jueves, 3 de junio de 2004



Hace diez años doblé una esquina y me encontré con el espectáculo de luz que es la feria y lloré. Lo hice porque era hermoso, bello, y porque el responsable de aquel derroche era el hombre que ocupaba mi corazón hasta rebosar en aquel momento.
El año pasado, con mis torpes palabras, intenté describirlo, pero apenas lo logré,lo sé.
El otro día la magia volvió a producirse. Cruzaba yo el puente romano, antiguo, recio, fuerte, y al fondo vi la imagen iluminada de la Mezquita. Llovía y él me llevaba de la mano, camino de su buhardilla, bendito lugar donde somos más nosotros que en ningún otro sitio del planeta, y no pude evitar llorar, mirar el río bajo mis pies, dejar que el agua mojase mi cara y llorar.
¿Qué tiene esa ciudad que me da tanta vida?. ¿Cómo se puede querer tanto un sitio?

3 comentarios:

Alvaro Roman dijo...

Quien eres?

Rosa dijo...

Gwendolin, claro!

Alvaro Roman dijo...

Bueno, eso claro esta, ya lo se...

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