sábado, 22 de octubre de 2005

A veces los sábados son tristes y una se aburre soberanamente. Intenta trabajar y se sienta delante del ordenador, pero las ideas se resisten y andan revueltas, sin dejarse clasificar. Demasiadas ideas. La lluvia cae y, aunque intento encontrarle el puntito romántico, la gotera que persigo con baldes y azafates me hace maldecirla. Salgo a buscar diversión consumiendo y la tarde se vuelve agridulce por el vaivén de las tallas (misterios del patronaje). En el último momento, me meto en un chat y empiezo a recibir ofertas de conversa de solitarios como yo. Así que me asusto y me desconecto. Pongo la música y escucho los discos nuevos, pero esta vez la elección no ha sido adecuada. Tristes, derrotados, de vuelta de todo. Sabina, vamos. Busco en mi videoteca y los dedos se me van a la peli que me hace llorar siempre. "Yo tenía una granja en Africa a los pies de las colinas de Ngong". Cambio el disco. Javier Ruibal, que me anima un poco. Otro correo de solitarios buscando charla por la red. Decido apagar el ordenador que no ordena. Un libro. Sí, eso me animará, supongo..espero. Aunque cuando el ánimo está tan gris, no sé yo. Dejar pasar el sábado lluvioso.

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