domingo, 15 de febrero de 2009

Hoy, mientras me duchaba, he pensado en mi abuelo Manuel. Hombre recio, serio, silencioso, que inspiraba respeto y miedo a sus hijos, al que no tuvimos tiempo de conocer bien sus nietos. Mi abuelo era de izquierdas, pero tuvo miedo de hablar de su vida y de su historia, seguramente porque había algún episodio vergonzoso en el que puso por delante salvar su culo antes que mantener sus ideas, sin darse cuenta de que el instinto de superviviencia de una chaval de 18 años lo hubiera justificado.
Tengo pocos recuerdos individuales de mi abuelo. No se dedicó a enseñarme nada cuando tuvo que ejercer de abuelo-padre. Por eso echo de menos no haberle conocido más, no haber tenido tiempo de conocerlo más. Hace poco mi hermano repasaba las reglas que mi abuelo le dio para afeitarse (por eso me he acordado en la ducha, cuando repasaba con una cuchilla mis piernas)y me atravesó le puñal de la envidia. A mi no me enseñó nada, tal vez porque yo era una chica. Sí recuero cuando aparecía en mi habitación, mientras estudiaba la carrera. Me preguntaba qué estudiaba, cómo lo llevaba, cuántas horas llevaba sentada (me veía estudiando cuando él se levantaba y me encontraba estudiando cuando llegaba a cenar)e invariablemente salía de la habitación repitiendo la misma frase: "A ver si sacamos algo de aquí". Supongo que era su modo de sentirse orgulloso de que su nieta fuese la primera de la familia que era universitaria y, probablemente, triunfaría en la vida.
Él se fue pronto y de manera trágica y por eso yo no tuve tiempo de acercarme a él y preguntarle sobre su vida, sobre su juventud, sobre su miedo y sobre su historia.

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