lunes, 24 de enero de 2005

I. Entró en el local como una reina, majestuosa, arrogante, y se dirigió al baño. Yo me quedé sorprendida. Era mucho más guapo de lo que podía salir en la tv y más delgado y más chic. Cuando pasó junto a mi me dirigió su mirada, yo le lancé un beso y él me respondió con un guiño y una sonrisa. Al marcharme no pude evitar acercarme a él, yo, que no soy nada mitómana. Le pedí un par de besos y le dije lo que pensaba, que era mucho más guapo en persona. Me lo agradeció con una sonrisa de complacencia. Encantador este Boris, sí señor.

II. La visita de mis amigos ha propiciado que pase todo el fin de semana en la calle. Y ha sido fantástico. Hemos visitado tiendas, hemos tomado cañas al sol, la comida del sábado fue tan divertida. Me he comprado ropa, he vivido, vamos. Están preocupados por mi exclusiva dedicación al trabajo. Aparte de que no era habitual en mi, piensan que me pierdo vida. Tal vez tengan razón, pero es que no tengo ganas de hacer otra cosa. Me da pereza tener que conocer a gente nueva y salir. Así que agradezco su visita, porque me ha puesto en el mundo por unas horas.

III. Mi madre acaba de llamar. Tres meses de enfermedad y ha muerto. Todo empezó con un dolorcillo, casi insignificante. La visita al médico descubrió un cáncer que se ramificaba rápidamente por todo su cuerpo. Después de tanto sufrimiento, con un tratamiento salvaje que la ha tenido postrada, la muerte ha llegado. Intento recordar su cara, alegre, proque hacía tiempo que no la veía. A veces una se pregunta si, en estas ocasiones, merece la pena la lucha. Supongo que el instinto de supervivencia lo propicia. Ese instinto que hará que mañana la sonrisa vuelva a mi cara y siga viviendo. Hoy, sin embargo, la pena me llena el corazón y no me deja respirar bien.

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