viernes, 31 de marzo de 2006

A veces cansa tener que entrar en la habitación dejando en la puerta cualquier tipo de sentimiento, despojándote de las ganas de recibir una caricia, un abrazo, dejándote las ganas de dejarte llevar, de sentir con el corazón. Después recoges tus cosas, sales a la calle y dejas entre esas cuatro paredes el fragor de la batalla y vuelves a tu vida intentando no recordar tampoco lo que allí pasó. Por eso la vida se te va volviendo vacía, porque guardas los recuerdos en armarios distintos, incomunicados.
Lo que pasa es que llevo tanto tiempo haciéndolo que ya no sé si sabría hacer otra cosa. No recuerdo la última vez que me sentí correspondida en cuerpo y alma. Creo recordar que una se siente en un estado de semiinconsciencia que la lleva a decir y hacer tonterías y verlo todo color de rosa. Me parece que en aquellas fechas yo me sentía fuerte y poderosa, capaz de cualquier cosa. No estoy muy segura, pero quizás en aquellos días fue cuando me sentí más guapa que nunca.
Quizás por eso, cuando la otra noche la propuesta del encuentro fue acompañada de sus caricias, de sus abrazos, de sus mimos, de su mirada tierna mientras me acariciaba el pelo y me decía que no temiera, que llorara, que me desahogara, el desconcierto fue mayúsculo, porque los cachibaches de un armario bailaban junto a los del otro. Y ahora debo recolocarlos, separarlos volver a la realidad, a la, a veces, vacía y cansada realidad.

No hay comentarios:

free web counter