domingo, 24 de febrero de 2008

Las tardes del sábado son largas y soporíferas. Si a ello se añade la corrección de exámenes, la cosa empieza a ponerse realmente fea. Por eso me suelo ir pronto a la cama. Dormir para no-vivir. Después de no haber hablado durante toda la semana, M volvió a aparecer. No está bien, aunque él crea lo contrario firmemente. Hace gala de un melancólico "sentimiento trágico de la vida", que le lleva a afirmar que su vida se limita a sus cuatro paredes, esas que ha levantado a su alrededor para que ni el mínimo detalle se le escape. Es normal, es humano. A veces, pienso que ha sido una lástima no haberme enamorado perdidamente de él. Tal vez yo le habría ayudado, en ese caso, a derribar muros y dejar que entrase el aire fresco. Otras veces pienso que fue una suerte no enamorarme. Así ha sido lógico y fácil salir de ese torbellino al que me iba viendo empujada, como ese ciclón que te coge en la base y te traga y no te deja respirar.... Lo que no sé es, una vez que he logrado salir disparada del mismo, a qué lugar he llegado. Me gustaría que no fuese el mismo donde me atrapó.

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