domingo, 18 de diciembre de 2005

¿Cuántas buenas personas hacen falta para que su bondad se haga notar tanto que podamos decir que vivimos en un mundo noble? ¿Es, quizás, que el gen de la maldad es tan fuerte que hace recesivo al de la bondad?.
Digo esto porque hoy, en el taxi que me llevaba al hospital a ver a mi tia, practicamente muerta cerebralmente, la taxista criticaba la deshumanización de nuestra sociedad, el consumismo, la falta de ética y el egoismo reinantes, causante de nuestros males más profundos. Al llegar a esa sala donde los familiares esperan para ver durante diez minutos a sus parientes en la UCI, mientras su hija y su hermana entraban a ver a mi tía, la conversación ha sido la misma.
Pensaba yo, miemtras hablabamos, que yo no soy mala persona y la taxista tampoco. Mis tías y primas son buenas personas, cariñosas, cabales, con sus defectos, claro, pero cabales. Mis amigos son buena gente, no hacen daño así sin más, estoy rodeada de buenas personas, o, cuanto menos, de personas que intentan sobrevivir sin hacer daño a los demás. Pero se ve que no es suficiente.

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