jueves, 23 de diciembre de 2004

"La catarsis del AVE". Así debería llamarse. No sólo es que a los cinco minutos de haber puesto el pie en mi sur se me transforme el acento y parezca que no me he ido nunca, es que, además, se me olvida de donde vengo y los problemas que tanto me han acuciado en los últimos tiempos, los expedientes sin cerrar, ese artículo, impenitente, que me veo incapaz de terminar, se han quedado allí arriba y yo vuelvo a sentirme pequeña y frágil.
Mi madre me despierta cada mañana con un beso y me anuncia el café caliente, oloroso y esa tostada con aceite de oliva que me quita las "tapaeras del sentío". El sol entra radiante, feliz, irreverente por mi ventana y me obliga a levantarme con una sonrisa. No me importa que el motivo sean estas fechas, benditas, si me permiten ver a los mios de nuevo.

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