martes, 13 de septiembre de 2005

Me he comprado su libro, quizá para conjurar su presencia, tal vez para recordar aquella noche de verano en que le conocí, para rememorar su rostro y sus grandes ojos que me miraban atentos. Leo sus páginas, devoro sus líneas y soy capaz de imaginarle contando esos cuentos. Me hacen reír sus palabra, como me hizo sonreír su correo y, por un instante, está cerca.


Quizá la presencia de Jesús en Madrid no sea mala, quizás me ayude a salir a hacer vida social, a ver la ciudad que me rodea. Hoy hemos quedado para hacer unas compras y tomar una cerveza y a las 10.30 he llegado a casa, cansada por fuera y descansada por dentro. Igual me va a ayudar a vivir algo mejor.


Mañana en Barcelona se miden méritos. Los tiene de sobra, aunque los que me hacen quererle no están en el baremo. Corazón partío, porque sé que se lo merece, pero si sale bien, se irá lejos y yo le echaré de menos.

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