martes, 20 de mayo de 2003

El Sur
Yo soy del sur. O, casi mejor, soy sur. Ser del sur, o mejor, ser sur imprime un carácter especial, una forma de ver la vida distinta y sugerente. La contemplación de los hechos cotidianos tiene otro color, se hace de otro modo. Definitivamente, yo soy sur. Y me siento cómoda no sólo en mi sur, sino en todos los sures donde he estado.
Ayer tuve una muestra de ello. El termómetro junto a la estación de trenes marcaba 40 grados y eran las 7 de la tarde. Yo me dirigía al rio -el sur del sur-. Allí hacía un calor pesado, sofocante, plomizo. Y mientras el sudor perlaba mi frente, mi labio superior, mis brazos, mi vientre, mis muslos, noté como la vida se me iba colando por los poros de todo mi cuerpo. Me volvía a sentir llena de energia, de fuerza. La piezas de ese tetris que es mi vida, que se descolocan cada cierto tiempo, que caen en desorden, se ubicaron perfectamente, cuadraron por fin y volví a sentirme bien, plena, llena, auténtica. Bienaventurados los que me han conocido sur, porque han conocido a la verdadera.

Él y la verdad
Él quiere que la conozca y que aclare la verdad. Él debe haber perdido el juicio. Por supuesto, me he negado en redondo. Jamás. No sólo porque ella sería la enemiga de esa batalla inexistente, que nunca se inició, sino porque ella no puede conocer la verdad, mi verdad.
La verdad, que es un concepto único y monolítico cuando se escribe en mayúsculas, tiene muchas caras cuando se abrevia. Tantas como seres la conocen. "Somos sólo amigos y no ha pasado nada entre nosotros". Esa es la verdad de él y supongo que la que quiere para ella, pero no es mi verdad, no. Y nunca reconoceré mi verdad ante ella. "Le quiero, pero tú has ganado. No ha pasado nada porque él no ha querido". ¿Reconocer la derrota?. Nunca. Todavía un subcampeonato...

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