martes, 8 de julio de 2003

Ayer me llamó una amiga. Mi amiga tiene un problema, le sucede algo que no puede entender y buscaba explicaciones en mi. No se las pude dar, así que le di consuelo. Mi amiga, sin proponérselo, causa un extraño efecto entre algunos hombres: se convierte en absolutamente irresistible, despierta sus pasiones y desata los torbellinos de su lujuria. Todo esto no estaría mal, si no fuera porque algunos de esos hombres no lo son. Mi amiga, como yo, tiene un principio que respeta a rajatabla. "Los hombres de mis amigas no son hombres, son los hombres de mis amigas". Simple. Claro. Y efectivo.
Yo no he sabido nunca lo que se siente en esos casos, por eso me limité a escucharla y confirmarla en su idea: cuesta tanto tener una amiga, una buena amiga, que por nada del mundo se pone esa amistad en juego, y menos por algo tan fútil y etéreo como el deseo de un hombre. Ánimo, amiga, conseguirás sortear las trampas.

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