domingo, 3 de abril de 2005

Mil imágenes y opiniones acerca de su figura. Epítetos, adjetivos, alabanzas, panegíricos. Sus rasgos resaltados y magnificados. Sus aportaciones a la vida de millones de personas, su papel decisivo en la historia reciente de la humanidad puestos de manifiesto hasta la saciedad. Pero yo no puedo dejar de verle con su dedo levantado, amenazante, dirigido hacia ese hombre de barba y pelo canoso que, arrodillado frente a él aguanta el chaparrón que le está cayendo. ¿Su pecado?. Ser ministro de un gobierno de izquierdas, que había sacado a su país de una dictadura sangrienta, como todas, represora y asesina de los más desfavorecidos. Esa es mi imagen, una de las tantas que a lo largo de su vida han puesto de manifiesto el maniqueismo, la hipocresía, la desfachatez y la falta de puesta al día y de respeto a la condición humana de la institución que gobernó.

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