jueves, 22 de abril de 2004

Ayer me encontré a N.T.. Es un chico muy majo al que acabo de conocer por motivos laborales. Iba muy elegante, con su traje de chaqueta gris oscuro, muy oscuro, su camisa blanca y una corbata en tonos rojos muy llamativa y favorecedora. Nos saludamos con un par de besos y eso me permitió apreciar su perfume, muy agradable. Nos despedimos en segundos, él siguió su camino y yo el mío, a casa.
Durante todo el trayecto me acompañó el olor de su colonia y todavía, largo rato después, cuando ya me había desmaquillado, lavado la cara, puesto el pijama y cenado, pude rememorar, con total claridad ese olor. Se me había quedado colgado de la pituitaria o de la memoria, no sé.
Eso me hizo reflexionar sobre ese curioso y desconocido sentido del olfato. Qué misterios encierra. Sólo en contadas ocasiones una es consciente de su poder, de su capacidad para traerte a la memoria situaciones, conversaciones, imágenes. Algunos supimos de su fuerza, cómo no, leyendo a Patrick Suskind.
¿Cómo sería nuestra vida sin olfato? No puedo imaginarla sin la colección de recuerdos asociados a olores que tengo en mi cabeza.

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