lunes, 6 de junio de 2005

Mientras escribo esto, él está abajo en mi sofá. Hemos comido juntos y luego hemos paseado por el centro de Madrid. Como antaño me ha llevado cogida de la mano o agarrada por la cintura. Me ha dado de comer de su cubierto y me ha limpiado la comisura de los labios. Hemos llegado a casa y, como otras veces, los dos nos hemos quedado en ropa interior, él tumbado en el sofá, yo en el sillón, jugueteando con nuestros pies, mientras veíamos la tele. Ahora se ha quedado dormido y yo he subido al ordenador con la excusa de trabajar. Está muy guapo y se lo he dicho. Él, coqueto, ha sonreído. Hoy se queda a dormir en casa y supongo que como siempre no querrá dormir sólo, así que me acompañará. No es más que una relación llevada al límite de la confianza, esa que da haber tenido una historia juntos. Mañana volverá a coger el tren y se marchará al sur y yo seguiré aquí, recibiendo sus llamadas a medianoche, oyendo sus historias, riendo con sus ocurrencias y viéndole tirar por la borda su vida.

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