martes, 25 de enero de 2005

Sesentón, juerguista y algo canalla. Con una familia desestructurada desde hace años. Atado a una esposa enferma mental. Así es él. A mi me da pena, por eso le dejo que juegue conmigo, que me coja de la cintura e intente tocarme más de lo debido, que me cuente sus sueños eróticos, en los que soy la protagonista, que me llame por teléfono queriendo quedar conmigo. Tal vez soy demasiado transigente con las debilidades del bajo vientre, pero es que me da pena. Anoche me contaron que me nombra por las tabernas, que anuncia su deseo a voces embriagado por el alcohol. No sé qué haré cuando le vuelva a ver. Le regañaré como se regaña a un niño, porque como tal se comporta. Un niño grande, como tantos.

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