martes, 27 de septiembre de 2005

En las últimas horas he recibido sus muestras de afecto, más o menos, inocentes. Todos se alegran mucho de verme, todos me agarran de la cintura para darme dos besos, cada uno me dejó un mensaje en el oído. "Qué guapa estás", "me encantan tus correos de madrugada", "a ver si nos vemos más". No negaré que me halaga, pero creo que me paro antes de que sea inaceptable e irreversible. Me arreglo como cada día, porque me gusta estar lo mejor posible, dadas las circunstancias; mis correos no llegan de madrugada, otra cosa es que él los vea a esa hora; nos vemos lo que tenemos que vernos, porque nuestra relación es laboral. ¿Qué ven ellos en mi? Son hombres inteligentes y preparados, acostumbrados a tratar con mujeres también inteligentes y preparadas -a veces, más que ellos mismos-. ¿Ven eso cuando me miran?, ¿son capaces de distinguirlo?, ¿o pesa más la testosterona esa que los atontece?. Y, por supuesto, la pregunta del millón, ¿propicio yo todo eso?.

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