jueves, 6 de enero de 2005

I. Hoy he paseado mi ciudad, llena de luz, de sol, de alegría. He ido al barrio judio, con su callejuelas, plazoletas y recovecos. El monumento emblemático mostrando todo su esplendor y hermosura. Es tan grato pasear por la ciudad. La gente se saluda, porque se conoce y se reconoce. Ese es el misterio de las ciudades pequeñas. Me he encontrado con antiguos vecinos, antiguos compañeros de estudios y antiguos profesores. La mayor ilusión ha venido al abrazar a mi maestra de literatura en el colegio. Igual que siempre. Me ha mostrado su orgullo por lo que ella llama mis triunfos y su satisfacción por saber dónde estoy y a qué me dedico. Me ha encantado verla y me ha prometido hacerme llegar una copia de un poema que escribí siendo niña en el colegio hace... tantos años.

II. He dado el paseo con mi madre. Está encantada con mi visita. Creo que empieza a echarme de menos. Ha aguantado durante diez años mi ausencia, pero creo que ya empieza a necesitarme cerca. Se queja de que haya tenido que irme de mi ciudad cuando otros han encontrado trabajo cerca. No sé cómo convencerla de que lo que tengo es bueno, mejor que lo que tienen sus ejemplos. No puedo convencerla porque yo no estoy del todo convencida.

III. Las ciudades grandes embrutecen. Y yo no quiero que me pase, pero es inevitable. Hoy, en mi paseo, ha aparecido una ambulancia haciendo sonar su sirena. La gente se volvía con cara triste, de preocupación, murmurando su condolencia por el enfermo, sin saber a ciencia cierta si la ambulancia iba o venía. No hace falta saberlo, supongo. En la ciudad grande el sonido de sirenas forma parte del ambiente y no crea espectación. La ciudad grande embrutece.

IV.Por la tarde he ido a la Asociación de Vecinos. "Con lo republicano que soy y aquí me tienes, vestido de rey mago". Eso me ha dicho Tomás en el almacén, detrás de la barba rubia postiza, mientras decenas de niños, hijos de inmigrantes, los pobres de los pobres, esperaban fuera a que los reyes magos les dieran sus regalos. Caritas morenas, de ojos rasgados, ojos de indio, ojos de desierto, llenos de ilusión, mientras esperaban tomado un batido de chocolate y un caramelo. Me he emocionado

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