jueves, 17 de febrero de 2005

Ya se lo había pedido antes. Enseñándole la llave del apartamento de su amigo, le había insinuado lo que quería. Ella se había hecho la digna, la dura, intentando esconder un cierto temor para que él no lo notara. Pero aquella noche había decidido dar el paso. Y se lo dijo a él al oído, mientras tomaban una copa en el bar de siempre, junto a los amigos de siempre. "No tenemos sitio, tiene que ser en el coche". Ella sonrió mientras asentía azorada, un poco temerosa, un poco asustada. Él inició el trayecto y ella le siguió en su coche. Trataba de darle la importancia y trascendencia que le había inculcado a lo que iba a suceder en breves minutos, pero no podía. Era plenamente consciente de que no iba a ser nada espectacular ni importante; curiosamente, estaba muy tranquila. Llegaron a la explanada donde ya había otros coches, aquél rincon desde el que tenían unas vistas increibles de la ciudad de noche. Efectivamente, no fue nada del otro mundo, no marcó ni un antes ni un después, no supuso un hito en su vida, no fue definitivo. En realidad, cada año se acuerda de la fecha porque su magnífica memoria lo hace coincidir con otro acontecimiento familiar. Nada más. Este año, otra vez se acordará y sonreirá, porque, en definitiva, el tiempo lo ha convertido en un recuerdo entrañable y tierno.

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