lunes, 13 de septiembre de 2004

II.
Ayer me pasé parte de la mañana visitando farmacias y centros de salud, buscando la píldorita esa del día después. Evidentemente, no era para mi. Lo que yo temo el día despúes, en esas circunstancias, no se cura con la pastilla. Además, yo nunca pondría remedio a eso, si es que ocurriese.
Me acordé de esas veces que, siendo más joven, daba mi nombre y mi imagen al botecito del pis en los laboratorios de análisis, porque a mis amigas les daba pudor. A modo de esponsor, vamos.
Él me lo agradeció. Y ella parece que se avergonzó cuando él se lo contó.
En realidad, todo fue extraño. Verle con ella, reírme con ella, saber tanto de él, incluso notar sus miradas, sin poder decir nada, disimulando la enorme confianza que tenemos. "En privado no eres tan modosita", me dijo en un aparte. Ese es nuestro trato, nuestro juego. Lástima que ande ahora suspendido. Nos hemos citado para dentro de unos días. "Ya veremos cómo te saludo entonces". Ya veremos.

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