jueves, 24 de noviembre de 2005

Hace meses, mientras me sumergía en aquella piscina caliente de agua salina y dejaba que me rodeasen las burbujas, decidí que no me iba a afectar nada que tuviese que ver con ese trabajo. Decidí que lo haría con la mayor eficacia posible, porque soy así y porque mis compromisos y lealtades me impiden hacer otra cosa. Cada día un granito de decepciones va llenando el recipiente, pero no lo siento, no me preocupa. Hace meses decidí asumir que esta es una etapa más que hay que cumplir y que cuando acabe una se va a su casa sin más. Lo único que hay que perseguir es llevar la cabeza en alto, la conciencia tranquila, los principios intactos, limpios. Por eso me tomo a risa algunos enfados y cabreos, algunas decepciones. Igual no me entienden, pero es bien fácil: hace meses que decidí ser eficiente y asumir que hay cosas que no se cambian, porque ni se puede ni se quiere. Y da tranquilidad, de verdad.

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