domingo, 10 de octubre de 2004

"Te regalo mi camiseta; así, cada vez que te la pongas, te acordarás de mi". Ya he hablado de P aquí. Cuando le conocí no le vi. Yo estaba a otra cosa. Luego, a fuerza de insistencia, la suya, adquirió perfiles propios. Hoy es un amigo insustituible.
Acabamos de pasar unos días juntos, rodeados de gente, trabajando codo con codo, cansados. Pese a ello, siempre encontraba un momento para la caricia, la sonrisa, un beso clandestino y rápido. Con la excusa de las madrugadas frías, me arrebujaba en sus brazos. Él me acariciaba, enredando sus dedos en mi pelo. No ha pasado nada más. Yo no he querido. Él argumenta que los amigos lo comparten todo. Yo no lo creo. Pero, cada mañana, al levantarme, me pongo su camiseta y camino por la casa con ella pegada al cuerpo. A veces, el contacto del algodón negro me recuerda al calor de esas madrugadas frías de finales de septiembre. Nostálgica. Tal vez sea porque el otoño se ha instalado en la ciudad y siento frío. Su camiseta y sus mensajes me dan calorcito. Y ahorro en calefacción.

No hay comentarios:

free web counter