martes, 3 de junio de 2003

En lo que llevamos de año -apenas cinco meses completos- treinta mujeres han muerto a manos de sus compañeros sentimentales. Es lo que se llama violencia de género o doméstica. El saldo es aterrador: seis mujeres al mes mueren porque los hombres a los que han querido han decidido utilizar el viejo aforismo de "o mía o de nadie".
No entiendo qué mecanismo mental puede llevar a nadie a decidir sobre la vida de otro; no entiendo por qué un hombre piensa que una mujer es suya y que tiene derecho a quitarle la libertad, la autoestima, la dignidad y la vida. Sí entiendo, sin embargo, que ellas no puedan abandonar a ese hombre que les hace daño. Una vez admitida la primera bofetada, el primer insulto, la batalla está perdida; cuando el hombre al que amas te repite constantemente que no vales nada acabas por creerlo; sólo un largo y profundo trabajo de concienciación, más largo y profundo que el que ha llevado a cabo el asesino, puede hacer volver a la vida a esas mujeres muertas para la vida.
El terrorismo internacional, que ha justificado guerras, merece nuestra lucha. El terrorismo doméstico, el que se produce cada día en las casas de estas mujeres merece nuestra repulsa, nuestro asco, nuestro rechazo.
No sé si nos hemos vuelto locos, pero yo hoy me siento muy asqueada, muy sucia.

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