I. La rutina, la monotonía. Apenas acabo de conseguirla y me da pena pensar que debo abandonarla para instalarme en otra. Ahora es fácil. Me levanto, desayuno, salgo a hacer los recados necesarios y me pongo a trabajar; vuelvo a casa, comida, una pequeña siesta y más trabajo. Luego un paseo de una hora por los alrededores del pueblo, cena frugal-frutal y me siento en la puerta de la calle, como siempre, a tomar el fresco y ver a la gente pasar, mientras charlo con mi madre y con mi abuela. Y otro día, y otro.
II. Ayer, Pepito Grillo se subió a mi hombro izquierdo y, junto a mi oído, me susurró lo que yo ya sé. Igual sirve. Aceptar retos lanzados por este pequeño grillo puede ser una buena mecánica para hacerme reaccionar. Otra cosa que agradecerle.
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