martes, 22 de febrero de 2005

Lo llaman gestión, pero no es sólo eso. Es política, pequeña, discreta, casera, pero política. Por eso, oír como algunos entienden que en ese ejercicio hay que aplicar el "igualitarismo cartesiano y radical" da miedo. Porque ni tan siquiera dos situaciones iguales en lo que se ve tienen el mismo origen y los mismos presupuestos, y quien hace política, anque sea pequeña, modesta, casera, debería tenerlo en cuenta. Eso significa, a mi modo de ver, hacer política. Estrujar, más o menos, la norma, buscando los resquicios que ésta, a posta, deja abiertos para adecuarla al caso concreto, discriminando. Y se discrimina hacia donde te lleva la ideología. Política. Lo peor, lo que más asusta es que sabes que, en lo profundo, la aplicación de ese igualitarismo atroz sólo esconde un miedo tremendo a tomar una decisión, sin darse cuenta de que hacer política es exactamente eso, tomar decisiones y asumir su coste, aunque sea para equivocarse. Va implícito en el cargo.

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