lunes, 14 de marzo de 2005

Esta vez quiso quedar conmigo para presentarme a su chica, esa de la que siempre dijo que era la mujer de su vida. Años después -avatares, tiempo, otros amores- han vuelto juntos. Ojalá les vaya bien, a pesar de que no pude evitar cierto desconsuelo, que se me fue pasando con las horas, mientras la conocía mejor y comprendía, de nuevo, como siempre, que él es mi amigo, uno de los mejores, tal vez, el mejor. Nada más, nada menos. Necesité un abrazo, necesité un lugar cálido donde reponerme de la confusión, de la conmoción que siempre me produce, pero no encontré el hueco. Al final, me abrazó él, mientras se felicitaba por tenerme como amiga, y, de nuevo tuve que rendirme a la evidencia de que eso que él y yo tenemos es demasiado valioso para ponerlo en juego por algo tan fútil como un capricho mal entendido. Como siempre.

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