domingo, 1 de junio de 2003

A diferencia de otra gente que pasa las vacaciones de semana santa -el inicio de la primavera- en la playa, yo suelo pasar esos días en un pueblo de la sierra, donde, a esas alturas del año, todavía hace fresquito. Así que mi primer contacto con el sol, de verdad, se produce en mayo, en la feria.
Durante esos días, cada vez que voy a mediodía, elijo la camiseta más pequeña, la de mayor escote y tirante más fino, recojo el pelo en una coleta o con una pinza, para que no moleste, y me lanzo a la vista del sol.
Ya han quedado atrás los días de mi juventud inconsciente en los que me embadurnaba de acelerador del bronceado. El sol ya no es lo que era -¿o seremos nosotros?- y ahora hace daño. Como soy más bien blanquita, rubita, de ojos claros y aspecto nórdico, a pesar de mis lunares, y ando ya preocupada por las "lineas de expresión" -denominación hipócrita, pero caritativa, de las arrugas de toda la vida- ahora acudo a la feria con la misma camiseta, pero cubierta de crema facial protectora, con complejo vitamínico protector anti-rides, factor 30, y loción corporal con el mismo índice anti-uva y radicales libres. El tiempo no pasa en balde para nadie.
Es curioso como antes nos echabamos cualquier cosa en la cara y en el cuerpo y ahora somos consumidoras de la más alta tecnología avanzada en cosmética.
Recuerdo que cuando yo era muy joven vendían en mi pueblo -ese de la sierra donde hace más fresquito que en la capital- unas barras de labios cuyo mayor reclamo era que no se borraban ni con una sesión de reservado. El reservado era una parte ocura de la discoteca donde las parejas, oficiales o no, iban a toquetearse. No sé si la barra de labios resistía la prueba de lo oscuro, que yo he sido muy tonta para estas cosas hasta hace bien poquito, pero era de lo más difícil de quitar y te quedaba la marca del cosmético entre las lineas de los labios durante días, a pesar de que hicieras esfuerzos inútiles para limpiarte. ¿De qué demonios estaría hecha?.
Como me decía hace unos días una conocida, uno de los signos de nuestra estabilidad económica es el hecho de que utilizamos cremas caras. Y no sólo una. Porque tenemos una para cada cuadrante de la cara y del cuerpo, el contorno de ojos, de labios, de cuello, de senos, de muslos....
Claro que el esfuerzo merece la pena. Aparecemos bellas, radiantes, naturales, seguras.... No sé si el efecto es de las cremas o de la edad; de ahí que me pregunte si tiene sentido luchar contra algo, la edad, que nos hace ser mejores y más guapas.
En fin, que yo ya me llevo el primer color tostadito para el resto del verano, con lo que luzco el aspecto sano que nos da a todos y todas el color natural del sol.
Ahora empezaré a usar cremitas para mantenerlo más tiempo. ¡Qué libre me siento!.

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