martes, 26 de febrero de 2008

Cerca de la boca de metro hay un puesto de la ONCE. Allí esta mañana, un señor rascaba freneticamente un boleto, esperando, supongo, la llamada de la suerte. He tenido la tentación de pararme, para ver qué ocurría, para ver si el señor se hacía millonario, aunque fuese en pesetas en desuso. Me ha dado cierto pudor hacerlo, así que he confiado en que, si se producía el milagro, la suerte, oiría el grito de júbilo del señor. Luego he pensado que no me iba a enterar de nada. Si se producía el milagro-suerte, probablemente, el señor miraría a ambos lados, mordiéndose la lengua, disimularía y se iría a casa, a pegar gritos allí, en la intimidad del hogar. La suerte, esa suerte, no suele compartirse.

No hay comentarios:

free web counter