martes, 15 de noviembre de 2005

Luis empieza a difuminarse en el ciberespacio, a convertirse en un ser irreal, transparente, un ente. A pesar de sus mensajes al móvil, de sus llamadas intermitentes, de sus conversaciones entrecortadas. Se ha convertido en rutina abrir el programa de mensajería instantánea y encontrarle allí, conectado o no, y esperar la conversación de rutina. "Qué tal tu día", "qué tal las clases", "sigues enfadado con tu jefe", "cómo ha ido el juicio o la inspección", "qué tal los chicos". Ni siquiera le da realidad el icono que reperesenta una rosa con el que inicia y termnina cada conversación. Este modo de comunicarse completa a la carnal, pero no puede sustituirlo y la fuerza del principio se ha desvanecido totalmente. Igual es mejor así. Igual no debería ni siquiera intentar la aproximación personal. Igual habría que dejarlo morir, dejar de conectarse, mostrarse siempre ocupada y dejar que muera por agotamiento.

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