lunes, 25 de octubre de 2004

Me he desvelado. Son las 4.22 de la mañana y aquí estoy, desvelada. Con todo lo que tengo que hacer mañana. Lo sabía cuando me he metido en la cama a las 12 de la noche. Sabía que si algo me despertaba a medionoche, por poco que fuese, me iba a desvelar. La noche perfecta. Justo cuando menos falta me hace desvelarme. Mi cena de fruta me ha obligado a levantarme, como siempre. Y entonces la alarma de ese coche, impenitente, sonando una y otra vez, ha hecho el resto. Me he hartado de dar vueltas en la cama, pensando en mil cosas, dándole vueltas a todo, desde la maleta sin preparar hasta la nota sin terminar para la chica que limpia en casa. Desde su último mensaje hasta la llamada de Hatem, hoy a mediodía. Desde ese artículo que debo escribir, para el que el plazo ya se ha terminado hasta ese reglamento que debo redactar, porque también para ese el plazo era ayer. Harta de dar vueltas, he puesto la radio. Han detenido a un presunto etarra en Bilbao, hace apenas un par de horas. Bebo Valdés actúa aquí justo la semana que yo no estoy. Pero qué más da. De todos modos no habría ido a verlo. No me gusta ir sola a los sitios y, al final, me acomodaría y me conformaría con poner un disco y disfrutarlo en casa. Tal vez acompañando la música de un trago de ron; tal vez fumando un puro. Puro cubano, tú, mi acere.
Mira que sé que no debo hacerlo, que no debo pensar tanto, que de noche todo se ve peor. O tal vez más claro. Justo cuando estaba pensando que debo exigirle menos a la vida para que la vida no me decepcione tanto, cuando había llegado a la conclusión de que debía encontrar el equilibrio perfecto -no ser muy feliz a cambio de no ser muy desgraciada-, me he levantado de la cama y he preparado la maleta. Demasiado negro en mi maleta. Justo al contrario de lo que me ocurre en el verano, donde mi vestuario se llena de rojos, blancos, azules luminosos. En invierno mi vestuario es negro y gris. Me he dado cuenta y he metido algo de color. Colorterapia. No sé si surtirá efecto, pero, por lo pronto, voy a iniciar otra filosofía. Evidentemente, la felicidad no está donde la busco. No se trata de rendirse, es un ejercicio de supervivencia, no puedo estar pendiente de darme contra el mismo muro cada día, a cambio de algunas migajas, que no esconden nada. Lo peor es conformarse con las migajas. Hay que buscar en otro sitio. Hay que seguir buscando.
Las 4,37. Voy a intentar dormir un poco. Con todo lo que tengo que hacer hoy. Y al despertador no le queda mucho tiempo para sonar. Maldita alarma.

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