jueves, 2 de diciembre de 2004

Ayer, en una jornada a la que tuve que acudir por motivos laborales, un chico se paseaba con una camiseta negra en la que, con letras rojas, se leía la frase "Malditas sean las guerras y los canallas que las apoyan". Me sorprendió ver esa frase, pronunciada por alguien a quien conozco desde hace tantos años, minutos antes de la hora prevista para iniciar una conferencia en contra de esa guerra, cuando le comunicaron que su hijo había muerto en ella. Me sorprendió porque nunca la había asimilado como un eslogan, sino como la frase de dolor de un padre ante la muerte de su hijo. Y sin embargo, es cierto que esa frase contiene en si misma una gran fuerza.
Ese hombre dolorido, pero sereno, escupió una por una cada palabra y ese chico entendió que merecía pasar a la pequeña historia de las frases célebres.
Unos días después de aquélla tarde de dolor y estupor, volví a encontrarme con el autor de la frase en la sede de su partido, que es también el mío. Era noche de elecciones y analizaba los resultados. De nuevo con su talante serio, como siempre, sereno, pero con cierto entusiasmo por lo que él entendía que eran unos buenos resultados en algunas zonas del país, consecuentes con la política llevada a cabo allí, me contó algo de su calvario particular, de su dolor perenne, como debe ser el de perder para siempre a un hijo.
Ayer volví a recordar esos momentos, gracias a la camiseta contestataria de aquel chico. ¿Se comprarán en algún sitio esas camisetas?. Yo quiero una.

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