jueves, 10 de marzo de 2005

Pasajes de la Biblia
I. LLegamos al foro, abarrotado de gente y aparece el Gran Jefe, amparado en su barba blanca, con esa imagen de Moisés, y todos nos aprestamos a seguirle, como el pueblo judio, unos con más dignidad y galmour que otros, pero todos detrás. Esperamos y aparece el maná, blanco, con la imagen de una SAR, borbona y fea, nos deja su sonrisa-mohín torcido y desparece como una blanca paloma sobre tacones de vértigo -cómo han cambiado estas chicas-. Sólo algunos privilegiados han accedido al sanedrín. El pueblo de Moisés ha seguido el momento mágico detrás de un cordón de seguridad invisible formado por señoritas con uniforme minifaldero. Finalizado el acto transfigurador, Moisés agradece a su pueblo la asistencia, la comitiva, la compañía y la conversa. A todos, menos a esas dos, que se encuentran en el limbo, en la indefinición, en el "ni contigo ni sin ti". Para esas, se reserva el apelativo cómico, cariñoso, guasón de "zipi y zape". Y Moisés se convierte en Don Pantuflo.
II. "Tenemos un problema", le dice uno de los sumos sacerdotes a otro en presencia de Moisés y de una servidora. "Han llamado para intentar localizar a una de nuestras alumnas; escribió una carta al periódico y le han dado un premio". "¿Y cuál es el problema?. "El premio, en esencia, me lo han dado a mi". "¿Aceptáis sugerencias?, decid que no se le concedió la séptima convocatoria y se ha ido a una Universidad privada...y que la busquen allí". Moisés me mira raro. Glubs!!!!.
III. Moisés está dispuesto a recibirnos. Buscará un segundo de su tiempo, mientras prepara las Tablas de la ley, para escucharnos. ¿Escucharnos?. Qué va. Quiere vernos, a una más que a otra, parece. ¿Qué ocurriría si de pronto se viese obligado a ver a una y no a la otra, porque a la otra se le ocurre no ir?. Tal vez merezca la pena probarlo.

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