miércoles, 23 de agosto de 2006

Me gusta, en estos días tórridos de verano, cercanos al otoño ya, al anochecer, cuando salgo a pasear por los alrededores de mi pueblo, me gusta, digo, que flote en el aire el olor duzón de la higuera. Aspera, basta y ordinaria suda ese aroma a sus frutos que, caidos a su alrededor, son alimento de pájaros. Me gusta la fuerza de sus tallos, la leche que derraman cuando se les arranca el higo. Sí, definitivamente, me gusta. Y de este año no pasa que la tenga yo en mi patio para solaz de mi nariz en las tardes madrileñas.

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