viernes, 31 de octubre de 2003

Ya sabía yo que había algo cabalístico en el treinta y uno, en el fin de mes.
He comido con un buen amigo, hemos reído, hemos paseado juntos por el jardín botánico del campus.
Pero lo mejor es que, antes de todo eso, he recibido el beso y el abrazo más bonito del mundo, el que más necesitaba, el que lo arregla todo.
Me dan ganas de terminar en este momento el día, no vaya a ser que se estropee. Aunque no creo que nada pueda estropear una reconciliación como esta.

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