viernes, 3 de septiembre de 2004

Ayer, cuando me desperté y encendí el móvil, el pitido del mensaje me anunció su llamada perdida en la madrugada. Sonreí. Como en los viejos tiempos. Cómo me enganché a su sonrisa, a sus palabras, a sus gestos, a su cariño. Cómo me desazonaba pensar que no me deseaba, que no le resultaba atractiva.
Hoy, que el deseo de la carne ha desaparecido, que sólo queda el inmenso cariño, la complicidad de habernos tocado, el conocimiento de las claves que sólo él y yo entendemos, todo ha vuelto a su cauce. Nunca debió ser de otra manera. O tal vez sí, tal vez fue necesario para llegar aquí. "Habibi, me encantó encontrarme tu llamada esta mañana. Besos. Warda".

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