martes, 15 de julio de 2003

Lo mio con el mar
No soy una necesitada del mar. Soy de interior y eso debe notarse porque no siento la angustia y la nostalgia que aqueja a aquellos que no conciben su existencia sin el mar. No obstante, eso no quiere decir que no me guste. Lo que pasa es que ante el mar yo me siento chiquita. Lo miro y admiro, enorme, inmenso, vivo, y yo me siento minúscula.
Junto a esta sensación general, tengo algunos recuerdos que van unidos, indefectiblemente, al mar. Uno de ellos es el de la primera vez que un libro me hizo llorar. No debía ser yo muy mayor, apenas una adolescente, y estaba leyendo un libro en el que se narraban los acontecimientos que un par de periodistas se veían obligados a sufrir en uno de esos países donde las dictaduras militares acabaron con millares de personas, por el simple hecho de pensar distinto. Después de descubrir una fosa común, se vieron obligados a abandonar el país. El relato de cómo se despedían de su familia, como guardaban un puñado de tierra de su tierra para que les acompañase en el forzado exilio, coincidió con la puesta de sol en la playa donde yo leía. No pude evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas. Fue la primera vez. Después ha habido otras. Y no sólo he llorado, también he reído, me he enfadado y he discutido con los personajes de algunos libros, señal inequívoca, para mi, de que el libro es bueno, porque me transmite lo que quiere transmitir. Y con eso me basta.
La otra noche tuve otra experiencia con el mar. Lo veía desde el balcón de la habitación donde iba a dormir. La luna llena lo iluminaba y él chocaba una y otra vez contra la playa, con un ruido hermoso y alto. "¡Qué bonito!", pensé. Entonces quise contárselo a alguien, poniéndole un mensaje al móvil y descubrí que no se me ocurría a quién. "Bien", me dije, "te has curado". Pero no me produjo alegría, fue una sensación agridulce. He salido de una enfermedad, pero no sé durante cuánto tiempo me durarán las secuelas del descreimiento, la ironía y el sarcasmo hacía el amor. Espero que no mucho. Me dormí pensando que tenía que contarlo aquí. Ya está.

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