tirante más fino, recojo el pelo en una coleta o con una pinza, para que no moleste, y me lanzo a la vista del sol.
Ya han quedado atrás los días de mi juventud inconsciente en los que me embadurnaba de acelerador del bronceado. El sol ya no es lo que era -¿o seremos nosotros?- y ahora hace daño. Como soy más bien blanquita, rubita, de ojos claros y aspecto nórdico, a pesar de mis lunares, y ando ya preocupada por las "lineas de expresión" -denominación hipócrita, pero caritativa, de las arrugas de toda la vida- ahora acudo a la feria con la misma camiseta, pero cubierta de crema facial protectora, con complejo vitamínico protector anti-rides, factor 30, y loción corporal con el mismo índice anti-uva y radicales libres. El tiempo no pasa en balde para nadie.
Es curioso como antes nos echabamos cualquier cosa en la cara y en el cuerpo y ahora somos consumidoras de la más alta tecnología avanzada en cosmética.
Recuerdo que cuando yo era muy joven vendían en mi pueblo -ese de la sierra donde hace más fresquito que en la capital- unas barras de labios cuyo mayor reclamo era que no se borraban ni con una sesión de reservado. El reservado era una parte ocura de la discoteca donde las parejas, oficiales o no, iban a toquetearse. No sé si la barra de labios resistía la prueba de lo oscuro, que yo he sido muy tonta para estas cosas hasta hace bien poquito, pero era de lo más difícil de quitar y te quedaba la marca del cosmético entre las lineas de los labios durante días, a pesar de que hicieras esfuerzos inútiles para limpiarte. ¿De qué demonios estaría hecha?.
Como me decía hace unos días una conocida, uno de los signos de nuestra estabilidad económica es el hecho de que utilizamos cremas caras. Y no sólo una. Porque tenemos una para cada cuadrante de la cara y del cuerpo, el contorno de ojos, de labios, de cuello, de senos, de muslos....
Claro que el esfuerzo merece la pena. Aparecemos bellas, radiantes, naturales, seguras.... No sé si el efecto es de las cremas o de la edad; de ahí que me pregunte si tiene sentido luchar contra algo, la edad, que nos hace ser mejores y más guapas.
En fin, que yo ya me llevo el primer color tostadito para el resto del verano, con lo que luzco el aspecto sano que nos da a todos y todas el color natural del sol.
Ahora empezaré a usar cremitas para mantenerlo más tiempo. ¡Qué libre me siento!.

viernes, 30 de mayo de 2003

Ayer un señor al que acababa de conocer en la marabunta de la feria me dijo que tengo cara de buena persona. Es un efecto habitual que causo en la gente. Les caigo bien a primera vista, generalmente. A mi me encanta eso, debo confesarlo, aunque a veces no lo entiendo. Sé que cuando despliego mi sonrisa las barreras de mis interlocutores caen. A veces pienso que con ese poder que tengo entre los labios podría dedicarme a timar al personal, sacarles los cuartos, vivir del cuento, estafar y mentir. Sin embargo, debo confesar que cuando sonrío, la alegria me sale del corazón, que mis sonrisas son, la mayoría de las veces, tan verdad que me resultaría imposible hacer daño a nadie con ellas, al menos conscientemente. Esa convicción es la que me permite no perder el sueño por las noches. Cuando me meto en la cama, hago recuento y, con mi conciencia tranquila, cierro los ojos. A lo mejor es que ese señor tenía razón y soy buena persona. Me alegro por mi.
No sé si debería habérselo dicho. A veces, mi sinceridad me sorprende a mi misma. A veces tengo la sensación de que irrumpo como un elefante en una cacharrería. Lo que pasa es que prefiero eso a quedarme con el gusano en el estómago; a veces no mido las consecuencias. Ya veremos dónde acaba lo de hoy. Porque acabar acabará, seguro. Ay, si es que soy muy sagitario.

sábado, 24 de mayo de 2003

Me asomé a la calle, amplia, llena de gente. A mi izquierda, la portada, simulando el escudo de la ciudad. Allí estaba el puente, la torre de la catedral, que esconde en su interior el minarete árabe, y la noria. Frente a mi el río, sólo iluminado por el reflejo de la luna. A la derecha, el puente romano, la mezquita, el Arco del Triunfo, todo iluminado como por llamas de fuego.
A las doce en punto, la portada se encendió, y con ella, miles de bombillas en todo el Real; el puente, cuajado de gente, se encendió igualmente. Una exclamación recorrió a la muchedumbre. Asombro y orgullo a partes iguales. La noria comenzó a girar, moviendo el agua de un rio de mentira que esconde en su interior.
Y entonces empezó el espectáculo de fuegos artificiales que iluminó un río manso y sereno, en su camino hacia el mar. Después de miles de luces, de fuentes de colores, de flores de fuego en el cielo de esa noche magnífica de mayo, entramos todos en tropel, a tomar posesión de la feria.
Es difícil encontrar a alguien con quien hayas quedado previamente, pero es fácil toparte con gente que no ves hace mucho. "La feria es mágica" decía un amigo mio. Y así es, porque la gente se ve y se saluda, se abraza y se ríe, comparte una copa de vino y baila. En una fiesta así una es capaz de creer, incluso, que no hay gente mala. Tal vez por eso me gusta tanto la feria. Porque su magia hace que por unas horas te olvides de lo malo.
Feliz feria. Feliz Córdoba que la haces tan bella y tan abierta.

miércoles, 21 de mayo de 2003

J es joven. Habla mucho, ríe mucho, se divierte mucho. J me manda mensajes al móvil y no sé si los escribe así porque utiliza el lenguaje de los jóvenes para abreviar y decir mucho en 160 caracteres, o porque escribe con faltas de ortografía. Me temo que un poco de cada. J siempre quiere llevarme a lo oscuro, en su coche, en su casa; siempre quiere tocarme y me hace el amor con fuerza, con la fuerza de sus pocos años.
R es mayor. Sus silencios, largos, densos, me desasosiegan. R escribe poco, pero cuando lo hace, igual que cuando habla, cuida mucho el lenguaje. En los mensajes al móvil, por ejemplo, incluye todos los acentos, hasta los que no permite el texto. Cuando habla, R trata de ser preciso, tal vez porque el español no es su lengua madre. No sé si R quiere estar conmigo en lo oscuro. Él se limita a mirarme, a recorrerme con la mirada, unas veces frente a mi; otras detrás, cuando se queda algo rezagado, para ver mi espalda. R tiene miedo a lo nuevo, al riesgo. J no; J es arrojado e impetuoso.
Tal vez J y R no sean tan distintos. Tal vez uno sea el antes y otro el después. Tal vez J lo vea todo por delante y R tenga miedo a no tener tiempo a recuperarse si la aventura termina en derrota.
Yo amo a R todavía y ver cómo me mira me produce una ternura que no despierta J. A pesar de que sus manos sólo me han tocado profesionalmente, me gustan más que las de J.
Ni J ni R caben en mi vida, al fin y al cabo.

martes, 20 de mayo de 2003

El Sur
Yo soy del sur. O, casi mejor, soy sur. Ser del sur, o mejor, ser sur imprime un carácter especial, una forma de ver la vida distinta y sugerente. La contemplación de los hechos cotidianos tiene otro color, se hace de otro modo. Definitivamente, yo soy sur. Y me siento cómoda no sólo en mi sur, sino en todos los sures donde he estado.
Ayer tuve una muestra de ello. El termómetro junto a la estación de trenes marcaba 40 grados y eran las 7 de la tarde. Yo me dirigía al rio -el sur del sur-. Allí hacía un calor pesado, sofocante, plomizo. Y mientras el sudor perlaba mi frente, mi labio superior, mis brazos, mi vientre, mis muslos, noté como la vida se me iba colando por los poros de todo mi cuerpo. Me volvía a sentir llena de energia, de fuerza. La piezas de ese tetris que es mi vida, que se descolocan cada cierto tiempo, que caen en desorden, se ubicaron perfectamente, cuadraron por fin y volví a sentirme bien, plena, llena, auténtica. Bienaventurados los que me han conocido sur, porque han conocido a la verdadera.

Él y la verdad
Él quiere que la conozca y que aclare la verdad. Él debe haber perdido el juicio. Por supuesto, me he negado en redondo. Jamás. No sólo porque ella sería la enemiga de esa batalla inexistente, que nunca se inició, sino porque ella no puede conocer la verdad, mi verdad.
La verdad, que es un concepto único y monolítico cuando se escribe en mayúsculas, tiene muchas caras cuando se abrevia. Tantas como seres la conocen. "Somos sólo amigos y no ha pasado nada entre nosotros". Esa es la verdad de él y supongo que la que quiere para ella, pero no es mi verdad, no. Y nunca reconoceré mi verdad ante ella. "Le quiero, pero tú has ganado. No ha pasado nada porque él no ha querido". ¿Reconocer la derrota?. Nunca. Todavía un subcampeonato...

lunes, 19 de mayo de 2003

Este blog es un regalo de mi amigo. Es bueno tener amigos. Su sola existencia justifica la nuestra. Y nos obliga a ser mejores, a merecerles siempre. Espero estar a la altura de mis amigos. Siempre.
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