martes, 9 de noviembre de 2004

Pasados ¿im-perfectos?
I. Vienes por la noche. Cena en casa de M.C.y J. Ella la cordobesa más guapa que conozco, simpática, inteligente, divertida. Su embarazo de ocho meses la ha redondeado y está más bella que nunca. Él un pedante, egocéntrico, al que ella, sin embargo, ama con locura. "Todo el amor propio que le sobra a él me falta a mi", dice ella, dando una nueva muestra de su inteligencia y buen humor. Charla distendida sobre conocidos, recuerdos, situaciones vividas juntas en los pasillos de nuestra pequeña facultad. Amigos comunes y otros nuevos. En un momento de la velada la pregunta del millón, la que siempre ha tenido respuesta, aunque no la misma: "¿Te vendrías otra vez aquí?". A vivir casi seguro que sí. Pero, ¿qué es vivir?. Aquí recuperaría parte de esa vida social que donde estoy no tengo. Además recuerdo con cariño esos pasillos y claustros donde empecé a ser lo que soy. Pero, ¿podría trabajar allí después de hacerlo en la más grande?. Nunca he tenido pretensiones de hacer grandes cosas; ni siquiera ahora soy consciente de hacerlas, cuando ellos me miran con admiración y orgullo al contarles por donde ando. ¿Volver?. No lo sé, la verdad.

II. Casi por casualidad el sábado aparezco en la puerta de la Asociación de Vecinos. Movimiento ciudadano. ¡Cómo me gusta esa expresión y qué satisfecha estoy de haberle dedicado tantos años antes de marcharme hace diez!. La lucha de mi barrio obrero olvidado siempre por los responsables políticos. "Nuestra secretaria ha venido a vernos". Ya no soy ni vecina, pero ellos me siguen considerando la secretaria que tomaba notas de aquellas reuniones de los martes por la noche. Me hice famosa por mis cartas incendiarias, reclamando derechos, a los concejales de turno. Una de ellas me llevó a ese amor al que me abandoné y cuyo destino fue parte importante en mi decisión de marcharme, cuando tuve que huir para no ahogarme y respirar y arrancarlo de mi corazón. Echo de menos aquella lucha. Tal vez una razón más para volver. O tal vez no haya lugar ya para mi en la batalla.

III. Pasado reciente. Otra vez hasta altas horas charlando en su sofá. "Me gusta charlar contigo porque me escuchas y sé que te lo puedo contar todo. Te quiero mucho" Yo tambien te quiero mucho y te quise más, hasta que compartirte con otras, con todas, dejó de ser divertido. Amigos íntimos ahora. De esos que se lo cuentan todo, sobre todo aquéllo que ella nunca puede saber.

IV. Su llamada el sábado, a primera hora, para anunciarme su boda. "No puedo casarme sin que tú estés". Harold se casa. Ese mulato que me quitó el sueño hace tantos años se casa. ¿Dónde habrá encontrado alguien que le aguante?. Porque es inaguantable, petulante, fatuo, egocéntrico, insoportable. Vale, durante un año me quitó el sueño. Sus visitas dos día en semana eran una mezcla de hipnosis y rabia, cuando me daba cuenta de que otra vez me había dejado llevar, que otra vez él lo había conseguido. Luego estuvo en mi vida como el Guadiana, apareciendo y desapareciendo. Y ahora se casa y quiere que esté. Por supuesto iré, sobre todo para comprender cómo. Porque ya no es ni siquiera ese hermoso ejemplar de mulato, alto, bello, que me volvía loca con alguno de sus atributos. A ese se lo han tragado los kilos y la alopecia. Bandaluna ya no es la única que ha ido a la boda de un ex-. Yo debo aparecer radiante, bella, espectacular. Es lo menos que se espera de una ex-.

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