miércoles, 12 de enero de 2005

¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta antes?. ¿Cómo se puede convivir con alguién y que no signifique nada para ti?. De pronto, un gesto, una palabra convierte a una persona en alguien real y vivo. De repente, se vuelve insustituible y gestos, rasgos, miradas y frases que siempre pasaron desapercibidas cobran vida y te hacen cambiar el modo de tratarla, de acercarte a ella, de conocerla. Esa persona te cuenta cosas, hechos que ocurrieron antes, como si tú hubieras estado allí, Y se te queda una cara rara, porque no lo entiendes. Porque tú, que tienes una memoria de elefante, capaz de recordar el menor detalle, no sabes de qué te está hablando. Y eso no puede significar otra cosa más que el hecho incontestable de que no prestaste la más mínima atención a lo que te contaba, porque no era importante entonces.
De pronto, en tu buzón de correo aparecen cartas en las que te hablaba igual que ahora, las mismas bromas, los mismos juegos. Pero entonces no te importaron y ahora son imprescindibles. Notar que esa persona siempre te trató igual te consuela y explica tantas cosas. Ahora todo empieza a tener sentido. El vacío, ese que te desconsolaba, descontrolaba y desazonaba empieza a llenarse. Y avanzas en la amistad, en la relación, sin que haya saltos o, al menos, sin que estos sean tan bruscos que temas partirte la crisma a cada paso. Ufff!.

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